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Su oración diaria tiene una letanía fiel: Bach. Y su fe está sustentada en el trabajo. La educación musical es su biblia. Paloma O'Shea es la artífice fundacional de algunas de las ideas, proyectos e iniciativas más innovadoras y fructíferas del panorama de ... la docencia, la creación y la búsqueda de la excelencia musical en España. Aunque lo de mecenas resuena mucho, la presidenta de la Fundación Albéniz se confiesa siempre «una curranta». En esta entrevista, tras la clausura del Encuentro de Música y Academia de Santander, ya superada su XXIII edición, desvela que la pianista y profesora Márta Gulyás, con el apoyo de otro colega, el pianista español Luis Fernando Pérez, releva a Péter Csaba al frente de la prestigiosa cita. O'Shea, dos años después de anunciar el fin de ciclo del Concurso Internacional de Piano, confiesa no estar arrepentida y considera que este el es momento de abrir nuevos caminos.
-Se supone que ver tocar a los jóvenes talentos del Encuentro de Música y Academia provoca nostalgia y, al tiempo, una gran satisfacción por los deberes hechos una vez más.
-Satisfacción, sí, pero no tanto por el deber cumplido, como por la alegría de tener en Santander esta realidad musical tan especial. El presente del Encuentro es fantástico, con un nivel tan alto como el del primer día. No siento nostalgia.
-¿Qué radiografía esboza del Encuentro tras tantos años de activa vinculación con el público?
-Uno de los aspectos más satisfactorios de la trayectoria del Encuentro es la progresiva vinculación del público, tanto de Santander como de todos los lugares de la región a los que llegamos. No era una tarea fácil, porque la música de cámara, que es la base de la programación, es maravillosa (contiene, para mí, lo mejor de todo el repertorio), pero no es tan conocida como la de otros géneros. Hemos ido sembrando y hoy tenemos un público muy entendido que espera el Encuentro con ilusión.
-¿Cómo describe la labor de Péter Csaba y qué legado deja?
-Solo tengo palabras de elogio. Lo ha hecho muy bien y ha sido el responsable de todos los éxitos del Encuentro durante más de veinte años. Como programador, ha traído música equilibrada, con todo el repertorio clásico, pero, a la vez, llena de novedades e incluso sorpresas. Como gestor, ha llevado a cabo brillantemente la parte más difícil: seleccionar uno a uno a los participantes en las principales escuelas de música de Europa. Pero, sobre todo, el maestro Csaba es un gran músico, un violinista y director de orquesta excepcional, que nos ha dejado interpretaciones inolvidables.
-¿La marcha del maestro como director artístico conlleva por lógica un cambio de modelo?
-Evidentemente, cada persona tiene su estilo, pero el modelo del Encuentro está muy bien establecido y sus líneas maestras se van a mantener, porque han demostrado su eficacia. Nació con un objetivo doble. Por una parte, se trata de ofrecer a los jóvenes músicos de mayor talento un espacio donde crecer como artistas, rodeados de sus colegas de todo el mundo y de los profesores de gran prestigio a los que admiran. Por otra parte, el Encuentro busca ofrecer a Santander y a toda Cantabria, durante el mes de julio, una música muy especial, que reúna en el mismo concierto la experiencia de los profesores con la pujanza y la frescura de los jóvenes. Les une el talento, que es excepcional en todos ellos, y el amor por la música. Es normal que el público se enganche a esta música tan llena de vida.
-Una vez más supo mezclar ideas, innovación, adaptación...
-El modelo lo encontré en Tanglewood (Massachusetts), donde la Sinfónica de Boston organiza cada año una combinación de festival y escuela de verano. Aun sin los medios que tienen allí, creo que en Santander hemos logrado algo muy especial. Se lo tenemos que agradecer al Gobierno de Cantabria, que apoyó el proyecto cuando solo era una idea y, desde entonces, viene organizando el Encuentro juntamente con la Fundación Albéniz. Responsable de su éxito es también el Ayuntamiento de Santander, que se vuelca con el Encuentro, y todas las demás instituciones, empresas y personas.
-La renovación, ¿por quién estará encabezada y hasta donde se abordarán cambios?
