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Moncho Escalante Galán (Santander, 1965) no es capaz de estar quieto muchos meses seguidos en un mismo sitio. Él se define como un aventurero. Desde muy joven descubrió su afición por las motos y los viajes «totalmente improvisados y fuera de las rutas habituales», ... indica. Afirma que su necesidad de aventura, de descubrir lo que no se ve, «surge de mi inquietud e inconformidad. No puedo parar quieto». De esta forma ha conocido 52 países, que ha recorrido en moto, camión y coche. Ha cruzado el Atlántico en un barco antiguo de vela. Ha pasado miedo. Ha pasado mucho hambre y nunca se ha arrepentido de nada. Ahora toca una nueva aventura. Una forma de viajar con un fin distinto: la solidaridad. Con el respaldo de la Fundación Emalaikat, va a recorrer 14.000 kilómetros con un amigo (los dos en moto) para entregar el dinero que están recaudando durante estos meses con el que construir un pozo en el poblado de Atapar, en la región de Turkana, en Kenia. Está organizando una cena benéfica para el día 28 de julio en el Centro Botín.
-¿Cómo surge este reto?
-Colaboro con la ONG santanderina Luz África. Mi intención era hacer algo similar, y el destino era Benin, donde tienen su sede. Pero debido al terrorismo islámico todos los caminos están impracticables. Al comentárselo a un amigo, me habló de la fundación. Partiremos el 7 de septiembre. Si alguien quiere algo más de información, puede entrar en la web www.rutadelagua.viajesinusuales.com.
-¿Cómo fueron sus primeros viajes?
-El primero lo hice con 18 años. Me fui con un amigo a Marruecos en una Vespa. Tardamos diez días entre la vuelta y la ida. Allí no pudimos pasar muchos días. ¡No teníamos dinero! Así que nos volvimos. He regresado en cuarenta ocasiones. Conozco ese país mejor que España. Después vino Europa. Viviendo en Inglaterra, con 24 años, me la recorrí casi entera con un Citröen 2CV, en un único viaje.
-¿Cuándo llegan los viajes más intrépidos?
-El punto de inflexión fue cuando, tras una ruptura sentimental, me marché yo solo, en moto, a Marruecos y estuve viajando durante dos meses. Tenía 29 años. Fue cuando descubrí que mi vida tenía que estar ligada a los viajes.
Estudió en el colegio de los Escolapios, en Santander, para saltar a Madrid, donde se diplomó en Restauración de Pintura (Bellas Artes), pero el trabajo en un museo de Burgos durante un año no le llegó a convencer, por lo que regresó a Madrid;allí estuvo varios años trabajando en el sector de la publicidad como creativo de grandes marcas. Terminó por fundar su propia empresa de diseño gráfico, publicidad y eventos. Su penúltima etapa, antes de regresar a Santander, fue en la Televisión de Cádiz. Desde hace dos años trabaja en la capital cántabra como experto en marketing digital, lo que combina con su gran afición a explorar la naturaleza a través de 'Cantabria Inusual'.
-¿Alguna preferencia a la hora de viajar?
-Mejor, en moto, solo o con pocos compañeros, sin organizar en absoluto y, mínimo, un mes de duración.
-En alguno de esos viajes ¿hubo alguna situación peligrosa?
-Pasé miedo en varias ocasiones. Durante una estancia en Mauritania se produjo un golpe de Estado. Hubo muchos muertos. Nosotros conseguimos salir pitando con las motos sin que nos pasara nada. Recuerdo otra ocasión, en el sur de Senegal. Había toque de queda en el lugar que yo estaba y no me había enterado. Salí con mi moto hacia la otra ciudad. Al dar una curva me encontré de frente con un tanque. Me tiraron al suelo y me encañonaron con metralletas. Pasé la noche en una cárcel militar, pero me dejaron ir al día siguiente.
-¿Se sufre siendo aventurero?
-En muchas ocasiones sí, pero sin duda merece la pena. He pasado mucha hambre, pero es ahí donde te das cuenta que cuando en el telediario te dicen que la gente se muere de hambre tú les puedes poner cara. No sabes lo que es tener dinero encima, que no te sirva de nada, porque estás en un poblado tan mísero que no hay absolutamente nada que comprar para comer. Es una experiencia que se la recomiendo a todo el mundo. Al menos, deben de hacerlo una vez en la vida.
-¿Cree que todo el mundo está preparado para ello?
-Claro. Sólo hay que adaptarlo a uno mismo. No es cuestión de sufrir por sufrir, sino de conocer tus límites. Vas a estar deseando volver a casa, a tus duchas calentitas, a la comida copiosa, pero cuando has descansado únicamente piensas en volver.
-¿Y por qué va a ser ésta una mejor forma de viajar que otras?
-Porque te descubres a ti mismo. No puedes escapar de ti. Y, además, las experiencias no son comparables con nada. Duermes en casas de familias que te abren sus puertas porque no hay otro sitio. Es la manera de entender otras culturas. Y te superas en las adversidades. Te lo digo yo, que tengo una pérdida auditiva del 80% y como se me estropeen los audífonos estoy perdido.
-¿Qué país le ha marcado más?
-India, pero África es el continente. Tiene algo especial. No hay grandes civilizaciones ni se han hecho grandes construcciones ni tiene un gran acervo cultural. Sin embargo, allí sientes que están en el origen del todo, de la humanidad.
-Tras 25 años ha vuelto a Santander. ¿Aquí también hay aventuras que correr?
-¡Por su puesto! En esta región hay mucho por ver fuera de los itinerarios tradicionales. Hay lugares increíbles que amigos míos, que llevan viviendo toda la vida aquí, no conocen. He creado un grupo, al que, quien quiera, se puede apuntar a través del Facebook de 'Cantabria Inusual', que es como se llama el grupo. Lo he organizado con una buena amiga, Belén Camino, licenciada en Historia Antigua. Siempre hacemos una excursión y después una buena comida.
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