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Es desde hace años un dato esencial en las ruedas de prensa que ofrece la Consejería de Educación y FP pocos días antes de que comience el curso: el porcentaje de alumnado que han perdido las aulas cántabras en el año escolar en ... ciernes. En el actual, el descenso global ha sido del 1,8% y ha afectado, sobre todo, a la etapa de Infantil y a 1º de Primaria, según estimó la consejera Marina Lombó el pasado septiembre, a pocos días de que los estudiantes cántabros de todas las etapas comenzaran el primer curso sin restricciones covid.
Con una pirámide poblacional más envejecida y la caída de la natalidad, la realidad demográfica de Cantabria acaba teniendo reflejo en las aulas. No podría ser de otro modo. El informe sobre matriculaciones que el sindicato STEC publica anualmente a partir de cifras oficiales da una perspectiva a largo plazo. Este análisis evidencia que los colegios de la región pierden alumnado de forma progresiva y constante desde hace una década. Según estos cálculos, en la etapa de Infantil -a partir del segundo ciclo, es decir, el destinado a escolares de 3 a 6 años- las matriculaciones han descendido un 26,5% desde el curso 2012-13, el año escolar que marcó un punto de inflexión estadístico en la comunidad autónoma. El porcentaje se traduce en 4.399 escolares menos sentados en sus pupitres. STEC ejemplifica la situación con cifras aún más redondas: «Si hace diez años, en el nivel de Infantil de 3 años, que es la verdadera puerta de entrada al sistema, se matriculaban del orden de 5.500 alumnas y alumnos, ahora se matriculan alrededor de 3.700».
tendencia
El descenso también se deja sentir en Primaria desde hace ya cinco cursos consecutivos. Lo hace de forma menos acusada pero «notable»: la reducción es del 8,8%, estima el sindicato, esto es, desde el año escolar 2017-18 hay 2.943 estudiantes menos en esta etapa.
¿Y qué ocurre en la ESO? ¿Acabará alcanzándola la caída de la matriculación? Por el momento, las inscripciones en Educación Secundaria Obligatoria aumentan «modestamente» -este curso hay 308 alumnos más-, pero STEC augura que el saldo positivo no volverá a repetirse en esta etapa. «Probablemente, este sea el último curso en el que crece», vaticina el sindicato, que ante la coyuntura de las aulas reclama a la Administración un ajuste de los recursos educativos: más docentes, más refuerzo, cambios en la organización horaria y una bajada de ratios más veloz. «Es el momento», asegura Miriam Gómez, miembro de STEC.
¿Qué lectura hace la Consejería de la situación? Por un lado, también prevé que el impacto de la caída de las matrículas avance. El «descenso que se ha producido en Infantil en los últimos años, y que ha comenzado ya en Primaria, se trasladará a la ESO y después a Bachillerato en los próximos cursos», entiende la titular del departamento educativo.
607alumnos ha perdido Educación Infantil este curso respecto al pasado.
26,5%es el porcentaje de alumnos perdidos en el 2º ciclo de Infantil desde hace diez años.
1,3%de alumnado ha ganado este curso la Educación Secundaria Obligaria (ESO).
Se trata de una situación motivada, fundamentalmente, por la caída de la natalidad, «una tendencia común a toda Europa», analiza Lombó, que defiende la reacción de su Consejería ante las circunstancias: en abril del año pasado, Educación y sindicatos acordaron la disminución de las ratios en el 2º ciclo de Infantil -una medida que ya está vigente en las aulas y que ha supuesto una inversión aproximada de 4 millones de euros-; y el pasado mes de noviembre, el Gobierno anunció que las aulas de 1º de Primaria también reducirán su ratio de 25 a 20 alumnos por clase a partir del curso 2023-24 gracias a una inversión de 1,5 millones.
La caída de la natalidad «facilita» este tipo de medidas. «La reducción de ratios, aunque lógicamente está relacionada con la bajada de la natalidad -es viable hacerlo en este contexto y sería muy complicado en uno de aumento de la natalidad- es una medida que, aún con ese descenso acusado, implica un incremento sustancial de la inversión que se realiza en Educación», explica Lombó, convencida de que redunda en «la mejora de nuestro sistema educativo».
«La caída de los grupos de edad más jóvenes es una situación que ya estaba escrita». Olga de Cos, profesora del Departamento de Geografía, Urbanismo y Ordenación del Territorio en la Universidad de Cantabria, concreta que es un descenso inscrito en una pirámide poblacional envejecida por la cúspide -algo que puede entenderse como «éxito social», fruto de la mejora de las condiciones y la esperanza de vida-, pero también por la base, es decir, entre la población más joven. De Cos pone el foco en varias series estadísticas, concretamente en las relativas a la década de 1990, cuando tiene lugar «un punto de inflexión» que provoca que el peso de la población de más edad (de 65 años en adelante) acabe superando a la de los jóvenes. Ahora mismo, el porcentaje de menores de 15 años no llega al 13% en la región, y el de mayores se sitúa en el 22%, recuerda la también investigadora del Grupo de Economía de la Salud y Gestión de Servicios Sanitarios del Idival.