-Tenemos la suerte de poder contar con una nueva directora artística que es la persona ideal: la gran pianista, camerista y profesora Márta Gulyás. Tiene en la cabeza (y en los dedos, porque lo ha tocado casi todo), el repertorio entero, desde Bach hasta hoy. Lo conoce y lo sabe valorar con una visión clara y amplia. Estoy segura de que, bajo su dirección, la programación del Encuentro tendrá el atractivo que el público de Cantabria espera. Además, Márta sabe perfectamente lo que necesitan los músicos jóvenes. Lleva decenios guiándoles como jefa del Departamento de Música de Cámara de la Academia Franz Liszt de Budapest, que es el santuario europeo de la música de cámara, y como jefa del Departamento de Grupos con Piano de la Escuela Reina Sofía y del Instituto Internacional de Música de Cámara de Madrid. La música de cámara es un tesoro lleno de joyas y Márta es quien mejor puede ayudarnos a apreciarlas.
-Dijéramos que ha sido una figura esencial en la sombra.
-Para hacernos una idea de la extraordinaria capacidad musical de Márta Gulyás basta saber que fue ella quien dirigió durante más de diez años la parte más difícil e importante del Concurso Internacional de Piano de Santander: la fase de preselección. Era impresionante verla realizar brillantemente la tarea, casi imposible, de oír y valorar una a una más de 300 grabaciones y asistir luego a 80 o 90 recitales en cuatro ciudades de Europa y América. Se acordaba de cada una de esas actuaciones, lo que nos permitió estar seguros de que los veinte pianistas que venían a Santander eran los mejores. Le ayudará en la dirección artística del Encuentro un gran pianista español, Luis Fernando Pérez, que los aficionados conocen bien, porque está haciendo una gran carrera internacional. Además de tocar maravillosamente Chopin y Rajmáninov, Luis Fernando es el máximo intérprete y profesor actual de la 'Iberia' de Albéniz, ¡nada menos!
-¿En qué medida el Encuentro ha sido un reflejo fiel de la evolución de la educación y la interpretación musical?
-En mucha medida, porque el Encuentro bebe del día a día de las principales escuelas internacionales y refleja su evolución. De hecho, en el Encuentro notamos cómo el nivel de estas escuelas no hace más que crecer. Es una alegría ver lo bien que se hace la música hoy en muchas partes del mundo.
-¿Queda mucho camino por recorrer en España en lo que a educación musical se refiere?
-Hemos avanzado enormemente. Es verdad que siempre se puede mejorar, pero de escuelas como la Reina Sofía de Madrid, Musikene de San Sebastián, Esmuc de Barcelona y de muchos conservatorios superiores, están saliendo jóvenes muy bien formados. Eso se nota, también, en el sonido de muchas de nuestras orquestas, que es muy bueno.
-¿Sigue manteniendo ese optimismo constructivo a la hora de dar pasos?
-Es verdad que soy optimista, pero también veo los problemas y peligros. En realidad, da igual ser optimista o pesimista, porque, vayan las cosas bien o mal, siempre hay que trabajar para mejorar.
-Es de imaginar que con la marcha de Csaba ha hecho su balance del Encuentro. ¿Cree que tendría posibilidades de crecer, de aplicarse un modelo similar en otra escala formativa y temporal?
-Posibilidad de mejorar hay siempre, pero no creo que el Encuentro deba crecer, al menos, por ahora. Una de las claves de su éxito han sido sus dimensiones limitadas. Creo que el número de participantes, de conciertos y de sedes está bien calibrado y se ajusta a las circunstancias de Santander y de Cantabria.
-El pasado invierno declaró en un acto público que su «último sueño» es una escuela de música para niños. ¿Ve aún posibilidades al proyecto?
-Es verdad que me encantaría poder poner en marcha una escuela infantil de música, pero es un asunto muy complejo en todos los sentidos. En Santander tuvimos la oportunidad hace unos años, pero se nos vino encima una crisis económica muy profunda que hizo imposible el proyecto. Veremos qué nos depara el futuro.
-¿Se arrepiente de la decisión tomada con el Concurso de Piano?
