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¿Hay tradiciones navideñas típicamente cántabras? Perdidas ya casi todas -se tiene noticia de ellas aunque hayan caído totalmente en desuso- y vigentes unas poquísimas, Pedro Luis Madrazo, gestor cultural ligado a ADIC (Asociación de Defensa de los Intereses de Cantabria), mantiene que sí, que ... hubo costumbres en ciertos días navideños que tienen un tinte exclusivamente cántabro, sobre todo en zonas rurales de la región. «Tuvieron su importancia, pero han caído en desuso», explica, salvo algunas que se han recuperado puntualmente en algunos lugares.
Madrazo, autor de varias obras sobre las tradiciones y leyendas de Cantabria, ha recopilado algunas prácticas ligadas a estas fechas, como la berrona o el ramo de Navidad, la primera ya desaparecida, pero no el segundo, que aún se ofrece en algunas parroquias con todo un ritual alrededor. Aquí va un resumen de algunos de esos hábitos que marcaron la vida de los pueblos cántabros en el pasado con sabor muy navideño.
Ornamento típicamente cántabro
Madrazo reseña que el ornamento de los hogares de la región en esta época es el acebo, vistoso por sus hojas verdes oscuro y frutos rojos. Una excursión por la geografía cántabra lo sitúa en Campoo (el de Abiada y las orlas de acebal de Cirezos). También se encuentra en el Alto Saja (se localizan en las brañas de Ozcaba, Julastra y los alrededores de los puertos de Palombera) y en la cuenca del Nansa, donde se localiza el del collado de Tamareo sobre Garabandal, y los de Carizosa y Hozalisas. Es posible encontrar más acebos en su hábitat en la divisoria Rionansa-Lamasón, y, por último, en el parque natural Saja-Besaya, en Brañamayor (Los Tojos).
Para «chamuscar el culo al Año Viejo»
El estudioso de las costumbres de la comunidad cuenta, por otro lado que era costumbre en estas fechas quemar en el llar de la cocina el «travesero», «un madero grande y grueso, mientras la familia cenaba al calor de la lumbre». Según sus datos, el tronco se ponía cruzado y se dejaba que se fuera quemando poco a poco intentando que nunca se apagara porque era de mal augurio y la supertición señalaba que llegarían desgracias para los habitantes de la casa si esto sucedía. El madero se quemaba en la creencia de que así se estaba «chamuscando el culo al año viejo». Junto al tronco grande se ponía otro más pequeños que se retiraban antes de que se consumieran del todo y se guardaban: se consideraba que protegerán a la familia frente a las tormentas venideras.
Gamberrada de juventud en Polaciones
Entre los mozos de Polaciones, era costumbre por estas fechas «la trastada de tirar la olla» en Nochevieja. Polaciones es el punto más alto de Cantabria y antaño la juventud pasaba gran parte de la noche de fin de año arrojando estruendosas cacerolas de barro contra la puerta de la casa de la persona más anciana del pueblo.
Una broma para el 28 de diciembre
También en Liébana los más jóvenes tenían una gamberrada concreta por Navidad, en su caso para celebrar el Día de los Inocentes del 28 de diciembre. Esta 'broma de jueventud' como la denomina el experto era conocida como 'la berrona' y consistía en despertar a los vecinos, haciéndoles pasar una noche de angustia. Primero, en reunión improvisa en cualquier calleja, se elegía a una víctima y luego se entraba en su cuadra de ganado, donde los juerguista se ponían a imitar «el sonido chillón de cuando una vaca se suelta del pesebre y cornea a las demás, que berrean, de aquí su nombre». Los críos del lugar usaban las cuernas de ordeño y también la abertura de sus albarcas, que descalzaban, y que producía un ruido ronco y sordo, al tiempo que arrastraban por el suelo cadenas, cencerros y campanillas.
Tradición para la Misa del Gallo de Nochebuena
Entre los recuerdos del pasado en Liébana, también menciona Pedro Madrazo el ritual del Ramo de Navidad en la Misa de Gallo de Nochebuena que tiene lugar en la medianoche, que puede ser «un residuo del antiguo culto pagano al árbol y al fuego» e, incluso, «una reminiscencia cristianizada de la ancestral veneración de los antiguos cántabros prerromanos por los árboles y los bosques, como grandes santuarios de la naturaleza». Esta antigua ceremonia religiosa de cantar y ofrecer el Ramo de Navidad se hacía desde tiempos inmemoriales, y se perdió en la mayoría de los pueblos lebaniegos, excepto en unos pocos como San Pedro de Bedoya, perteneciente al municipio de Cillorigo de Liébana. En los últimos años, esta práctica se ha recuperado en Polaciones.
