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La imparable escalada en el precio del aceite de oliva está ahogando a las conserveras de Cantabria, ya que son las empresas españolas del sector que más lo necesitan para elaborar sus productos: anchoa, atún y bonito del norte. «El aceite es más necesario ... como líquido de cobertura de nuestras conservas que para otros que envasan o enlatan al natural o en escabeche», explica Eduardo Sanfilippo, director de Marketing, Innovación y Comunicación del Grupo Consorcio de Santoña y presidente de Consesa, la asociación que agrupa a las 23 principales empresas conserveras de la región.
El precio del aceite de oliva se ha doblado en el último año. Las industrias conserveras cántabras han pasado de comprar un litro a 4 euros hace un año a pagar ahora más de 8 euros y lo peor es que sigue subiendo. Los conserveros aseguran que esta situación «es insostenible», buscan alternativas para no consumir tanto aceite de oliva y reclaman ayudas a los gobiernos regional, nacional y europeo. Todo lo que sea antes de subir el precio de las conservas a los consumidores, a los que el precio de la cesta de la compra tampoco da tregua desde hace ya muchos meses.
Para los conserveros, el aceite es el líquido de cobertura de su materia prima, pero es casi tan importante como ella. El aceite usado por las conserveras cántabras va desde el de girasol alto oleico, al de oliva virgen extra. «Las empresas de conservas de Cantabria utilizamos un 70 % de oliva y un 30% de girasol, aproximadamente. El de oliva es un aceite refinado hecho para las conservas. Es neutro, para mantener intacto el sabor de la anchoa o del bonito. Ese es el aceite estándar y con él están envasados o enlatados la mayoría de los artículos que hay en el mercado. Aunque también hay referencias que se elaboran con otro aceite de mejor calidad: el virgen extra (en muchos casos, el litro puede alcanzar los 12 o 13 euros)», explica Sanfilippo. «En cualquiera de los casos, el aceite que llevan nuestras conservas es un ingrediente principal, por lo que si sube su precio, el de la producción se dispara», añade.
Los conserveros ya tuvieron que lidiar en 2022 con un bajonazo del 10% en el consumo de sus artículos. Afrontaron una huelga de los trabajadores del sector (en su mayoría mujeres), que pararon casi la totalidad de las fábricas varias jornadas para pedir mejores sueldos y condiciones laborales. Y por si esto fuera poco, la invasión rusa a Ucrania noqueó los mercados y los precios empezaron subir. La energía, los servicios, la cesta de la compra y, cómo no, el aceite, el producto sobre el que se que sustenta la dieta mediterránea.
Empezó subiendo el de girasol e incluso se limitó su venta, así que los consumidores empezaron a consumir más del de oliva. La fuerte demanda tanto en España como fuera del país, sumada a una oferta inferior por culpa de dos años de catastróficas cosechas de aceituna por la tenaz sequía, ha dado como resultado que el aceite de oliva esté en máximos históricos.
Para entender mejor la situación a la que se enfrenta el sector conservero, para el que el aceite de oliva es una parte importantísima de su producción, sólo hay que poner un par de ejemplos. Una conservera pequeña, de las que tienen entre 10 y 15 trabajadores (representan casi el 60% de las conserveras que hay en Cantabria), puede llegar a comprar al año más de 15.000 kilos de aceite de oliva (se mide así), dependiendo de cuáles sean los productos que comercializa -porque no es lo mismo envasar que enlatar y no es lo mismo el aceite que se usa para la cobertura del bonito que el que se utiliza para las anchoas-. Esos 15.000 kilos hace un año valían 60.000 euros, mientras que hoy se están pagando 120.000 euros, «60.000 euros de más que se comen cualquier beneficio que tengamos», explica Silvia Salgado, propietaria de Conservas Angelachu, que tiene a su cargo 20 empleados. Y es que no sólo es el aceite, a las conserveras también se les ha encarecido, como a muchas industrias, la energía, el embalaje, el cartonaje, el transporte, la distribución...
Vamos con otro ejemplo. El de de una empresa mediana de las que también hay muchas en la región (con una media de 50 trabajadores). Anualmente vienen a gastar más de 100.000 kilos de aceite. Es decir, hace un año tenía unos costes de 400.000 euros sólo en aceite y hoy se gastan 800.000 (el doble). Según el secretario de Consesa, José Luis Marsella, «una conservera mediana como estas puede tener unos beneficios de 200.000 euros, pero si sus gastos de producción se doblan en tan sólo un año, no es posible sobrevivir».
