La belleza, estúpido, la belleza
Los Ángeles ·
Sorrentino, más Sorrentino que nunca, traza un viaje napolitano sobre la mirada de Celeste Dalla Porta tan errante como asfixiante, tan sublime como enrocadoSecciones
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Sorrentino, más Sorrentino que nunca, traza un viaje napolitano sobre la mirada de Celeste Dalla Porta tan errante como asfixiante, tan sublime como enrocadoEmpieza deslumbrando. Discurre como una navegación sin rumbo fijo. Es gozosa en su esteticismo, en su elogio de la belleza. Y acaba por enrocarse, por deslizarse hasta un hermoso naufragio asfixiante sobre el paso del tiempo, el deseo, la fugacidad, la contemplación y el obvio ... homenaje del cineasta napolitano a su ciudad. Vaya por delante que 'Parthenope' es Sorrentino en estado puro y eso supone un viaje hipnótico, un trayecto por el asombro tan lúcido como cegador. Entre 'La gran belleza' y 'La juventud' se desliza este ejercicio de devoción visual, que se traduce en su obra más personal, lo que no significa ni la mejor ni la más honda. Se podría decir que 'Parthenope', su canto napolitano con parada en Capri, es para Sorrentino su 'Roma' felliniana, una desbordante sucesión de planos donde no solo hay algo hímnico y, a su vez, desmayado, en torno a la ciudad, sino un elogio de la mirada cuyo epicentro se sitúa en el rostro, el cuerpo y la presencia de la debutante Celeste Dalla Porta, verdadero hechizo turbador que sostiene la arquitectura de un tratado de la belleza.
País Italia
Año 2024
Dirección Paolo Sorrentino
Guion Umberto Contarello y Sorrentino
Reparto Celeste Dalla Porta, Gary Oldman, Stefania Sandrelli, Luisa Ranieri
Género Italia
En la melancolía, el estado por excelencia postpandémico, también distópico, en la tristeza, en la sombra de muerte y dolor que subyace en toda belleza, afloran los mejores momentos de eso que podríamos denominar como sorrentiniano: la comitiva del entierro interrumpida por una cisterna, casi animal, que asea las calles; o el arranque mismo de la película que ya deja noqueado al espectador.
El cineasta de 'Fue la mano de Dios' carece de una hoja de ruta y se regodea en una evocación, un documental atravesado por la belleza imponente de la mujer a través de sus trayectos vitales, en un diálogo sobre lo que vemos y cómo vemos, sobre esa mirada-faro, mirada-vida que es tanto celebración como derrota. Lo que ensalza y lo que desvanece, lo profano y lo sagrado, todo está ahí. Crece en la estampa, y eso es tan bueno como malo: el riesgo de la postal, la pose infectada de moda (Saint Laurent está en la producción) pero también, por contra, el fogonazo de su universo visual innegable, el hallazgo asombroso o la brutal y apasionada manera de atrapar un instante. Y en ese fluido errante Sorrentino se agota y el espectador con él. Hay amaneramiento y barroquismo, y en su vientre creativo convive lo kitsch y lo sublime. En sus querencias es tan mitológica como humana. A veces duele y otras es escaparate. Caben Bertolucci y Visconti. Triunfa el deseo, esa heroína propiamente dicha en busca de libertad. Celeste Dalla Porta como un verso libre. La vida pasa. Nos queda el cine.
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