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¿Estamos bajando la guardia?
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Mascarillas mal puestas, personas fumando sin guardar distancias, geles que no se utilizan... La mayoría cumple con las normas, pero siempre hay excepcionesUna advertencia antes de que sigan leyendo: la mayoría cumple. Lo que se va a señalar aquí son excepciones. Como con los aviones, el ... que destaca -y el que genera problemas- es el que se retrasa o se cancela, pero nadie se fija en los doscientos que antes llegaron a la hora. Dicho esto, vamos con un pequeño ejercicio de observación con cifras concretas. Este lunes, en un paseo que incluye una parada en Guarnizo, un desplazamiento hasta el centro de Santander y un recorrido a pie por la ciudad de la plaza Machichaco a Cuatro Caminos (por San Fernando) y vuelta hasta la plaza del Ayuntamiento (por Vargas), el contador del que escribe sumó 21 personas sin mascarilla (se desconoce si alguno contaba con permiso por razones médicas), 28 con ella mal puesta (en la barbilla o dejando la nariz fuera), seis personas fumando sin guardar las distancias en aceras transitadas (y una más en una terraza en la que no estaba permitido), dos camareros con la protección por debajo de donde debe y una trabajadora atendiendo de cara al público en un comercio sin ninguna protección ante el coronaviurus. Es un balance de excepciones reales entre las 08.45 y las 10.15 horas.
«Estamos bajando la guardia», dicen habitualmente los políticos como advertencia -Revilla lo ha comentado recientemente-. Las autoridades sanitarias señalan, sobre todo, que los mayores incumplimientos se detectan en las reuniones sociales de no convivientes. Que si la celebración del cumpleaños, que si la barbacoa, que si un bautizo, que si el botellón de los jóvenes... «Si pueden posponerlo, que lo pospongan», insiste el consejero Miguel Rodríguez cada vez que habla. Más allá de los contagios en entornos laborales (o el balance de aulas que se van cerrando desde el inicio del curso), ahí pone la vista Salud Pública.
¿Y en una mañana de un lunes cualquiera? ¿Se palpan incumplimientos? ¿Hemos bajado la guardia? Son -hay que repetirlo- excepciones, pero sí que se ven algunas escenas que no se ajustan a lo que ahora es normativa (al margen de que se considere que es justa o contradictoria). Ejemplos reales de este lunespor la mañana en la capital: personas que entran a los bares sin mascarilla, que no se la ponen una vez acabada la consumición mientras siguen charlando, una pareja fumando en una terraza justo delante del cartel de 'Prohibido fumar' y cerca de otros clientes, una empleada de un comercio que da dos besos a un cliente al que no ve hace tiempo...
Hay casos que se repiten, que se ven con relativa frecuencia. Lo de quitarse la mascarilla para hablar por teléfono (escenas en Marqués de la Hermida, San Fernando, Vargas, plaza del Ayuntamiento...). O lo de tocarla con los dedos de forma casi compulsiva mientras se camina (por todas partes). El incumplimiento más obvio -aunque se tratara de una recomendación y no de una norma- es el de las señales en el suelo que se pintaron en los pasos de cebra de la capital. Para no cruzarse unos con otros al ponerse en verde el semáforo. Pues pintan -nunca mejor dicho- entre poco y nada. Casi nadie las respeta (y en cuanto hay una persona que no lo hace, ya no tiene sentido que sí lo haga el resto).
A esto se suman imágenes como quitarse la mascarilla para toser o para estornudar (dos casos vistos ayer) o la de hasta cuatro personas sentadas en el banco de la parada de autobús de San Fernando próxima a Cuatro Caminos. Cada una de su padre y de su madre, y en un asiento en el que para entrar cuatro hay que encajarse.
