La autovía de las mil firmas
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El tramo entre Santander y Torrelavega está plagado de grafitis, sobre todo la zona cercana a la capital del Besaya, en la parte de las interminables obras del nuevo nudoSecciones
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El tramo entre Santander y Torrelavega está plagado de grafitis, sobre todo la zona cercana a la capital del Besaya, en la parte de las interminables obras del nuevo nudoSi el lenguaje no ha cambiado, lo que quieren es que te 'lo comas', que 'te lo zampes'. «Lo que tiene el grafiti es ego. Poner tu nombre en una esquina, en todas las alturas. Gran parte es imponer». Lo contaba a este periódico hace ... años desde el anonimato uno de ellos, uno de los que pinta en Cantabria. Un veterano. Que se 'la coman' sin querer, sin que les quede otro remedio, es la prioridad. Por eso, el éxito al pintar un vagón de tren es 'que rule', no que lo manden a limpiar al día siguiente. Por eso escogen los lados de las autovías, las señales de tráfico, las fachadas bien visibles... Y justo por eso el trayecto de carretera entre Santander y Torrelavega, y muy especialmente el último tramo, está 'desvirgado'. Colonizado. La zona de obras antes de llegar a la capital del Besaya es zona grafiti. Para muestra, el último tramo de vallas insonorizadoras que queda al lado derecho y que se pierde en el desvío para Cabezón de la Sal. A ojo, con tres pequeños cortes, será como un kilómetro y medio. Hay 107 grafitis. Casi todo firmas elaboradas ('nubes', 'platas', 'blanqueos'...). Sin contar cientos de 'tags' (el simple garabato en negro). Prácticamente no queda un hueco libre. Al volante llama la atención. Te 'lo comes'.
Por allí pasan a diario miles de vehículos. En los dos sentidos. Tanto, que es uno de los tramos con más circulación de Cantabria. El Diario hizo el recorrido estos días fijándose en cada detalle. Desde su sede de la avenida de Parayas, tomando el desvío que uno coge a la altura de El Corte Inglés, en Santander, hasta la entrada a Torrelavega. Y vuelta (varias veces). En los primeros kilómetros de autovía se ven grafitis en los bloques de hormigón de los bordes, en los puentes que hay próximos a casi todas las salidas, en vallas de distinto tipo... Desde la salida hacia Corbán hasta Bezana hay un tramo algo cargado. Tal vez lo que más llame la atención sea ver la trasera de los paneles informativos o los radares. Están a buena altura. Es cierto que son accesibles, pero la escalera para subir no está, ni mucho menos, a ras de suelo (el inicio andará a unos tres metros). Todos los que ofrecen visibilidad al circular en cualquier sentido (está muy estudiado y ocurre también con señales de tráfico) están pintados. Habrá que preguntarle al autor de 'PTS' (hay firmas individuales, siglas de grupos o de tendencias...) cómo se subió al radar de Gornazo o al más próximo a Torrelavega.
Sigue la ruta y aparecen más. Algunos más recientes y otros con años. Los códigos internos de los autores -si es que los más jóvenes no los han cambiado- indican que nadie debería pintar encima del trabajo que ha 'desvirgado' un espacio hasta que tapen sus piezas con una mano de pintura gris o hasta que el tiempo les pase demasiada factura. Se ven en los bajos de naves industriales que dan a la autovía, en las vallas publicitarias que están vacías... Los hay, pero la postal no es distinta a la de otras muchas autovías de medio mundo.
La cosa cambia en la última parte del recorrido, la que coincide con el territorio que abarcan las interminables obras visibles del nudo de Torrelavega -con tanto retraso, a los grafiteros no les ha faltado tiempo para pintar-. Los últimos kilómetros antes del 'Donuts'.
