En la salud y en la pandemia. La crisis sanitaria ha alterado todo aquello que implique contacto y reunión. Las bodas, por tanto, han quedado tocadas... pero no hundidas. Cuatro parejas cuentan cómo se casaron o cómo esperan hacerlo este año
«No quisimos que la vida se parase sino seguir adelante»
Un par de semanas después de que el país se encerrase en casa para tratar de frenar la propagación del virus, Jesús Peña y Leyre López ya fueron definitivamente conscientes de que su boda, prevista para finales de mayo, con baile y brindis, con besos ... y abrazos, con familiares y amigos, no podría celebrarse. La conmoción, sin embargo, les duró apenas un segundo; son una pareja decidida, y se vieron capaces de transformar el presente en futuro. Pospusieron la cita para finales de septiembre, cambiaron detalles logísticos de la boda, cruzaron los dedos y se dispusieron a esperar.
Corrían las semanas y la pandemia, lejos de remitir, explotaba como una supernova. En mayo Jesús y Leyre cancelaron la celebración y ya decidieron no ponerle fecha. «Fue uno de los momentos más relajantes de vida. Cancelar era la mejor opción. Había muchos riesgos», recuerda aún con alivio este ingeniero mecánico.
Sin embargo, la pareja sí decidió oficializar su matrimonio. «No quisimos que la vida se parase, decidimos seguir adelante». Llegó el 25 de septiembre, llovía muchísimo, Jesús se vistió con su traje de novio –aunque sin la corbata–, y no se libró de esperar a su pareja media hora a las puertas de la Notaría. «Guardó la tradición». Se casaron acompañados solo por un par de testigos y su bebé de año y medio. En nada se parecía aquello a la boda multitudinaria que imaginaron, ni siquiera la familia mirandesa de Leyre pudo estar a su lado, pero los amigos les enviaron su felicitación todos vestidos de boda, y la familia armó un bonito vídeo para darles la enhorabuena. «Por eso, de alguna forma, nos sentimos acompañados». El broche fueron los tres días «maravillosos» que pasaron en un hotelito integrado en la naturaleza.
¿Celebrarán una fiesta con los suyos en el futuro? Les encantaría, pero optan por dejarla para «cuando todo esto cambie, cuando de verdad volvamos a la normalidad». No les importa esperar un año, dos años, si es para celebrarla acorde a sus deseos.
Pandemia, lluvia, mudanza de casa –sí, también tuvieron que mudarse–, y una cosa más. «Para darle más emoción a la situación, suspendimos la boda, pero nos quedamos embarazados». Es un niño y nacerá la semana que viene, quizá la siguiente.
Lara Criach Fernández y Antonio Luque Carmona. Madrid-Santander-Cádiz
«Disfrutamos mucho de ese día. 2020 ha sido un año de comienzos»
A priori puede sonar extraño, pero ni Lara Criach Fernández ni Antonio Luque Carmona cambiarían nada de su boda. Se casaron más tarde de lo que deseaban, un día de alerta naranja por lluvias, todos protegidos con mascarillas, sin baile, con mesas burbuja. «Sobre el papel, la boda podría parecer otra cosa, aburrida incluso, pero la disfrutamos muchísimo, tanto nosotros como los invitados», dice Antonio, ingeniero de telecomunicaciones en una gran corporación internacional. En conversación telefónica, la pareja –ella cántabra y él andaluz, ambos residentes en Madrid– recuerdan con tremendo cariño el día de su enlace. «No cambiaría esta boda por nada. No pudo haber salido mejor, todos estuvimos a gusto, y los invitados se sintieron muy seguros», añade Lara.
Al principio, quizá costase ilusionarse. Lara y Antonio habían planeado casarse en junio de 2020 y disfrutar del viaje de novios en las Olimpiadas de Tokio. Tras dos años ajustando boda, viaje e invitados, los planes se desmoronaron. ¿Qué hacer entonces? Básicamente, encaje de bolillos para volver a cuadrar fechas, reservas, precios, entregas... Lo lograron: volvieron a elegir Suances y allí congregaron, el 29 de agosto, a un puñado de familiares y amigos, que además les habían ayudado a pensar alternativas para todo aquello que impedían las medidas anticovid. ¿Que el baile no era posible? Pues un karaoke. ¿Que había posibilidad de que lloviera a raudales? Paraguas y calzado de goma para todos. ¿Que era una obligación absoluta estar bien protegidos? Pues qué mejor que repartir un pequeño kit higiénico, con gel y mascarilla, entre los invitados.
En las fotos de su boda, la pareja irradia esa felicidad que ahora evoca por teléfono. Fue una boda «íntima» y «muy especial». El establecimiento del convite les dio facilidades para cambiar de planes y pudieron dar respuesta a su «máxima preocupación», que era «la seguridad de todos». Ningún contagio, ninguna preocupación a posteriori. «Hicimos las cosas bien, y si se hacen así, no tiene por qué pasar nada».
