Babilonia

Otros bastos pintan cuando los huérfanos son ellos. Entonces pueden reaccionar con extraordinaria celeridad. Buruaga quiere caras nuevas -la suya tiene bula para exceptuarse de la categoría- y en el Parlamento han empezado a preocuparse. Como se anuncian renovaciones también en otras formaciones se han apresurado a cubrirse las espaldas, aumentando la partida de indemnizaciones para los diputados que pierdan el asiento en la próxima primavera electoral. Una prestación laboral que perciben durante dos años. No sea que cuando llegue mayo no haya dinero para todos.

Más lentas han estado las sucesivas autoridades de Santander que acaban de sacar del armario –literal- documentos de la dictadura ocultos durante cuarenta años en el cuarto de atrás del Archivo Municipal y que ahora amanecen distraídos en un almacén. Se percibe un entusiasmado aprecio por el patrimonio histórico incómodo.

Lo que no veremos hecho realidad –ya acumulamos una fracasada colección de estampitas electorales- es el enésimo anuncio de liberación de las estaciones, más allá de alguna tímida conquista prácticamente simbólica. Si el AVE perdió las plumas antes de echar a volar –la alta velocidad se quedó en altas prestaciones- ahora el anunciado soterramiento de las estaciones se queda en una simple tejavana. Más sencillo, más barato e infinitamente más chapucero. Esta semana nos explicaron –se agradece la sincera gallardía- que se va a cubrir la estación con una losa. Después, se urbanizará esa losa. Término que implica una carga indigna para quienes –tras esfumarse, también, aquel edén inmobiliario de La Remonta- llevamos varias legislaturas esperando el esplendoroso vergel de Babilonia que nos prometieron las infografías del profeta local.