«Aprender a conducir con los sensores y la cámara ayuda, pero no hay que confiarse»

Una de las primeras alumnas que se ha enfrentado a la prueba bajo la nueva normativa es Ángela Gándara, de 20 años, que se examinó esta misma semana. La joven terminó el martes en Santander, en El Sardinero, su última lección en la Autoescuela Bahía. Ya se mostraba optimista: «Aparcar con una cámara es más fácil, pero, eso sí, hay que prestar la misma atención», declaró, antes de añadir que las nuevas ayudas «no cambiarán tanto» las posibilidades de los candidatos de sacarse el carné. Lo fundamental lo tienen presente: «La cámara y los sensores pueden ser una ayuda, pero no hay que confiarse, no vaya a ser que dejes de fijarte bien en la carretera».

La noticia no sólo ha sido bien recibida por parte del alumnado. A su derecha, el profesor y director del Centro de Formación de la escuela, Alejandro Peña, también mostraba su alivio ante las incorporaciones de estas utilidades, una demanda reiterada por parte de los formadores como él. «Antes de que Tráfico aprobara su uso, nos hemos visto obligados a desactivar estos sistemas nosotros mismos, tanto que nos era complicado encontrar vehículos para examinar a los estudiantes», lamenta.

Hasta entonces no todas las novedades han estado en punto muerto -ficha con los cambios en la parte superior-. «La DGT siempre nos ha dejado usar el sistema de ayuda en pendiente -para reanudar la marcha en una cuesta-, pero no así el sistema de luces automáticas o los sensores traseros», informó el profesor. ¿Qué es lo que ha provocado este desfase? Que la gran mayoría de los coches de autoescuela en Cantabria no están dotados de estos avances porque estaban prohibidos hasta la semana pasada.

Será a partir de ahora, concretamente «con la renovación del parque automovilístico de cada centro, cuando iremos incorporándolas», avanzó Peña, uno de los 300 empleados del sector en Cantabria, donde hay registradas 90 autoescuelas - incluyendo secciones (34)-, según datos recabados por la Asociación Cántabra de Escuelas de Conductores (ACEC).

Su vicepresidente, Juan Carlos González, profesor de la autoescuela Damper, en Puente San Miguel, es otro de los profesionales del sector que afea lo mucho que ha tardado la DGT en autorizar las ayudas a la conducción: «Tráfico nunca estuvo por la labor. Esto se ha solicitado varias veces y siempre han mostrado su rechazo. Ahora parece que abren un poco la mano porque se han dado cuenta de que el futuro va hacia allí».

Pero la ACEC lleva más reivindicaciones en el maletero. Las autoescuelas consideran que hay otros problemas pendientes de abordar y que Tráfico, por contra, no termina de poner en marcha. Fundamentalmente son dos las peticiones de las autoescuelas de Cantabria. La primera: «Que se garantice el mismo número de pruebas en los tres centros que tenemos para examinar a los alumnos -Santander, Torrelavega y Laredo-», una cuestión que, según dijo González, no se cumple porque la DGT no quiere asumir el gasto que conlleva el desplazamiento de los examinadores de un lugar a otro. Resultado: «Hacemos muchas más pruebas en Santander que en el resto de centros».

Precisamente, la agrupación ya se ha puesto en contacto con el delegado provincial de Tráfico, José Miguel Tolosa, para atajar esta diferencia. Éste los ha emplazado a acercar posturas en futuras reuniones aunque, eso sí, desde la ACEC advierten de que si la situación sigue igual, se movilizarán. Y añade otra reivindicación igual de importante: «Garantizar que Cantabria tenga los diez examinadores que le corresponden por ley». A día de hoy, en la comunidad autónoma trabajan sólo siete examinadores, una cifra «insuficiente» para las autoescuelas y que Tráfico ya trató de compensar con sustituciones cuando los profesionales del sector acusaron el desfase. Y caducados esos reemplazos, «el problema sigue igual que siempre». «La asignación no se está cumpliendo y nos hacen falta examinadores urgentemente», zanjó.