Secciones
Servicios
Destacamos
El 24 de febrero, día en que comenzó la invasión rusa a Ucrania, Konstantin Smirnov se hallaba en Járkov, la segunda ciudad del país, situada en la zona noreste del territorio nacional, muy próxima a la frontera. «No pude salir de allí en tres días ... debido a los intensos bombardeos, que causaron un daño terrible», explica con su particular estilo, tranquilo y meditabundo. «Me prometí entonces que haría todo lo que fuera posible para que ninguno de nuestros niños tuviera que ver o vivir nunca más un sufrimiento tan grande como el que tenemos ahora en Ucrania», afirma.
Más de dos meses después de aquella fecha, este ciudadano nacido en la localidad de Chelyabinsk, ubicada en el territorio de la antigua Unión Soviética, ejerce en Mukáchevo como coordinador de la Administración militar ucraniana en materia de ayuda humanitaria y asistencia a los refugiados en el óblast de Transcarpatia. A esta región ha llegado una parte importante de los suministros enviados desde Cantabria, entre ellos los dos últimos tráilers impulsados por la asociación Oberig con más de 40 toneladas de material de todo tipo.
Colgado siempre de su teléfono, en el que no para de recibir llamadas y de dar instrucciones, Smirnov trabajaba antes de la invasión en «la asistencia social a la gente, que ahora se ha convertido en una labor humanitaria». Una de las claves para el correcto desarrollo de su trabajo en unas circunstancias tan complejas es la coordinación, explica: «Estamos en constante comunicación con la Administración militar; ellos nos indican qué necesidades tienen y nosotros les indicamos las nuestras y trabajamos juntos para tratar de resolverlas de la forma más eficaz posible». Desde esa perspectiva, su trabajo en el óblast de Transcarpatia es esencial para miles de refugiados: «Nuestra labor se centra en un primer momento en acogerles, cosa que hacemos las 24 horas del día y todos los días de la semana. El primer paso es incluirles en el registro y después les buscamos alojamiento en alguno de los centros que tenemos en la región», relata. «Allí –continúa– se les suministra ropa y comida, y también se les ofrece información y asesoramiento en materia de requisitos y documentación en el caso de que su objetivo sea atravesar la frontera hacia otros países de Europa». Su trabajo también tiene un peso esencial en otras zonas del país. «Además de cubrir las necesidades de nuestra región, enviamos ayuda a varias ciudades del norte como Kiev o Chernígov, así como a otras localidades situadas en el frente de guerra como Donetsk o Lugansk», destaca.
De carácter afable y reservado, Smirnov se ha encargado de asistirme desde mi llegada, tanto en materia de alojamiento como en la organización de las visitas a los centros de refugiados e incluso de la disponibilidad de grivnas, la moneda ucraniana. «Eres nuestro huésped y vamos a hacer todo lo necesario para que estés bien y te sientas seguro», me han remarcado en varias ocasiones. «El otro día, una señora mayor de Chernígov nos dijo que daba gracias a Dios y a la gente de España por toda su ayuda, por enviarnos tanto material, a toda la gente dispuesta a venir a ayudarnos en la frontera y a las personas que vienen a contar lo que está pasando aquí». Esa, la cuestión del relato, es un asunto fundamental para los ucranianos: «Para nosotros es muy importante que se sepa lo que está pasando en Ucrania para que la gente de Europa lo conozca y abra los ojos a esta dura realidad», resalta.
Pese a todas las tristísimas consecuencias de la guerra, el conflicto también tiene alguna faceta positiva: «Es fundamental que Ucrania venza con la ayuda de sus aliados. No caeremos y conseguiremos la victoria. La unidad del pueblo ucraniano ahora es muy importante y muy fuerte». En su caso, resalta, nadie de su familia «ha abandonado el país, todos hemos querido ayudar de una forma u otra a defender nuestra tierra. Si no lo hacemos nosotros, ¿quién va a hacerlo? Es nuestro país y lo defenderemos».
Ese sentimiento patriótico común a todos los ciudadanos, que va más allá de sus orígenes geográficos, de sus creencias religiosas o de su orientación política, confluye en una figura clave: la de Volodímir Zelenski. «Hoy la gente de todas las zonas del país somos una gran familia y cuando esta guerra termine trabajaremos todos como una comunidad, unidos en torno a nuestro presidente y nuestro gobierno, y nos ayudaremos los unos a los otros para reconstruirlo», asegura Smirnov. De profundo sentir religioso, como es habitual en el país, espera que «con la ayuda de Dios, nuestros militares ofrezcan la mejor respuesta posible contra estos agresores; rezo para que Dios les de la fuerza necesaria para conseguirlo».
El apoyo de los países de Occidente es, a su juicio, un factor decisivo en la resolución final de la situación: «Nos han ayudado y nos están ayudando mucho. Si no nos hubieran ayudado, no podríamos estar hablando contigo ahora. Es un apoyo fundamental para poder afrontar la invasión rusa», concluye agradecido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.