Es más partidario de tomar una copita de cava tranquilamente que de andar regándolo por ahí para celebrar cualquier tipo de éxito, pero José Luis Bonet (Barcelona, 1941), dice que comprende el valor «litúrgico» de esa costumbre y por eso no se toma a mal ... el desperdicio. Confiesa estar preocupado por los afanes independentistas catalanes que no comparte -y que le han supuesto boicot por un lado y por el otro-, pero confía en que se acabará imponiendo el sentido común. (Esta entrevista está realizada antes de los atentados de Barcelona y Cambrils)
-¿Cuál es su relación con Cantabria?
-Mi padre era de Santander y buena parte de su familia sigue por aquí. Hemos estado viniendo toda la vida a Santander en verano. Por si fuera poco, yo conocí a mi mujer en la playa de El Sardinero, y ahí estamos después de 48 años.
«Freixenet es una empresa familiar, y las decisiones se toman mientras estamos en el comedor»
-Parece que la cosa anda revuelta en Cataluña. ¿Cómo se ve desde dentro?
-En Cataluña hay un problema muy grave. En este momento se ha consolidado una masa importante de catalanes que tiene la ilusión de conseguir la independencia. No son la mayoría, y me baso en las elecciones plebiscitarias de septiembre de 2015, en las que el 47,8% del electorado votó opciones independentistas. La mayoría, como yo mismo, no cree en eso. Esa fractura en la sociedad es algo muy negativo.
-Véalo de una forma optimista: pase lo que pase el 1 de octubre, una parte brindará con cava.
-Optimista soy, porque creo que las cosas no irán a peor, que habrá solución. Pero para que la haya, además de respetar la Constitución y la ley, falta una parte importante que es hablar; diálogo y consenso en todo lo necesario sin cruzar unas líneas rojas: democracia, estado de bienestar, economía social de mercado -con la empresa como protagonista-, y la unidad de España, y esto admite, dentro del Estado de las autonomías, el desarrollo de las distintas partes, pero sin romper el conjunto.
-¿Ha sufrido usted el boicot a los productos catalanes?
-Yo me siento barcelonés; soy catalán y español y europeo, y no veo ninguna incompatibilidad, más bien lo veo como un enriquecimiento. No creo en la independencia de Cataluña ya que, aparte de otras cuestiones negativas, quedaría ipso facto fuera de la Unión Europea y crearía dificultades en todos los órdenes: económicos, sociales... Sería malo para Cataluña, para España y para Europa. Y sí, he recibido un cierto boicot en ciertos momentos en que en España hubo alguna reacción... y también en Cataluña por tomar en su momento una posición pública en la línea que estamos comentando.
-El cava se asocia tanto a las celebraciones que uno tiende a pensar que quienes lo fabrican estarán siempre de fiesta y sin preocupaciones...
-El cava es una excelente bebida y España es una de las grandes potencias en el sector, como en el del vino. El problema es que los cavistas estamos muchas veces divididos, desunidos; cada uno busca lo suyo y no el bien común, y esto nos lleva a situaciones no deseables, como que el producto no se valore suficientemente, a pesar de que es excelente y que puede ganar compitiendo con cualquiera.
-Supongo que se pondrá negro cada vez que ve cómo lo derraman por el suelo para celebrar victorias ciclistas, en carreras de motos...
-Entiendo que es una expresión de júbilo y tiene su sentido litúrgico: es el exponente máximo de la celebración. Creo que es mejor beberlo tranquilamente, pero eso no está reñido con ser un símbolo de la celebración.
-¿Cuesta mucho convencer a la gente de que no hace falta que sea fiesta para beber cava?
-Es evidente que así debería ser, pero es difícil convencer a la gente por esos pecados de desunión del sector, incapaz de hacer una promoción conjunta. También hay un problema de que hay quien vende a precios excesivamente bajos, no sé si a pérdidas, lo que lleva a una situación de desprestigio del producto, cuando la realidad es que no tiene rival en el mundo en la relación calidad-precio. Es necesario colocar al cava en su sitio.
-Cada año, la Navidad empieza después del anuncio de Freixenet. ¿Cómo eligen a los protagonistas?
-Freixenet es una empresa familiar, y las decisiones siempre se han tomado un poco así, mientras estamos en el comedor, porque desayunamos, comemos y cenamos con el negocio. A principios de año cada uno cuenta su propuesta, y cuando ya tenemos ideas hablamos con la agencia, que hace los trámites y el diseño del spot. Lo mejor es que, desde que nació la 'burbuja' en el 72, no nos han dejado salir de esta línea: la burbuja se ha convertido en un icono de la publicidad del siglo XX.
-¿Hay alguien a quien quiso y no pudo tener en sus anuncios?
-Pues no. Siempre se plantean diversas alternativas y siempre se ha decantado por alguna de estas. A lo largo de todo este tiempo se ha ido acumulando un capital comunicativo impresionante, y ya no podemos salir de ahí. Ni nos conviene, porque esta campaña tiene una consolidación social absolutamente única.
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