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El 30% del territorio cántabro es espacio protegido. «La extensión de los lugares que integran la red de Zonas de Especial Conservación (ZEC) en la región es muy amplia, mucho más de lo que pensamos, por eso aprender a conservarlos y permitir que al tiempo ... esa labor sea sostenible con la actividad económica y social es crucial». Es la argumentación con la que el investigador José Antonio Juanes (Salamanca, 1960) explica el objetivo del proyecto europeo 'Convive Life', que ha coordinado en el IH.
–¿Tienen conclusiones?
–Lo fundamental es conseguir que esos lugares protegidos mantengan su esencia natural al tiempo que sirven de dinamizador económico para la zona.
–A veces eso es complicado porque puede lastrar el desarrollo industrial.
–Pero los ZEC no son parques nacionales. Lo que se busca en estos casos es la sostenibilidad del territorio. Por eso es tan importante darnos cuenta de que quizá no podemos desarrollar una actividad concreta que tiene una historia de tradición porque puede resultar dañina para el entorno, pero surgen otras oportunidades que nos servirán para crecer en el ámbito del ecoturismo, por ejemplo. Hay que saber encontrar esas oportunidades.
–¿Qué ejemplos existen aquí?
–Esta vez hemos trabajado en los estuarios de Tina Menor, Joyel, Oyambre y la laguna de Victoria. En todos ellos hemos logrado avances importantes.
–¿Por ejemplo?
–En Tina Menor hacía años que veníamos desarrollando trabajos y lo último en lo que hemos participado es en la ampliación de las instalaciones. En el caso de Arnuero ha sido importante el aprovechamiento y recuperación del molino de Santa Olaja y su entorno para revivir el valor turístico.
–¿Qué problema presentaba aquel ecosistema?
–Principalmente se trataba de un problema de eutrofización, de excesiva concentración de algas verdes. Algo que resulta antiestético y que perjudica también al ecosistema de la zona.
–Eliminaron también los diques de La Rabia y el Capitán.
–Eso fue crucial para recuperar la calidad de los estuarios, para devolverlos a su equilibrio natural y para eliminar las especies invasoras y oportunistas, como la Chilca, que es un arbusto más agresivo que el plumero y que termina con todas las especies autóctonas de juncos, por ejemplo.
–En el caso de la intervención en el Capitán hubo muchas protestas vecinales.
–Precisamente de eso se trata este proyecto, de encontrar ese punto que permite el equilibrio entre los usos sociales y la conservación natural. Finalmente encontramos un equilibrio. No se eliminó el dique, pero como se deterioró mucho, perdió altura y ahora permite la entrada y salida del agua con las mareas. La gente puede pasar cuando la marea está baja, y así se encuentra un punto medio.
–¿Se ha recuperado el espacio?
–Sí, es un proceso largo. Por ejemplo, lo notamos mucho más en La Rabia, que es nuestro proyecto estrella después de un seguimiento de 10 años.
–Mantener los ecosistemas es el mejor freno contra el cambio climático.
–Si los entornos se mantienen en su equilibrio natural, siempre será más fácil atenuar estos cambios. En esto es importante concienciar a la gente, hacer divulgación para empezar a poner freno a la naturaleza no con estructuras grises, esto es, no con hormigón, sino con estructuras blandas, con soluciones naturales.
–¿Por ejemplo?
–Es de sobra conocido que la vegetación sustenta las dunas en los ecosistemas costeros que tenemos en Cantabria. Los fondos marinos que hay en nuestras bahías, como la de Santander, que está bastante castigado por la actividad de los barcos de recreo, entre otras, es el fundamento de la riqueza de la fauna bajo el agua. En Tina Menor, por ejemplo, estamos experimentando con un filtro natural para depurar el agua resultante de aquella actividad industrial, que por otro lado ya cumple todos los controles, basado en vegetales instalados en rampas por las que transcurren las aguas. Esa vegetación absorbe nutrientes y purifica el líquido.
–¿Haría falta proteger más espacios en la región?
–Mejor centrémonos en gestionar bien los que tenemos, y una vez logremos tenerlos en buenas condiciones y con una actividad social sostenible, pongámonos a buscar otros. Pero de momento lo interesante es lograr que la gente comprenda que este nuevo modo de concebir el entorno tiene oportunidades económicas. Porque mantener esos ecosistemas también puede tener un coste. De hecho, debe tenerlo, y ahí hay un foco de negocio por explotar.
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