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La aparición más folclórica
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Lo que parecía algún tipo de suceso paranormal o metafísico resultó ser en realidad algo mucho más prosaicoAser Falagán
Santander
Sábado, 8 de octubre 2022, 17:37
Finales de los años setenta en el interior de Cantabria. Algo raro se mueve en los bosques que pueblan el valle del Nansa. Muy cerca ... de San Sebastián de Garabandal –sí, donde las supuestas apariciones marianas tres lustros antes, entre 1961 y 1965–, un vecino de Rionansa camina por las afueras del pueblo cuando, de pronto, le sorprende un ruido. Mira hacia arriba, se le eriza el vello y siente un escalofrío en la espalda. Hay algo flotando en el cielo. A medio camino entre la sorpresa y el pánico, cuando advierte con más claridad la silueta, que viste un llamativo traje de volantes, echa a correr dominado por el miedo y baja a la carrera hasta el pueblo. Allí, entre jadeos y mientras trata de recuperar el aliento y la compostura cuenta que ha tenido una aparición.
Sí; una aparición. El testigo asegura que se le ha aparecido un espíritu, la Virgen o cualquier otra cosa, pero una mujer, en cualquier caso, porque el vestido es de lo más pintoresco e inconfundible, con colores vivos, volantes y encajes. Tanto insiste que consigue convencer a una cuadrilla para que le acompañe a la zona. Quizá lo hicieran solo para probar su escepticismo ante una historia tan rocambolesca o tal vez le creyeran, sugestionados por lo que había sucedido no tan lejos quince años antes, pero el caso es que les guía al lugar, ya algo más sosegado por eso de la compañía.El objetivo, comprobar lo que podía ser aquello, si es que de verdad había estado alguna vez o continuaba allí. Si efectivamente era una aparición o qué demonios estaba ocurriendo, si en realidad ocurría algo.
Al llegar, las miradas de sospecha o condescendencia se transforman en ojos abiertos como ventanas de par en par. Efectivamente, el paisano tenía razón y todavía se podía ver una figura ataviada con un llamativo vestido de mujer entre las copas de los árboles. Pero no tanto flotando sino firmemente agarrada a las ramas y moviéndose de unas a otras con una gran agilidad. No es nada comparable a lo de Garabandal, no. Esta vez no parece que suceda nada sobrenatural. O sí, porque nadie comprende que está ocurriendo. ¿Un encuentro con un ser de otro mundo? ¿Un espíritu? ¿Una aparición mariana? ¿Una performance? Y aquí es precisamente donde la trama se complica.
Cuando la expedición se detiene a observar, ya sin prisas y sin miedo, comprueba que aquello no tiene nada de metafísico o paranormal, sino que es algo mucho más pintoresco y, sobre todo, divertido. Y digno de contar: un mono vestido de folclórica sevillana que observa la escena entre divertido y atento a que no le echen mano.
¿De dónde había salido? Tampoco era tan habitual en aquel pueblo de unos 2.000 habitantes ver monos travestidos trepando por los árboles. La hipótesis de que se hubiera escapado de Cabárceno no coincide en las coordenadas espacio-temporales. Ya se escaparon 80 ciervos en 2015, y esto no es una leyenda urbana ni hizo ninguna gracia a los vecinos –sí lo fue, hacia 2004, que se había fugado un león–, pero el parque se inauguró algo más de una década después, en 1989. Tampoco un espectáculo en la Casona de Tudanca. Ni había abierto al público ni allí se han hecho jamás ese tipo de cosas.
La explicación es mucho más rebuscada y a la vez extremadamente más sencilla. En esa época andaba de paso por el interior de Cantabria una compañía de titiriteros de las que todavía quedaban por España, como aquellas que relataba Fernando Fernán Gómez en 'El viaje a ninguna parte', solo que con animales.
El mono, así ataviado, formaba parte del espectáculo, se había escapado en un descuido y encontrado refugio en aquellos árboles hasta que los cuidadores, actores o buhoneros, lo que quiera que fueran, se dieron cuenta. La confusión se aclaró pronto, porque la compañía lo andaba buscando y cuando dio con él lo explicó todo. Otro asunto interesante sería averiguar cómo consiguieron volver a capturarle, porque agazapado en las copas de los árboles el mono no debía de tener muchas ganas de volver al camión o a la furgoneta, pero de eso no ha quedado constancia.
Desde entonces no se han tenido más noticias de apariciones folclóricas enRionansa.Al menos no ha trascendido ninguna. Será que la gente se ha vuelto mucho más descreída o que ya se pasaron de moda aquellos pintorescos espectáculos en los que probablemente no se tratara demasiado bien a los animales. Lo de la cabra con el organillo ha quedado como el icono, pero también los monos se llevaron su parte y uno de ellos se vengó sin saberlo a su modo: troleando al primer pueblo en el que pudo escaparse.
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Ana del Castillo
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