Lara y Antonio miran atrás y eso les da impulso. «2020 ha sido un año de comienzos del que sacamos cosas buenas».
Sará Maté Miguel y José Luis Coloma Fernández de Troconis. Santander
«Estamos deseando celebrar, tener un motivo para reunirnos, una alegría»
Después de muchos meses separados por la distancia geográfica y emocional que impone el covid, esta boda será para Sara Maté y José Luis Coloma, y para casi todos sus invitados, la primera oportunidad de reunirse y verse las caras, aunque todos las tengan cubiertas con una mascarilla. Su idea es casarse el 21 de agosto, casi un año después de la fecha original, aunque lo cierto es que aún no han podido despejar todas las dudas sobre el enlace.
Resulta difícil concretar en qué situación estará Cantabria a finales de agosto, qué incidencia covid presentará, qué medidas seguirán vigentes, cómo podrán reunirse entonces. La pareja no deja de preguntarse si tendrá que volver a posponerla, pero se toma con entereza la provisionalidad que ha traído el covid. Es una pareja fuerte: «Nos lo tomamos con filosofía, hay cosas peores en esta vida. Pero cuando nos dejen, lo vamos a celebrar por todo lo alto. No es tan importante hacerlo un año antes o uno después, sino seguir adelante», asegura Sara, aparejadora, burgalesa afincada en Cantabria que no esconde las ganas que tiene de abrazar a los suyos, quizá a pocos kilómetros en el mapa, pero más alejados a causa del covid.
La pareja lleva «toda la vida» junta. Se casa por lo civil y tiene muchas ganas de hacer de la celebración posterior un encuentro en mayúsculas. «La boda es una forma de reunir a la gente que quieres, a la familia y a los amigos;es baile, fiesta y alegría», resume José Luis, enfermero en un centro médico privado de Santander, y con pocos momentos para el descanso durante esta pandemia. «La familia tiene mucha ilusión porque, al estar como estamos, ya no hay forma de celebrar ni un cumpleaños. Ni siquiera hemos celebrado las Navidades», añade Sara. Por eso, «estamos deseando celebrar la boda, tener un motivo para reunirnos, una alegría». Para ella, de hecho, será una forma de celebrar la vida tras haber perdido a gente cercana a causa del coronavirus.
Los dos quieren seguridad. Barajan incluso casarse en agosto y dejar la fiesta para otro momento. Una boda es alegría, insisten, y en los tiempos que corren, la alegría es también no correr riesgos.
Loreto Rey Millán y Alván García Santiago. Puente Arce
«Esta boda significa continuar con nuestro proyecto de vida»
Julio es el mes más especial del año para Loreto Rey Millán. Comparte esos días de verano con sus primos en el pueblo; celebra su cumpleaños, y también su aniversario con Alván García Santiago. En 2021 va sumarle al mes una nueva efeméride: el día 31, coincidiendo con la fecha en que la pareja festejará trece años de relación, van a celebrar su boda. «Significa continuar con nuestro proyecto de vida. Y tengo el mejor compañero para ello», cuenta Loreto, abogada, por teléfono.
Para conocer la historia de este enlace hay que rebobinar hasta noviembre de 2018, cuando la pareja comenzó a organizarla. Querían una celebración multitudinaria, al aire libre, llena de detalles y flores, querían bailar juntos el clásico 'Stand by me' que compuso Ben E. King. «Queríamos hacerlo bien. Tengo claro que una boda así se hace una vez en la vida, y la verdad es que no es nada sencillo», reconoce Loreto. Junto con Alván fue tejiendo su plan nupcial y le pusieron fecha: el 25 de julio de 2020. Sin embargo, la pandemia estalló seis meses antes y su boda, como tantas el pasado año, quedó en suspenso.
Cancelarla fue una gran «desilusión». Loreto, de hecho, apuró todo lo que pudo, confiando en que la situación mejorase, pero celebraciones de gran envergadura como la suya eran casi que imposibles el pasado verano. Alván y ella lo pensaron – «no queríamos que la gente viniera con miedo, o que no viniera por ese motivo»– y decidieron posponerla un año, al 31 de julio de 2021.
«El día que ya tuve que cambiar la fecha de la boda estaba tan nerviosa que ni me di cuenta de que coincidía con nuestro aniversario», cuenta la novia. Los nervios, de hecho, no la han abandonado desde entonces. ¿En qué condiciones celebrará su enlace? ¿Qué aforos, qué horario, qué medidas estarán vigentes? ¿Podrán casarse, como desean, ese día? «De momento, y hasta que no se levante el veto a la hostelería, no se sabe nada. No sabemos nada», lamenta Loreto, que sin embargo no pierde la confianza. Por lo pronto, tiene un par de certezas: seguro que todos se protegerán con mascarilla, y segurísimo que, de poder celebrarse, «la felicidad ese día será plena».
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