El ritual consiste en que un grupo de mozas del pueblo, llamadas mayordomas, preparaban un ramo de acebo recogido en el monte. El antiguo ceremonial del valle de Polaciones consistía en colocar el ramo en una peana, quitarle las hojas de los extremos de las ramas laterales, colgar de las ramas dulces como confituras, polvorones y rosquillas, y adornarlas con papeles y cintas de colores, a veces velas, y en sus extremos pinchar ocho manzanas. Así preparado, le introducían en la iglesia tres niñas vestidas de blanco. Antes de la misa se hacía una hoguera en la campa de la iglesia mientras esperaban la entrada de la comitiva y tras un pequeño rito las manzanas se repartían entre el sacerdonte y las mayordomas. El ramo permanecía en el templo hasta el día de Reyes, fecha en la que se sorteaban los dulces navideños y lo recaudado se dedicaba al culto de la Virgen.
Pedir el aguinaldo con canciones
En Cantabria también hubo marzas de Nochebuena, Nochevieja y Reyes. Estos cantos de petición que suelen realizar los mozos de un pueblo atravesando las callejas del pueblo, atravesando las callejas del pueblo, por las casas del vecindario, se cantan ahora en la última noche de febrero y el primer día de marzo, pero tiempo atrás también se interpretaron en las fechas típicamente navideñas. Las primeras alusiones escritas a las marzas aparecen de pluma del escritor José María de Pereda en su obra Escenas Montañesas, publicada en 1864. Allí se relata que es costumbre cantar las marzas casa por casa en la noche de Navidad.
No obstante, la existencia de estos cantos petitorios no ha sido común en toda la geografía cántabra. Los valles de Liébana y Polaciones han mostrado unas particularidades distintivas respecto al resto.
Resumiendo, en la tradición oral de algunos pueblos lebaniegos se ha cantado, hasta los años 40 del pasado siglo XX aproximadamente, un aguilnado en Nochevieja y Año Nuevo, que es en realidad una versión tradicional de un antiguo villancico documentado en un documento gótico de comienzos del siglo XVII. Y que se ha mantenido vivo, transmitido de manera oral a través de sucesivas generaciones.
Limosneros que recaudaban para darse un festín
En las vísperas de la fiesta de la Epifanía -la noche de Reyes- fue costumbre en Cantabria el canto de Reyes, que era una especie de cantos de marzas, entonados por un grupo de mozos, a los que se conocía popularmente como 'reyeros' que, a diferencia de los cantantes de marzas, sólo querían regalos en dinero. Los 'reyeros' siempre iban acompañados de un bolsero, responsable de guardar las donaciones pecuniarias de los vecinos, durante sus serenatas nocturnas. Según la tradición recogida por Madrazo, lo habitual era que la comitiva llamara a una casa con un 'Ave María Purísima' que era contestado desde el interior con un 'sin pecado concebida'. A continuación, y una vez que el morador de aquel hogar salía al umbral de su puerta, se iniciaba el clásico ritual de los cantos de petición con la pregunta «cantamos, rezamos, ¿o qué hacemos?». Normalmente, respondían: «¡Cantad, cantad!», y los mozos entonaban los cánticos por los que recibían un aguinaldo». El propósito de «limosnear» entre la vecindad era sacar un dinero para darse un festín.
Un 'extra' culinario por las fiestas
En el plano culinario, cuenta Madrazo que como la Navidad no suele entender de estómagos vacíos, siempre se acompañó su celebración de viandas 'extra' que, en Cantabria, normalmente salían del rito «del matacíu del chon». Esta era una cita festiva habitual del mundo rural cántabro, que se ha transmitido a través de las generaciones y que se celebraba una vez pasado San Martín (el 3 de noviembre) y antes de la Navidad, con lo que se surtían las mesas de chorizos, morcillas y costillas y los cántabros se daban un homenaje en los banquetes familiares fijados por el calendario.
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