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Fueron apenas unos segundos. Atravesó el firmamento a la velocidad del rayo –a más de 11 kilómetros por segundo– pasadas las 20.45 ... horas del martes, dibujando una estela de fuego sobre las estrellas. Lo divisaron varios testigos desde diferentes puntos del norte de España, en Galicia, León, Asturias y Cantabria. «Lo más probable es que haya sido una piedra cósmica que entró en la atmósfera», asegura el director del Observatorio Astronómico (OAC) Ramón María Aller, de la Universidad de Santiago, José Ángel Docobo. «Si es que no se desintegró del todo, los restos cayeron al mar Cantábrico».
Es un fenómeno relativamente habitual para quien está acostumbrado a mirar al cielo pero es en ocasiones como esta, en que el tamaño del objeto es mayor, que resulta más visible para todos. Y lo cierto es que el cielo cántabro está siendo prolijo en estos sucesos últimamente; aunque no parece existir una explicación científica para la coincidencia. El anterior meteorito iluminó la noche de la región el pasado sábado 22 de diciembre.
«No hay nada que pueda indicar que ambos fenómenos, el de aquella vez y el de esta pasada noche, estén relacionados», aclara Francisco Carrera, astrofísico, catedrático de la Universidad de Cantabria e investigador del Instituto de Física de Cantabria (IFCA). «El sistema solar se fue consolidando a partir de la formación del sol. La mayor parte de la masa se concentró allí y el resto fue a parar a los planetas pero hay material que anda orbitando en diferentes lugares», afirma el experto.
La mayor parte de este material es completamente inocuo. Apenas tiene unas micras de tamaño y ni siquiera ofrece resistencia a su entrada en la atmósfera de la tierra. «No nos damos cuenta pero diariamente caen muchas partículas de estas. Lo que sucede es que al año son toneladas en todo el mundo», explica Javier Ruiz, responsable del Observatorio Astronómico de Cantabria, que durante el invierno permanece cerrado y no pudo registrar el fenómeno.
Para que estas rocas llamen la atención hace falta que tengan tamaño suficiente para ofrecer la suficiente resistencia a la entrada a la atmósfera hasta provocar esa incandescencia que provoca la típica estela luminosa que se contempla desde el suelo.
Todos estos fenómenos son más frecuentes cuando se producen las llamadas lluvias de estrellas, como las famosas Perseidas, las estrellas fugaces más potentes y populares del año, que llegan a mediados de agosto. «Ahí es más normal que suceda porque la órbita de la tierra atraviesa la estela de antiguos cometas que pasaron por ahí y que dejaron ese rastro de material que ha quedado vagando en esa zona», detalla Carrera.
El de la noche del martes es un caso aislado, una roca errante que por un casual se encontró con este planeta. Son muchas las ficciones que han fantaseado con la idea de que un gran meteorito llegue algún día a causar un cataclismo en la tierra. «Es muy poco probable porque no se ha producido en la historia reciente pero sí que es cierto que hay misiones tanto de la NASA como de la ESA que buscan posibles rocas de este tipo que puedan estar en la órbita terrestre», desgrana el experto del IFCA.
Lo más probable es que la roca que atravesó las estrellas la noche del martes terminara desintegrada. De no ser así, habrá caído en el mar. Es la impresión que sugiere a la vista la mayor parte de las ocasiones en que el testigo observa el fenómeno desde el suelo. «Tiene la explicación óptica de que normalmente lo que se percibe es que el objeto se va alejando en el horizonte;pero no quiere decir que caiga al mar, sino que se aleja hasta donde se nos pierde a la vista», razona el responsable del OAC.
De los que han caído en tierra hay pocos vestigios, al menos en Cantabria;aunque no quiere decir que no existan. «En Cantabria caen los mismos meteoritos que en el desierto de Atacama», asegura José Vicente Casado, un leones que lleva años estudiando estas piedras que llegan del espacio y que atesora algunas de las colecciones más completas del mundo. Lo que ocurre en Cantabria es que la vegetación, el agua, la erosión o la inclinación de las montañas altera esas rocas hasta convertirlas en irreconocibles. Por eso es tan complicado identificarlas. Y eso pese a que hay todo un mundo de la investigación dedicado al estudio de estos materiales, que pueden arrojar mucha información sobre la composición del sistema solar.
Aunque la verdadera curiosidad llega del ámbito menos académico y es que muchos de estos meteoritos caen en zonas despobladas, pero alguno ha llegado a alcanzar a personas. El único caso documentado de persona fallecida en el mundo por el impacto de un meteorito fue el de la estadounidense Ann Hodges, que hace 62 años recibió el impacto de una roca caída del cielo que atravesó el tejado de su casa de Alabama hasta alcanzarla en la cama mientras descansaba.
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