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Mckenzie tiene un porte extraordinario para su edad. Está inusualmente desarrollada para ser un pastor belga tan joven, y su disposición para el trabajo es asombrosa. Su mirada aguda, propia de animales más adultos, delata una inteligencia y vivacidad que le están haciendo avanzar en ... su adiestramiento a una velocidad de vértigo; pero de fondo esconde la mentalidad de un bebé grande y es lógico, porque en su concepto de mundo, con sólo cuatro meses, toda la vida es juego.
Es el nuevo fichaje perruno de la Policía Nacional en la Jefatura de La Albericia para su unidad de Guías Caninos. Ha comenzado ya su aprendizaje y para final de año será experta en detención de estupefacientes, armas y billetes de curso legal. «Hace unos días que la trajimos de la yeguada militar de Ávila, donde crían este tipo de perros que luego son destinados a diferentes puntos de España para que nos acompañen en el trabajo», informa Diego Agüero (50 años), su dueño y también su jefe en el Cuerpo.
Diego Agüero
Guía Canino de la Policía Nacional
Estos perros suelen llegar a las jefaturas con seis, siete y ocho meses. «En este caso la hemos traído antes porque yo prefiero educarla desde más pequeña», aclara su responsable. Hace días que estaba ansioso por traerla. «La habíamos conocido hacía un mes, cuando fuimos a seleccionarla». Allí estaba toda la camada pero ella es la que mostró más agilidad, la que prestaba más atención, la que plantaba más cara a sus hermanas. «Tenía esa chispa que necesitan los perros para trabajar». La misma chispa que le salta a Diego de los ojos cuando interactúa con ella porque no puede ocultar el amor que profesa a estos animales. «¿Sabes lo que es venir el lunes por la mañana a trabajar y que tus compañeros te reciban con besos?», cuenta entre risas Agüero.
En los 20 años de funcionamiento de la Unidad de Guías Caninos en Cantabria, diferentes agentes -algunos ya en segunda actividad o jubilados-, han trabajado con 46 perros. Todos sus nombres están plasmados en un curioso mural en la nave que acoge los cheniles donde duermen los animales que están en activo. «Hubo algunos extraordinarios, la verdad. Guardamos un gran recuerdo de todos». No lo dice por cumplir; es completamente sincero.
Estos policías peludos fueron agentes imprescindibles en la lucha antiterrorista. Para inmortalizar esa memoria los despachos de esta unidad están forrados con informaciones de las detenciones e identificaciones que se llegaron a hacer gracias a sus servicios. Y hoy en día continúan siendo piezas claves en la detección de drogas, explosivos, armas y hasta dinero ilegal. Logran tener éxito en trabajos imposibles para los humanos.
«En este caso Mckenzie aprenderá a detectar drogas, billetes de curso legal y armas», aclara Agüero mientras la prepara para una prueba. «Está aprendiendo», advierte su adiestrador, pero va a superar con solvencia esta clase práctica. Diego toma una piedra de hachís con unas pinzas y la esconde en unos bloques de hormigón. Luego le ordena a la perra que la busque y ella acierta. Se queda parada junto al bloque, lo marca. Agüero se acerca, la acaricia y juega con ella con el mordedor. «Es el premio que más le gusta, porque es su presa, su juego».
Su aprendizaje consiste en este tipo de prácticas y también en recorrer los despachos de la Jefatura a sus anchas. «Es necesario que lo haga para que conozca a la gente y aprenda a socializar», cuenta entre risas su jefe.
Mckenzie ha llegado de forma abrupta a la Jefatura cántabra para sustituir a Dakota, una Malinois de cinco años que acaba de ser operada de cáncer. «Le han amputado el rabo porque el tumor estaba muy localizado y ahora está con quimioterapia y lo está llevando muy bien». De hecho la perra parece completamente sana. Tiene buen aspecto y su ánimo está intacto, «pero nadie puede garantizar cómo evolucionará en los próximos meses». Y si empieza a encontrarse mal y no puede trabajar, Mckenzie estará lista para sustituirla. «Para finales de año estará preparada».
Por ahora le quedan muchos meses de aprender disfrutando y enamorándose de su dueño porque tal y como le miran, le siguen y le admiran, las tres perras de la misma raza de las que es responsable Diego están, literalmente, enamoradas de él. «Me quieren, me quieren. Y yo también a ellas», confiesa.
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