«La bahía desde el aire es un privilegio»

-Creció en Renedo de Piélagos y reside en Canarias desde hace siete años. ¿Qué le llevo a irse tan lejos?

-Conseguir un sueño. Me fui de Cantabria con 29 años a Barcelona para estudiar la carrera de piloto de avión. Por circunstancias económicas no pude estudiarlo antes y tuve que trabajar y ahorrar para poder pagarlo. Incluso, vendí mi moto y mi casa. Llegué a Barcelona, pero la escuela cerró y perdí todo el dinero. Me quedé allí trabajando en Ryanair para, años más tarde, poder pagarme la escuela en Bilbao. Al tiempo de terminar los estudios me contrató Binter Canarias y hasta hoy.

-Fue el gran impulsor de la conexión aérea entre Canarias y Cantabria. ¿Cómo consiguió convencer a sus jefes de que la apuesta era segura?

-En febrero del año pasado Ryanair anunció que cerraba las bases en Canarias, por lo que la línea con Santander se perdía. Esa misma tarde llamé al CEO de Binter Canarias y le comenté la situación. Le expliqué que sería una buena idea poner una base de Binter en Cantabria. Me dijo que iban a estudiar poner los vuelos y que existiese la conexión aérea. Entonces, yo, que soy un poco lanzado, busqué el contacto de Eva Bartolomé (por entonces responsable de Turismo) y le expliqué la gran oportunidad que sería para Cantabria tener una línea con Canarias de cara al turismo. Es cierto que el Gobierno de Cantabria puso todas las facilidades del mundo. Al fin y al cabo, hay que estar en el momento adecuado y aprovecharlo. Además, les hice un 'tour' a mis jefes por mis partes favoritas de la región y les encantó. A día de hoy, Binter está apostando muy fuerte por Cantabria.

-Le conocen como el Revilla canario. En las oficinas de Binter se comenta que nunca habían comido tantos sobaos...

-A mí me han enseñado desde pequeño a ser agradecido. Desde que llegué a Binter he regalado sobaos y anchoas a todos los compañeros, me gusta que lo conozcan y lo prueben. El mote me lo pusieron también porque, al llegar a la compañía, casi todos los pilotos eran canarios y, por la radio del avión, detectaban rápido mi acento. Cuando me escuchan siempre hay alguno que me dice: «¿Qué pasa, Revilla?» o «Sergio, que me debes unas anchoas».

-¿Es cierto que durante los vuelos por el altavoz aconseja a los pasajeros qué sitios visitar de Cantabria?

-Es cierto. Siempre que puedo promocino Cantabria. Una vez mi jefe, de broma, me dijo que también recomendase sitios de Canarias. Muchas veces el sobrecargo me avisa de que hay cántabros en el vuelo que quieren saludarme y me hace muchísima ilusión. Siempre me dicen que, al escucharme hablar por el altavoz, habían reconocido mi acento.

-¿Qué lugares de Cantabria le gusta ver a vista de pájaro?

-De momento, no tengo la suerte de hacer la conexión Canarias-Cantabria. Hago las de Marruecos, Cabo Verde y Madeira. Pero, mientras estudiaba en Bilbao, volaba con mucha frecuencia a Cantabria. Y, la verdad, lo dice todo el mundo, pero la bahía que tenemos es espectacular. Ver la bahía de Santander desde el aire es un auténtico privilegio. Ahí me di cuenta de la gran ciudad que tenemos. Aunque llueva todos los días, me da igual, echo mucho de menos la tierruca.

-Un cántabro enamorado de su tierra, ¿tiene en mente volver en algún momento?

-Me encantaría volver a vivir en Cantabria, pero también soy consciente de la profesión que tengo y de que es muy difícil. Me encanta a lo que me dedico, pero tiene una gran limitación geográfica. Eso es así. Mi mujer es de Las Palmas de Gran Canaria y, desde que conoció Cantabria, le encantó. A veces fantaseamos, pero se queda en eso, en fantasías porque no hay base de ninguna compañía aérea en el aeropuerto. De todas formas, yo estoy muy contento en Binter porque me acogieron desde el minuto uno.

-Se comenta que uno de sus viajes se asemeja al de 'Maverick', de Top Gun...

-Antes de contar esta anécdota me gustaría recordar a la gente que tiene miedo a volar que es la forma más segura de viajar que existe. Que estas cosas pasan excepcionalmente y que, además, los pilotos nos formamos durante toda la vida para solucionar este tipo de situaciones. Lo que pasa que esta historia se la conté a algunos amigos y ahora me vacilan. Al fin y al cabo, los aviones son máquinas y las máquinas a veces fallan. Un día en Tenerife hacía muy malo y nos falló el GPS y la radio, por lo que tuve que, en mitad de una aproximación, buscar una zona libre de nubes y tomar una decisión importante en segundos. Finalmente, decidimos aterrizar en otro aeropuerto.