Lo que sí aseguran los conserveros es que este aumento en los costes de producción no ha llegado al cliente... todavía. «Para subir los costes de nuestros productos tenemos que presentar una subida de tarifas a los distribuidores (los supermercados, cadenas de alimentación y tiendas especializadas) y negociar con ellos, negociaciones que suelen durar meses. Así que por el momento, no hemos trasladado nuestros aumentos en los costes a los mercados. Eso no quita que en las próximas reuniones con los distribuidores tengamos que plantearlo», resume Sanfilippo.
Según los representantes de Consesa, los conserveros cántabros están ya buscando alternativas para no tener que trasladar esa subida de sus costes a los clientes. «Hay fabricantes que están cambiando el aceite de oliva por el de girasol en algunas referencias; otros optan por reducir la cantidad de aceite que se echa en la lata y que en muchas ocasiones el consumidor tira por el fregadero. Se están mirando todas las opciones posibles para que la subida del aceite no haga que nuestro producto sea más caro, ya que eso sólo nos traería un nuevo descenso en el consumo y otro frenazo en nuestra producción», insiste el presidente.
Si alguna vez han comido patatas fritas Vallucas, que sepan que se producen en Villanueva de la Nía, en pleno corazón de Valderredible, donde la patata es el cultivo estrella. Y que el aceite que se utiliza para freírlas es de girasol alto oleico, que es el más parecido al de oliva, pero, eso sí, mucho más barato. David Fernández, creador de las Patatas Vallucas, comenta que ahora su precio está bajísimo. «Lo estamos pagando a menos de dos euros el litro». El precio se disparó en 2022 e incluso se limitó el consumo por temor al desabastecimiento. Fue tras la invasión rusa de Ucrania. Llegó a pagarse a más de tres euros el litro.
También han mostrado su malestar por la situación y la necesidad de ayudas al sector ante el consejero de Alimentación del Gobierno de Cantabria, Pablo Palencia. «Nos han dicho que se estudiará. Pero que no hay presupuesto», cuenta el secretario de la asociación, que ya planteó las necesidades del sector al anterior consejero, Guillermo Blanco. «En algunas comunidades como Galicia, donde las conserveras tienen mucho peso, las empresas pudieron acceder al dinero que la UE concedió a los negocios afectados por las consecuencias de la invasión rusa a Ucrania (una de ellas fue la subida del precio del aceite). En Cantabria, el año pasado nosotros pedimos que se convocaran esas ayudas, pero la respuesta fue que no había partida presupuestaria para ello», explica Marsella.
Silvia Salgado Conservas Angelachu (Santoña)
Silvia Salgado, de Conservas Angelachu (así llamaban a su abuela), trabaja de forma casi artesanal y mantiene un contacto directo con los clientes, aunque sus productos se puedan encontrar en los lineales de muchas tiendas de alimentación 'gourmet' de todo el mundo. Han llegado hasta Australia a través de la empresa Hotluck Club, especializada en la fabricación de condimentos alimentarios. Hacen un kimchi (col china fermentada con chile y otros ingredientes como el ajo, jengibre, sal y salsa de pescado) que incorpora en su proceso de fermentación la salmuera de las Anchoas del Cantábrico Angelachu.
Salgado está viviendo con mucha preocupación este incremento en el precio del aceite de oliva. «Desde marzo de 2022 hasta ahora hemos triplicado el gasto en aceite y sin tocar prácticamente los precios de venta al cliente. Es inaguantable». Toda su producción es con aceite oliva (hay conservas que llevan un 15% de aceite pero hay otras que pueden llevar hasta un 40%), pero hace unos meses y ante la escalada imparable del precio del AOVE, «hemos empezado a usar el girasol como aceite de cobertura en una de nuestras referencias más famosas, el tarro de bonito en trozos de 300 gramos. Lo seguimos haciendo con aceite de oliva y ahora hemos incorporado el de con girasol y a un precio mas bajo».
Para Salgado lo peor de todo «es que no sabemos cuando va a parar de subir el aceite. Los entendidos nos dicen que si la anterior cosecha fue mala, la de este año va a ser parecida o peor, así que supuestamente habrá menos aceite y seguirá subiendo el precio...», dice la conservera, ante un futuro inmediato poco halagüeño.
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