Hay más indicadores que ayudan a contextualizar la situación sociodemográfica. Está el retraso en la edad para la maternidad, que en Cantabria se sitúa en los 33 años. Y está el «bajo» índice sintético de fecundidad (hijos por mujer): teniendo en cuenta que el reemplazo generacional quedaría garantizado con un valor del 2,1, en la región se sitúa en el 1,3. Muy lejos. La comunidad se alinea, por tanto, con un grupo en el que figuran Asturias, Castilla y León o Galicia, que comparten este valor tan exiguo y un elevado peso de la población mayor.
Educación también apunta al descenso de la natalidad y a sus «múltiples» explicaciones. «Las personas que ahora tienen hijos son, mayoritariamente, las nacidas en los años 90, década en la que la natalidad en Cantabria fue baja», valora Lombó. «Además, por diversas razones -culturales, económicas, sociales- el número de hijos por familia también viene descendiendo en los últimos años. Es una tendencia común a toda Europa y la consecuencia lógica es la reducción del volumen de alumnado en el sistema educativo».
En cualquier caso, para buscar esos «matices reveladores» que ayudan a construir un relato más preciso, De Cos aboga por incorporar al análisis «una reflexión sobre el territorio». ¿Por qué? «Las estructuras demográficas no son homogéneas en Cantabria, sobre todo, en entornos periurbanos de Santander y Torrelavega», apunta, entornos que exhiben un mayor peso de la población joven, que puede llegar al 18%.
Educación coincide con la importancia de hacer un análisis en clave territorial. Como también pone de manifiesto el informe de STEC, que observa la matriculación por municipios o centros, «no toda la comunidad se encuentra en la misma situación». Hay zonas más y menos afectadas por el descenso de la población escolar, e, incluso, «en las localidades más grandes, no todos los barrios están en la misma situación. Por tanto, la caída de matriculaciones se producirá en distintos momentos temporales según las zonas», augura la consejera.
STEC también analiza la pérdida de alumnado en la red pública y la concertada. La matriculación cae más en la segunda, observa el sindicato. «Seguimos abriendo brecha con la enseñanza privada, pero lentamente, como viene siendo habitual los últimos diez años», dice STEC que aprecia diferencias por etapas, con la pública «aumentando la distancia» en el 2º ciclo de Infantil, Primaria y ESO. ¿Qué hacer? STEC aboga por la reducción progresiva de los conciertos: «Están dejando de ser necesarios y cada vez tienen menor demanda social».
«Al final, la estructura demográfica condiciona ciertas demandas basadas en el propio perfil de la población», apunta De Cos en relación al impacto que la composición de la pirámide y el peso de los grupos de edad tienen en las aulas, en los centros de salud o en otros servicios. Con todo, estamos «ante una situación más estructural que coyuntural», concluye la experta. «La pirámide de población actual es el reflejo de cómo se ha comportado la población en años precedentes, pero también es la base para reflexionar sobre el futuro», valora.
La realidad demográfica reverbera en las aulas y los colegios cántabros pierden escolares. ¿Qué hacer a partir de aquí? «En Infantil, el descenso está cronificado y va a más», expone en primera instancia Gómez, que más allá de la preocupación por lo que subyace en la caída de las matriculaciones -es decir, las causas socioeconómicas que explican el descenso de la natalidad- defiende que es preciso aprovechar la coyuntura para mejorar la educación. Rebajar las ratios -pero de manera más acelerada- y aumentar el número de docentes y de refuerzos educativos son asuntos irrenunciables: «Las necesidades educativas especiales y específicas son cada vez más y los apoyos no aumentan en proporción. Es el momento de ofrecer al alumnado una atención mas personalizada», estima desde STEC, sindicato que también propone reducir las horas lectivas, sobre todo en Primaria, y ganar tiempo para la coordinación, la preparación de proyectos -en consonancia con la educación en competencias de la Lomloe- o el contacto con las familias.
Lombó, por su parte, defiende su estrategia de reducción de ratios como una apuesta política que es «efectiva». Además del compromiso en Primaria, «Cantabria ha sido la única autonomía en efectuar una reducción del número de alumnos en las aulas de Infantil en los tres cursos de forma simultánea», subraya la consejera.
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