«Puede subirse alguno que le tienes que recordar que debe ponerse la mascarilla, pero es una excepción. Sí que hay más que la llevan sin cubrirse la nariz. Y en cuanto a las distancias, el aforo son 45 personas. A veces llevas cuarenta, y eso ya es bastante gente en un autobús. Pasa, sobre todo, en las horas punta, a las ocho de la mañana o a mediodía», comenta un conductor. Sí que se observa que, en el momento en que los vehículos llegan a las paradas más llenas, cuando abren sus puertas para acceder, se forman grupos sin que se guarde la distancia.
«En el taxi la gente cumple bastante. Hay clientes que, por inercia, van al asiento del copiloto, pero se lo explicas y lo entienden. Y a veces ocurre que te llaman de un servicio y, cuando vas a recoger, resulta que son cuatro. O piden otro taxi o desisten del servicio», explica un taxista.
Entre lo más preocupante de lo visto en el paseo de ayer (hasta las 12.30 horas) está el hecho de que buena parte de los que se bajan la mascarilla para charlar o tomarse un respiro sin distancia son personas mayores. El caso de dos mujeres en un banco de la plaza del Ayuntamiento. Una sin ella y otra, bajada. O el de un tipo fumando en pipa allí al lado en mitad del ir y venir. Incluso, la escena de un hombre con su cigarro en una terraza de Numancia en una mesa a la que se fueron sumando una mujer con un bebé y una adolescente. Todos sin mascarilla desde el primer momento.
«Hay algunos que fuman sin preguntarte, pero son los menos», comenta un hostelero que lleva la bandeja. «Lo normal es que antes de sentarte en la mesa de la terraza te pregunten si se pueden sentar o si la mesa está limpia, pero también hay casos que cuando te acercas ya ves que se han sentado».
¿Relajación? Pues algún caso hay respecto a las primeras semanas de la 'nueva normalidad'. Menos vigilancia en la puerta de algunos supermercados para controlar el aforo y escalonar la entrada. O esas alfombras desinfectantes en la entrada de los bares que en más de un caso ahora ya no tienen ni las letras de 'limpiar' y 'secar'. Medidas iniciales que se han ido apagando con el paso del tiempo.
Ojo al testimonio de una dependienta de una tienda de moda. «Es un poco caos desde que volvimos a abrir. La gente va a mogollón y tienes que decir constantemente que mantengan la distancia. Cuando lo dices, te encuentras con malas contestaciones y miradas. Ven que el aforo está completo, que cortas y pretenden seguir entrando. Hay casos que les dices que por favor se suban la mascarilla, te das la vuelta y se la vuelven a bajar. Nos pidieron incluso hojas de reclamaciones cuando teníamos los probadores cerrados, que no se podían abrir. En caja hay una mampara y se ponen donde no está, para estar más cerca. Es como si la gente estuviera de mal humor».
Quedan aún escenas del paseo de este lunes. La de un hombre con una de esas mascarillas con válvula que ya no se permiten (Calvo Sotelo, sobre las 12.15), la de otras que ya tienen hasta bolas de tan usadas (y sobadas) o la de un grupo de adolescentes recién salidos de clase -mochila en la espalda- a última hora de la mañana en las escaleras del edificio del antiguo Banco de España. «Mira, unos con la mascarilla y otros sin ella», comentaba una señora sentada en un banco justo en frente.
Puede que lo más irónico sean las justificaciones que se escuchan a menudo. Frases reales recogidas en Santander (aunque, en este caso, no son todas de ayer, si no de este periodo). «No, mi hijo sólo va con gente que conoce» (como si eso fuese una garantía); «Cómo no voy a dar un beso a mis nietos» (la abuela de dos adolescentes con los que no convive); «Si quieres nos damos la mano, que me hice la prueba hace una semana» (otra garantía falsa); «Sólo voy de aquí al coche» (saliendo del bar para recorrer la acera sin la mascarilla).
Ojo, eso sí, a señalar y a los 'policías urbanos'. Hay motivos justificados para, por ejemplo, no llevar mascarilla. Y despistes. «La verdad es que salí del coche y no me he dado ni cuenta». No nos hemos acostumbrado a esto.
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Ana del Castillo
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