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Tere se acercó a la plaza porque escuchó las campanas de la ermita del Sagrado Corazón. Repicaron para avisar. A esa hora, al lado del ... lavadero de Fuente Vieja, dos chavales estaban desbrozando. Era martes y en La Central tocaba descanso, aunque las sillas y las mesas de la terraza estaban en la calle como si estuviera abierto. No pasa nada. Al Bar Pedro sí se podía entrar a tomar algo (ellos descansan otro día, así que siempre hay una barra disponible). Y por allí delante pasaba Santos Fernández con el dalle al hombro. «De toda la vida. Aquí me crié y aquí me casé. Estoy jubilado de la Textil, en Cabezón, y voy a hacer algo y a pasar el rato a unas fincas que tienen los hijos». Si no fuera por el atril y las banderas que plantaron en la Plaza de La Ermita, nada separaría este martes de otro cualquiera en Barcenillas. Hacía sol, se respiraba calma y el pueblo estaba –como siempre– precioso. Como si eso (las casas o los árboles en flor al lado del Cantón) lo hubieran preparado para recibir de forma oficial el premio al Pueblo de Cantabria 2023. Se lo dieron en octubre, pero este martes se celebró el acto. La ceremonia. «Esto viene muy bien para la zona y para el pueblo. Hay mucha gente que pasa por la carretera y, si no entra, no sabe lo que hay». Lo que se pierden. Eso lo cuenta Javier Valle. Y es verdad. Vive en la Casa de Calderón, con su escudo en la fachada. Una de las joyas, entre portalones y balconadas, que hay por aquí. En el pueblo de las casonas.
Precisamente en la carretera, el cartel –Pueblo de Cantabria 2023– luce ya desde hace tiempo encima del indicativo de la localidad. Bien grande. Pero faltaba descubrir la placa, los discursos, la visita... Y eso hicieron este martes. Con la presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga, junto al alcalde de Ruente, Jaime Díaz (Barcenillas forma parte del municipio), en cabeza de la comitiva.
Un paseo por BarcenillasVer 8 fotos
El edil quiso recalcar el papel que para conseguir el premio jugaron «la Asociación Cultural de Barcenillas y, en general, todos sus vecinos». Su implicación, su cariño... En eso insistió mucho también Buruaga. La presidenta, de entrada, felicitó a los otros pueblos que se quedaron a las puertas de lograr el galardón. Bárcena Mayor (Los Tojos) y San Andrés de Valdelomar (Valderredible). Sus alcaldes se sumaron al acto, lo mismo que varios responsables de la mancomunidad de la zona o el consejero de Fomento, Roberto Media. «Salta a la vista que este pueblo no ha nacido ayer», señaló Buruaga, que destacó de Barcenillas esa «solera de varios siglos que se mantiene fiel a sus orígenes» y el hecho de estar tan «bien conservado». «No hay pueblo bonito si los vecinos no ponen guapas sus casas».
Habló de «tranquilidad», de un lugar «para venir a perderse» o de «paisaje y buena mesa». Y se detuvo en el esfuerzo por «intentar ganar población» (tiene 124 habitantes censados). «Ese esfuerzo necesita la colaboración del Gobierno de Cantabria. Tenemos la obligación de acercar los servicios a los vecinos y lo hacemos». Aquí, la presidenta repasó algunas de las medidas de su Gobierno, entre las que destacó la bajada de impuestos o la modificación de la Ley del Suelo. «Es –dijo– una enorme satisfacción ver que los vecinos acompañan la inversión pública con las suyas». Y, para acabar, felicitó a los residentes por su «conciencia cívica» y su contribución para hacer «de Cantabria pura calidad de vida».