Lo primero son las firmas que hay en un par de tramos de valla vegetal recubierta de rejilla. Se aprovecha cualquier espacio. Incluso este, que no permite los colores y se limita a marcar contornos. Buena parte de los muros traseros de las antiguas viviendas de Solvay está pintada. También el del perímetro del precioso campo del Barreda (siempre hablando de las fachadas con vistas a la carretera). Por supuesto, las vigas que sostienen los pasos para circular por encima de la autovía. Pero, sobre todo, las vallas de insonorización o, en general (tengan o no esta utilidad), las que se colocan a los lados de la calzada. Están plagadas.
En los tramos más altos hay firmas en dos alturas, unas encima de otras. Los huecos libres lo están porque son pequeños para dibujos de un tamaño interesante. Y hay mucho 'tagueo' (firma en garabato negro).
Ahí está justo ese kilómetro largo antes del desvío -y dentro de la propia bifurcación- hacia la A-8, en dirección a Cabezón de la Sal y Oviedo. Es eso, 1.500 metros (más o menos). Pero es tal la concentración de grafitis que el trayecto se hace muy largo (prueben a grabar un vídeo desde la ventanilla del copiloto de todo este tramo, como el que se ofrece en la web de El Diario junto a este reportaje). 'Jarmo', 'Kear', 'Sick 21', 'Shipo', 'Kata', 'Kiba', 'Arka', 'Honza', 'Fumon'... Son sólo algunas de las firmas reconocibles (puede bailar alguna letra porque a veces es difícil entenderlas por su diseño). Son muchísimas. En 2017, en Santander, había -es un dato que daban desde dentro- unas cincuenta firmas activas. Pues aquí parece haber cientos. 'Korazones', 'Yielo', 'Tenso', los dibujos que acompañan el nombre de 'Los suaipers club'... Hasta un 'Dobra' muy local para los torrelaveguenses. Como marcando terreno. Unos más simples, otros que acompañan el diseño de las letras con algún dibujo (un pájaro, una figura...), algunos que ocupan un largo espacio alargado, varios con unas pocas letras...
Uno se pregunta cómo lo hacen. Cómo acceden ahí. Los desvíos y las carreteras secundarias en torno a la autovía (en la que también hay señales y otros elementos pintados) tampoco son tantos en esta zona. Además, para alcanzar los que dan directamente a zonas cercanas a la vía hay que conocerlos. Y, en todo caso, hay que llegar a pie hasta allí y plantarse más allá de vallas o quitamiedos. Otra opción, la más probable, es detenerse -es más que posible que de noche, cuando apenas hay tráfico- en el trozo de carril y de arcén que está separado del tráfico por unos conos. Eso, claro, tiene sus riesgos.
Todo eso, en dirección Torrelavega. En el sentido opuesto -además de otros tramos de vallas, bajos de los puentes o paneles informativos-, está la parte más visible de la obra. El paso elevado a medio construir en Rinconeda (Polanco), a la altura del campo de fútbol. En este caso, sí que hay carreteras secundarias que dejan fácilmente a pie de obra dando un paseo, pero, obviamente, hay que colarse en la zona en la que se trabaja para llegar a los pilares de la estructura, a las vallas que dan a ambos lados (hacia dentro y hacia fuera) y a toda la zona en general.
«Si es legal, no es grafiti», se repite en 'El francotirador paciente', de Arturo Pérez Reverte, una historia que aborda este mundo. A la frase bien se le podría añadir muchas veces un 'y sin peligro' (si es legal y sin peligro...). Subidos al paso elevado a medio construir, las firmas que se hacen en las vallas hacia dentro no implican demasiado problema. Pintar con los pies en el suelo con el único riesgo de que te pillen. Pero las que se ven desde la autovía, las que se hacen hacia fuera, sí que parecen más complicadas. El saliente -como si habláramos de una cornisa- es mínimo. Apenas unos pocos centímetros. Y eso está muy alto.
Da igual. También han 'desvirgado' ese espacio. Ya quedan pocos huecos libres. Se dieron prisa. Lo hacen cada vez que hay un tramo nuevo. A la carrera. «Escribe rápido y vete». Eso también lo pone en el libro de Reverte.
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