-No. Creo sinceramente que el Concurso de Santander alcanzó sus objetivos y cumplió muy bien su ciclo. Sus últimos ganadores, Juan Pérez Floristán, Dmytro Choni y Jaeden Izik-Dzurko, están llevando por el mundo el nombre de Santander.
-Siempre fue, de principio a fin, un proyecto personal. ¿Considera posible una reinvención del certamen?
-El proyecto tenía un enfoque muy particular y no sería fácil de continuar. Naturalmente, cualquier persona o institución podría lanzarse a organizar un concurso, pero sería otra cosa, mejor o peor que la anterior, pero distinta. No podría hablarse de continuidad.
-Pocos meses después de desaparecer el Concurso de Piano, habló de un ciclo nuevo. ¿Hay ya algo en el punto de mira?
-Efectivamente, una vez cerrado el ciclo del Concurso, es momento de explorar otras actividades y, como usted dice, valorar opciones. Estamos trabajando con mucha ilusión teniendo en cuenta, por encima de todo, las necesidades y deseos musicales de la sociedad cántabra.
-Su éxito para conseguir implicar a tanta gente ha sido la 'gimnasia del oído': ¿saber escuchar a las personas adecuadas como si fuese una sonata?
-No sé cuál es el secreto del éxito, pero de lo que estoy segura es de que quiero ayudar a los jóvenes y promover la música. A lo largo de estos años, he visto que esa claridad y ese entusiasmo resultan de ayuda, porque son contagiosos.
-¿Es verdad lo de «la bella utilidad social de la música»? ¿Ha sido clave en su vida?
-Es una frase muy bonita de nuestro gran Manuel de Falla. Me hace recordar, además, a mi amigo Enrique Franco, que solía citarla. Creo que la música es más útil cuanto más auténtica. Hay que perseguir sin descanso la calidad de la música y es entonces cuando se produce su «bella utilidad».
-Ha pasado de «la música en este país ha sido la gran abandonada de las artes» a las perspectivas inmensas que se abren para la Escuela Reina Sofía. Para ello ha habido, ¿sangre, sudor y... también lágrimas?
-Sangre, no sé, pero, desde luego, sudor. Trabajo. En España, los músicos y los gestores musicales han trabajado mucho y bien. Es un gusto ver que somos hoy el primer país proveedor de la Joven Orquesta Gustav Mahler, que es la principal orquesta de jóvenes de Europa. Es un logro de todos. Es, además, fruto de la ilusión y el esfuerzo de miles de familias que se toman el trabajo de llevar a sus hijos a estudiar música desde muy jóvenes. Ahí empieza todo.
–¿La figura de mecenas está muy distorsionada? ¿El trabajo ha sido más fructífero que el dinero?
–El dinero es necesario para casi todo, pero no sirve para nada si no se acompaña de criterio y de trabajo. Suelo decir, porque es verdad, que yo he sido toda mi vida una «curranta» y que, desde que recuerdo, no he hecho más que trabajar.
–Pero el mecenazgo, en ocasiones, ¿es una decoración brillante que esconde muchos agujeros negros?
–Habrá casos, pero, en general, el mecenazgo que yo he conocido es bastante genuino. Sobre todo, en España, donde el incentivo fiscal del mecenazgo sigue siendo muy escaso. Los mecenas que yo he tratado quieren de verdad mejorar las cosas en el terreno cultural o social.
–¿Le han puesto muchas zancadillas y se ha encontrado con mucho charlatán?
–Zancadillas, muy pocas. Además, no me gusta recordarlas porque no sirve para nada.
–¿Ha sentido alguna vez el peso del fracaso?
–Tampoco me gusta rumiar los fracasos. No es mi temperamento. Hay veces en que las cosas no salen bien y, como se puede imaginar, eso me irrita mucho, pero enseguida salgo de ahí y empiezo a mirar al futuro inmediato.
–¿Ha confesado íntimamente que hubiese sido mejor tener una carrera como pianista en lugar de su fecunda trayectoria como mecenas?
–No. Hacer carrera como pianista nunca estuvo en mis planes. Yo sé quién soy. Me gustaba mucho el piano y los años de juventud que le dediqué me devolvieron una vida entera de disfrute de la música y un conocimiento que me ha permitido contribuir, en la medida de mis posibilidades, al progreso de la música.
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