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Si pasan por algún municipio costero de Cantabria y se fijan, seguro que encuentran alguna. Cada verano están más presentes y este año ya parece que «a todo el mundo le ha entrado la fiebre de las autocaravanas», reconoce Juan Carvajal, presidente ... de la Asociación Cántabra de Autocaravanas. La demostración está en lo que cuesta alquilarlas, «es casi imposible, en las tiendas están desbordados». Es un turismo en auge y no ajeno a polémicas. ¿Cuál es el problema? Los espacios que utilizan para pernoctar. En algunas localidades tienen áreas específicas, pero si están alejadas de los centros urbanos o de los arenales, los usuarios optan por ocupar otros aparcamientos. En otros, como no hay un espacio habilitado, terminan buscándose la vida. El conflicto no es nuevo. Y las quejas de los vecinos porque les quitan espacio para aparcar se repiten cada verano.
El aparcamiento de la playa de Canallave, en Liencres, se convirtió el pasado fin de semana en algo parecido a un camping de autocaravanas donde pernoctaron decenas de ellas. Ayer, allí mismo, una decena de estos vehículos compartían espacio con los coches. Entre ellos estaba la de Salvador Romo y Pili Otaduy, vecinos de Bilbao y a quienes la policía municipal avisó desde primera hora: «Sólo nos dejan estar aparcados hasta las ocho de la tarde», contaban. La pareja entiende que no les permitan acampar, pero mientras «estemos sin sacar nada, no debería haber problema». Es más, entre los propios autocaravanistas se llaman la atención si alguno incumple esa norma. Para ellos el panorama es cada vez más restrictivo, «ya casi no podemos ni estacionar», señala Salvador. Tal es así que a veces «se nos quitan las ganas hasta de venir», admite Pili. Una situación que compara con otros países como Francia. Allí tienen áreas en «todas las esquinas». Y sí, ellos también han notado que aumenta el número de autocaravanas. Este turismo se afianza como una opción en la era 'poscovid'. En el aparcamiento de Las Llamas, en Santander, no quedaba ni un sitio libre.
Coincide Diego, vecino de Burgos, también estaba ayer estacionado en Liencres. Para él todo es un problema de «regulación». Por ejemplo, en Francia los espacios por donde se puede incluso pasear están perfectamente acotados, la ley es clara y concreta. Entiende que su autocaravana es un «vehículo estacionado» aunque dentro pueda pasar la noche. «Necesitamos que sean más permisivos». Esther Mérida, vecina de Puente Arce y asidua de la playa de Canallaves, ve como las autocaravanas le quitan aparcamiento, pero también es consciente de que «los que vienen a hacer surf tienen derecho a estar aquí», dice. Uno de los problemas con este turismo es que algunos abusan y terminan pasando una temporada sin moverse. «Somos los primeros conscientes de que no puede ser lo de aparcar en primera línea de playa y estar un mes, eso es ser un jeta», comenta el presidente de la Asociación de Autocaravanas.
En Somo también proliferan estos vehículos. Allí sí hay un área donde pueden acampar, pero alejado de la playa. Al municipio se acerca mucho turismo de surf que termina ocupando la primera línea. Y el problema es que muchas de las autocaravanas cuelgan los neoprenos y están casi acampadas. «Falta organización», resume Luis Crespo, autocaravanista además de vecino. «Sí hay gente que despliega las tablas y la ropa», admite Crespo consciente de que eso no es correcto. Por eso la mejor opción es habilitar una zona cercana al arenal y «exclusivamente para autocaravanas» y que «el resto del espacio queda libre», explica. Es cuestión de «organizarse» y no de «prohibir».
En la costa Occidental de Cantabria ocurre que los turistas en autocaravanas aparcan en las fincas aledañas a los arenales que los propietarios de los terrenos ponen en alquiler. «Este verano se nota un 20% más de afluencia que el año pasado por estas fechas», asegura Jesús Ofroid, dueño de una de las fincas situadas junto a la playa de Gerra, en San Vicente de la Barquera. Él gestiona como puede la entrada de autocaravanas en su terreno, donde destina un espacio específico al aparcamiento. Cobra diez euros por un día y una noche. ¿Cuántas caben? «No sé decirte, pero al de la finca de al lado le entran unas doscientas y todos los veranos llena», explica Jesús sobre el propietario del terreno que conecta con el suyo.
Los vecinos de los municipios costeros que poseen fincas aprovechan para hacer negocio ante la falta de espacio en los campings y la inexistencia de áreas específicas. «No estamos muy bien vistos por el resto de la sociedad y nos sentimos un poco discriminados», explica Isidro Camas, uno de los autocaravanistas aparcado. Lleva dos días junto a su familia y unos amigos en la finca de Guerra y califica el servicio de «caro y precario», porque está lejos de los núcleos urbanos y no se les prestan los servicios necesarios para el vaciado de aguas. «Venimos de Asturias, allí hemos pernoctado a un kilómetro del pueblo por tres euros la noche», asegura. «Soy consciente de que los propietarios de las fincas se aprovechan de que no acudimos a los campings y de que no hay un lugar habilitado para que aparquemos», opina este turista de Cáceres. Entonces, ¿por qué no elegir el camping? «Porque no necesitamos duchas ni luz. Conceptos por los que terminas pagando más de treinta euros». Sin embargo, otros campistas ven Cantabria como una opción «muy agradable» para este tipo de turismo. «Es la primera vez que venimos y volveremos», señala Alicia Canals, de Alicante. «En estos aparcamientos privados hay libertad», zanja.
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