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Ilusionado por la celebración en Santander de un festival de ilusionismo, o Muestra de las Artes Fantásticas, recordé que este año he presenciado en otro sitio la destreza del mago Pop, un joven catalán que debo calificar como fantástico. Pop hace aparecer y desaparecer helicópteros, ... como la ministra de Defensa las bombas hispano-saudíes, guiadas por un láser que identifica a los malos, como de antes hacían los inquisidores. Aunque no sé si Pop se atrevería con tres corbetas a la vez, que han estado a punto de evaporarse. Mientras no desaparezca el AVE Medina-La Meca, la patria conserva esperanzas.
Pero me temo que el mago Pop aún no ha alcanzado el nivel de perfección técnica que se emplea en Cantabria para causar la aparición o desaparición de cosas de considerable volumen. Por ejemplo, una mañana de 2010 desapareció el AVE Palencia-Santander, que ya es desaparecer. El truco fue tan bueno, que hay dudas de si podrá revertirse la operación o consistió en una fatal fluctuación del Triángulo de las Bermudas sobre el castillo de Monzón de Campos. Iker está en ello, se rumorea.
También desapareció una autopista completa que iba a unir el Ebro con el Ebro, es decir, Reinosa con Miranda. Ya nos veíamos en ella con babero, tanto nos la habían ponderado. ¡El Mediterráneo, por fin! Sagunto-Raos como aviso al eje Barcelona-Bilbao. Mucho adversario enfrente que no se resignó a que semejante conejo de doble calzada fuera extraído del sombrero del ilusionista ZP, el recientemente ascendido a ministro de Exteriores venezolano, ya que allí todo es ilusión y los ex presidentes difuntos se encarnan en pajaritos que asesoran a los presidentes. Al lado de esto, los magos son aprendices de brujo.
Ni creo que el mago Pop, con toda su sapiencia mágica, hubiera sido capaz de hacer desaparecer 1.000 aerogeneradores, tres centrales eléctricas de ciclo combinado, una Ciudad del Cine, un Guggenheim en Santander, un túnel bajo la Bahía, un puente Laredo-Santoña, otro de Requejada a Cortiguera, un túnel bajo Peña Sagra para unir San Pedro de Bedoya y San Sebastián de Garabandal, y otro de Potes a Reinosa, más que nada para traer a Liébana al Mirandés.
Haría falta una legión de curtidos magos para aproximarse al nivel de apariciones y desapariciones que son costumbre en la política de Cantabria. Varios arquitectos de mundial renombre ofrecieron sus maquetas para una nueva sede de la autonomía. Ganó Rafael Moneo, pero el edificio fue desapareciendo del horizonte hasta difuminarse por completo. No digo yo que no hubiera podido el joven Pop camuflar de algún modo el Museo de Prehistoria y Arqueología, escondiéndolo ora en Gamazo, ora en la Almotacenía, ora en La Lechera de Torrelavega. Pero en esto no podría igualar a la Consejería en magisterio de prestidigitación. En esto y en todo: el libro más importante de la infancia ya no es el de 'Mates', sino la Agenda. Lo fundamental de la escuela es el recreo. La pedagogía ha triunfado, ya puede disolverse.
En artes fantásticas, el personal de dirigencia se ha ido superando, como era de esperar por la acumulación de muchas décadas de experiencia. Hay auténticos veteranos que hacen aparecer y desaparecer un barrio en La Remonta, un ejército chino en Comillas, un convenio de Valdecilla, un interventor general de las cuentas… Lo que se tercie.
Lo más chocante ha sido, seguramente, la desaparición de empleables cántabros jóvenes que, ayunos de alternativas, han ido a desayunarse fuera. O de cántabros no tan jóvenes que, atrapados entre la rotación mareante y el vacío de la discriminación por edad, se han puesto definitivamente de perfil a la espera de una tercera edad que no puede ser peor que la segunda.
Se podría incluso planear en nuestra región un Museo de las Grandes Obras Desaparecidas. Hemeroteca hay a raudales. Los temas son apasionantes. Los trucos, sensacionales. ¿No desapareció la centenaria Caja en la inevitable operación de salvación por subsunción? ¿Dónde está Alí Syed, aún más famoso en su desaparición que en su glorioso advenimiento como divinidad oriental con guardaespaldas? ¿Dónde está el dinero público, mayormente? ¿Dónde los ganaderos que han ido haciendo mutis por la cuadra y abriendo hueco en las callejas al oso Yogui, al Lobo Feroz, al jabalí de Obélix, a los buitres del Libro de la Selva?
Ni aunque el Pentágono crease las Fuerzas Armadas Fantásticas y pusiera a los uniformados de Merlín a la tarea le sería sencillo emular los espectaculares logros de las artes fantásticas de Cantabria. Han desaparecido lo mismo jirafas que cuadros que techos de gasto, autobuses e incluso diputados de grupos parlamentarios, que asomaron de pronto en una caja al otro lado del escenario, junto al sombrero de copa del gobierno. Desaparecen sospechosamente los autónomos, cifra menguante en un periodo general de empleo creciente. Desaparecen las partidas presupuestarias que a final de año son decapitadas para cumplir sobradamente el déficit. Sobre este hay solo dos políticas, quiero decir, dos estéticas: los recortes anunciados y los recortes camuflados.
Se nos resisten, sí, algunos trucos desafiantes. Por ejemplo, la Residencia Cantabria. ¿Hay que llamar a Christo para que la envuelva? Otro es el Seminario comillano: ¿cómo fingir que no vemos la mitad ruinosa? Magos, tenéis que hacer algo allí, para que aparezca un Buda dorado de veinte metros o un ovni con motor de gasoil. Y ¿cuándo admitiremos que los plumeros argentinos nos han derrotado y no piensan desaparecer, porque vienen del jardín de los senderos que se bifurcan de Borges? Es el karma por conquistar América.
En general, la especialidad cántabra es la Magia de Desaparición, siendo la de Aparición algo mucho más excepcional entre nosotros; de ahí que no haya nada tan natural como el hecho de que se haya elegido patrona, entre las muchas advocaciones marianas veneradas, a la Bien Aparecida. Pues uno debe buscar la iluminación que le falta, y a nosotros colectivamente nos falta la de hacer que las cosas aparezcan bien.
El verdadero cambio, sin embargo, ocurrirá el día en que desaparezca la paciencia de los cántabros ante tanto abracadabra. Igual que hay ilusionismo, hay 'desilusionismo' y no conviene llegar ahí.
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