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Los santanderinos viven en el país de las aves de invierno. Lo explica el informe de la organización ecologista Seo Birdlife que todos los años revisa el estado de los 23 humedales de Cantabria y las 65 especies acuáticas que anidan en ellos. El ... estudio correspondiente a este año revela que, a veces, una reserva ecológica no es sólo un vergel silencioso de aguas pacíficas y abundante vegetación de ribera. En ocasiones pasan barcos. Trabajadores somnolientos en una lancha de pasaje. Turistas que remontan un río. Aficionados a la vela. Y al fondo hasta es posible descubrir urbanizaciones y naves industriales. O sea, el retrato de la Bahía de Santander, cuya riqueza de especies se ha incrementado en la última década hasta equipararse prácticamente con la del Parque Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel.
El estudio «pone de relieve la creciente importancia» del área metropolitana como refugio de aves, una idea inconcebible a finales del siglo pasado. Hoy es un hogar para 55 categorías acuáticas, lo que «consolida a la Bahía como un notable centro de población», se felicita el portavoz de Seo Birdlife, Felipe González. El experto observa en esta evolución «un síntoma del trabajo bien hecho» y cita ejemplos como la recuperación de espacios naturales en Camargo y El Astillero. El informe refrenda su opinión. El aumento de las aves acuáticas «nos da una visión de cómo el valor de la Bahía de Santander se ha incrementado a lo largo de los años, fruto de los importantes trabajos de restauración y protección» efectuados en el que representa el mayor estuario del norte de España, con nueve kilómetros de longitud y veintidós kilómetros cuadrados de superficie.
Los ornitólogos consideran determinante la limpieza de los ríos que vierten en la bahía, pero, sobre todo, la restitución de zonas humedas y la eliminación de antiguos rellenos de tierra ganados al mar, que en su día llegaron a ocupar la mitad de la cuenca. No obstante, la última investigación certifica que «la mejora afecta a todos los humedales» –una progresión en la que la autonomía lleva embarcada veintidós años– y se hace especialmente palpable también en la ría de San Martín, donde anidan 32 especies, y la bahía de San Vicente, con 22.
El estudio, en el que participa una veintena de ornitólogos, destaca el «importante papel que ha asumido la desembocadura del Saja-Besaya» en este fenómeno, lo que «de nuevo está relacionado con la mejora de las aguas y la puesta en marcha de la restauración de humedales, como los de la cantera de Cuchía realizados por Solvay, o los de retirada de rellenos ejecutados por la Demarcación de Costas».
Por último, y a diferencia de lo que sucede en otras comunidades, toda la red «está protegida bajo una política muy estricta. Incluso la Administración prohíbe la caza. Las aves vienen a pasar una temporada crítica como es el invierno y necesitan tranquilidad«, advierte González en un tono pausado durante una conversación telefónica que ayer le sorprendió en pleno seguimiento a una colonia de aves en una laguna de Zamora.
A su modo, los ornitólogos son artesanos dentro de un ecosistema volátil. Van donde vuelan los pájaros. Trabajan con telescopios terrestres, pero especialmente usan la observación y el conocimiento del lugar. Cada marisma de Cantabria la inspecciona año tras año un mismo equipo. La revisión estadística tiene lugar en enero por tratarse de un mes clave de la invernada. Perseguir las huellas de un animal que vuela no parece sencillo. González dice que es cuestión de método, tesón y un «esfuerzo notable». El informe que Seo Birdlife realiza anualmente se hace en toda Europa de modo simultáneo. Por lo tanto, su valor es esencial cuando el cambio climático está destrozando las reglas de juego naturales en el continente. «Las aves son sensibles. Nos informan de los problemas ambientales». Aquí lo financia el Gobierno cántabro, interesado en seguir la evolución de los humedales y de sus habitantes en su condición de «termómetros de la salud de un territorio».
«En la comparación con otras zonas salimos muy bien», constata González. Los técnicos llevan a cabo otro estudio mensual desde hace 25 años en la reserva de Santoña, «la joya de la corona» y un parque «de importancia internacional» donde hace escala la mayor proporción de aves migratorias acuáticas. De hecho, si la riqueza de especies es casi idéntica entre esta marisma, con 58, y la Bahía de Santander (55), el número de ejemplares es superior en la primera. La reserva oriental acoge un 38% de todo el contingente, seguida del área metropolitana de la capital, con un 25%, y el embalse del Ebro (19%).
Aparte del silbón o la cerceta, por allí también paran con la llegada del frío Elena Baños e Igor Zárraga, una pareja madrileña aficionada al estudio de las anátidas y las garzas que hasta febrero se convertirán en visitantes asiduos de la laguna santoñesa. «En realidad, a nosotros nos gusta la fotografía natural. Tenemos miles de fotos de aves desde Doñana a Asturias, pero aquí se pueden descubrir especies que no encuentras en otros lugares«, informan. Es martes. Las nubes aún no se han despegado por completo de la marisma, pero ya se cuentan hasta seis coches aparcados en la orilla entre Cicero y Montehano. «Estos días se ve a mucha gente con prismáticos –confirma el portavoz de Seo Birdlife–. En invierno hay un turismo ornitológico que se mueve por el norte y muchos vienen a nuestra comunidad por su riqueza y porque sólo aquí se ven ejemplares de colimbos, eider o determinadas limícolas«.
En Cantabria anidan 32.321 aves acuáticas. ¿Cómo se determina esa cifra tratándose de una fauna que si no corre, vuela? De nuevo, el «tesón». Los expertos establecen un calendario para realizar simultáneamente el recuento de cada categoría en los humedales de toda la región y evitar duplicidades. El número resultante representa unos 1.2000 pájaros más que el año pasado. Esto va como el turismo. El último estudio contabiliza 65 especies, de las que sólo 16 ya suman el 97% de toda la población. Hay 15.788 anátidas, 6.568 limícolas y 7.421 gaviotas. Casi la mitad de estas, 3.077, acompañan de vez en cuando a los santanderinos en el Paseo de Pereda.
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