Díaz y Buruaga descubrieron la placa que quedará de recuerdo como en los quince pueblos que recibieron antes el galardón. Luego, con los demás, se fueron a dar un paseo. Como tanto durante los fines de semana o en vacaciones. Los que van a comer un cocido a Ruente o a Cabuérniga y vienen aquí por la tarde. O los que arrancan desde aquí el camino hasta las cascadas de Lamiña. «La verdad es que sí que se ha notado lo del premio estos últimos meses. Hoy está tranquilo, pero los fines de semana... Viene mucha gente al pueblo o a las cascadas. Son mucho más conocidas en los últimos años y se pone de gente... Hay días que cuesta aparcar. Esta Semana Santa, por ejemplo, ha estado lleno», apuntaba una vecina.
Ellos, los vecinos, son los protagonistas del reconocimiento. Y no es que hubiera muchos en la plaza cuando se celebró el acto (más de uno decía que no se habían enterado, que no sabían nada). Pero todos, los que sí andaban allí y los que se cruzaba uno dando una vuelta, estaban «encantados» con el premio. «Lo hemos intentado varias veces y hemos trabajado mucho en el proyecto. A la tercera va la vencida (se habían presentado dos veces antes)», comentaba Irene González tras los discursos.
Es bueno eso de darse una vuelta por Barcenillas. No es grande. Son dos barrios unidos por dos plazas. Con sonido cercano de río y pájaros. Los amantes de la historia pueden leer por sus calles relatos de la Ruta de Los Foramontanos o de los dineros que llegaban de las Américas. Pueden detenerse ante el escudo de la Casona de la Calle del Cantero, una de las más llamativas. O contar hasta cinco –que no es habitual llegar tan lejos– al enumerar los arcos de la del Barrio El Pontón, ya subiendo para Lamiña. Está la ermita, la Iglesia de San Sebastián, en lo alto (el pueblo está en la falda de una ladera), la Hilera de la calle del Peso... Todo eso le da al pueblo un aire señorial, pero los huertucos que hay junto a cada vivienda, bien cuidados, equilibran a base de cercanía. Como el cartel que hay en una puerta: «No aparcar. Paso de animales». Aunque la ganadería ande de capa caída –por aquí también se quejan del lobo– y casi todas las vacas anden ya lejos del pueblo.
También es bueno –como en todas partes– charlar con la gente durante el paseo. «Es un encanto de pueblo. Es pequeño y tiene pocos vecinos. Pero da gusto pasear, somos buena gente, tiene unas casas preciosas...», dice Ana Saiz. «Es un pueblo muy vivo, que tiene gente toda la semana, pero los fines de semana se llena de juventud. La Asociación Cultural promueve una pila de actividades y es dinámico. Hay bastante juventud, hay un equilibrio», añade Adrián Izquierdo. De la calma habla Mercedes Díaz. «Cuando estudiaba fuera tenía que usar tapones, aquí no los he vuelto a usar».
Hablan de casonas, de convivencia, de paz, de visitantes... Y de los 130.000 euros para el Ayuntamiento que supone el galardón. «Siempre vienen bien». A unos les gustaría que soterraran el cableado («pero para eso no llega»), a otros un parque infantil... De hecho, más de uno aprovechó la visita de los políticos para reclamar mejoras. Fue en la misma plaza, antes de irse. «El pueblo es muy bonito, pero siempre hay cosas por hacer».
Los discursos, la placa para que el premio se recuerde siempre y la foto de familia tras el acto. Vecinos y autoridades en la plaza, junto a la ermita. Fue ahí cuando una de las vecinas que se acercó a la ceremonia, con toda la educación del mundo, levantó la mano para señalar que le gustaría decir algo. Todos escucharon con atención. «Me gustaría saber si nuestros pueblos seguirán siendo igual de bonitos si se libera el suelo... Yo estoy realmente muy preocupada por eso». Se refería a los cambios en la Ley del Suelo. A la posibilidad de levantar viviendas. «No te preocupes, no habrá problema», se apresuró a responder el consejero Roberto Media. Y Buruaga, la presidenta –con la misma educación que la vecina–, tomó la palabra para decirle que lo que se haga será «racional y equilibrado». «Y también –añadió en su respuesta– es importante que aquí haya vida y actividad».
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Ana del Castillo
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