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Imagínense pasear entre Santander y Los Corrales de Buelna o Noja por hileras de pórticos infinitos, uno detrás de otro, al calor y al resguardo de la historia. Y de la climatología en caso de que no sea benévola. Dejen de imaginar. Porque este ... es uno de los grandes atractivos que permite Bolonia, que cuenta con la red de soportales más extensa del mundo –más de 40 kilómetros–, que se extienden de norte a sur, de este a oeste, como arterias que dan vida a la ciudad, como un laberinto mágico que permite una sútil conexión entre el pasado y el presente. Porque los pórticos, que nacieron en la baja Edad Media, representan hoy en día el patrimonio cultural más importante que posee esta urbe italiana, conectada desde la semana pasada con Santander a través de la nueva ruta aérea que ha puesto en marcha la compañía Ryanair., con dos conexiones semanales (los lunes y los viernes) durante todo el año.
Pero no es el único atractivo. Ni mucho menos. A lo alto sobresalen las famosísimas 'Torres gemelas' –la Asinelli y la Garisenda–, las dos únicas que se conservan de las más de 200 que había en la época medieval, cuando se convirtió en el 'Manhattan del Medievo'. Sólo la primera de ellas, la Asinelli, es visitable y permite desde su cima contemplar unas vistas impresionantes, majestuosas, de la ciudad y su distribución. Eso sí, para disfrutar de ellas hay que esforzarse en subir (y luego bajar) casi 500 escalones, pero el premio final merece la pena.
Bolonia, la capital de Emilia-Romaña, una de las 20 provincias que conforman Italia, respira historia. Por encima de todo y por los cuatro costados: desde la Piazza Maggiore, el epicentro del casco antiguo, que engloba la Basílica de San Petronio –cuya construcción se detuvo por orden del Vaticano para que no superase en magnitud a la de San Pedro–, la Fuente de Néptuno –con sus discutidas y retocadas dimensiones que siempre dan lugar a animados debates– y los palacios Comunal, del Rey Enzo o del Podestá , hasta el Santuario de la Virgen de San Luca, situado sobre una colina y al que se llega a través del pórtico más largo de la ciudad, que mide casi cuatro km de largo y consta de 666 arcos.
Entre ambas referencias, muchos puntos para no perderse: la Piazza de Santo Stefano, donde se alza la basílica del mismo nombre, conocida popularmente como 'Las siete iglesias', en cuyo interior se exhibe una réplica del Santo Sepulcro de Jerusalén del siglo V; Il Quadrilatero, una serie de calles estrechas y empedradas donde están ubicadas las mejores tiendas para comprar productos típicos de la ciudad y algunos de los mejores restaurantes; el Mercato delle Erbe; el Real Colegio de España, el que es el primer colegio mayor del mundo, del siglo XV, y que representa una de las muchas huellas del legado español en tierras transalpinas; y la Universidad de Bolonia, que fue fundada en 1088 y es la más antigua de Occidente. Bien merece dedicar unas cuantas horas del viaje a su visita para disfrutar de su ambiente (de día y de noche) y de sus edificios, empezando por su biblioteca. En esta institución académica estudian 100.000 personas, una cuarta parte de la población residente en Bolonia, procedentes de muy distintas partes del planeta, entre ellos un buen puñado de jóvenes españoles.
Y más allá de los atractivos turísticos que se recomiendan en cualquier guía, Bolonia es una ciudad para vivirla, para recorrerla a pie o en bicicleta, y disfrutar de sus rincones, de la música en directo, del erotismo latente de sus esculturas o de la riqueza de su gastronomía, entre la que sobresalen los tortellini al ragú, la mortadela –presumen de elaborar la mejor del mundo– o los helados. Y para descubrir sus secretos, porque, como toda ciudad medieval, guarda infinidad de misterios. «Siete secretos por descubrir y cien más por disfrutar», reza la leyenda de una ciudad que te atrapa irremediablemente como un virus benigno del que no puedes –ni quieres– protegerte.
El cuidado comercio merece capítulo aparte. Porque en esos soportales conviven la historia y la última moda, con una sucesión de tiendas de las más importantes firmas de ropa, complementos, calzado y decoración, entre otros sectores, con escaparates de llamar la atención. Eso sí, los precios de estos caprichos están como la torre Asinelli, por las nubes.
La compañía irlandesa de bajo coste Ryanair es la encargada de operar la ruta entre los aeropuertos Seve Ballesteros y Guglielmo Marconi dos veces por semana durante todo el año, además en días muy estratégicos: los lunes y los viernes. Bolonia supone la gran novedad de la temporada de invierno del aeropuerto cántabro, que, en total, oferta 16 destinos, dos más de los que había en la parrilla el año pasado a estas alturas. Apenas dos horas de vuelo para unir dos territorios como Cantabria y Emilia-Romaña, que fueron elegidos por parte de la editorial de viajes Lonely Planet como los dos Mejores Destinos Europeos de 2018. Eva Bartolomé, directora general de Turismo del Gobierno regional, destaca que el doble objetivo de esta nueva ruta es permitir a los cántabros viajar a una de las zonas «más atractivas» del país transalpino y despertar «el interés, las ganas y la curiosidad» de los habitantes de esta región italiana «para que se sientan tentados a visitar la nuestra».
Pero la conexión aérea desde Santander permite mucho más que la sugerente visita a Bolonia. La estación de tren de la ciudad es la segunda con más tráfico ferroviario de Italia, tras la de Termini en Roma, y permite conexiones cómodas y rápidas –entre 30 minutos y una hora de viaje– con muchos puntos interesantes de la región de Emilia-Romaña: Módena, Rávena, Ferrara, Parma...
Módena, que además de vinagre balsámico presume de su Duomo, de su Piazza Grande, del Palacio Ducal o del Museo de Ferrari, más de 2.500 metros cuadrados dedicados a la pasión roja por el motor. Los aficionados del 'Cavallino Rampante' también pueden visitar la cercana Imola, donde se ubica el mítico circuito sede de la escuadra ferrarista.
A alrededor de una hora de Bolonia se encuentra Rávena, la ciudad de los mosaicos y el arte bizantino que cuenta con numerosos edificios que han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Lo más sobresaliente son los coloridos mosaicos que engalanan el interior de los edificios religiosos, mucho más discretos y sencillos en su exterior. Es el caso de la basílica de San Vital (una auténtica joya de planta octogonal que exhibe deslumbrantes mosaicos bizantinos), la basílica de San Apolinar el Nuevo (del siglo VI) y el mausoleo de Gala Placidia (cuya construcción se puso en marcha en el año 425). También se puede visitar la tumba de Dante (una de ellas), el autor de 'La Divina Comedia', una de las cumbres de la literatura universal.
Ferrara, a orillas del río Po, bien merece ser colocada entre las prioridades de las excursiones alrededor de Bolonia. Su casco histórico, declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1995, es de una belleza inigualable, desde el imponente Castillo de los Este, construido a partir de 1385, parcialmente restaurado en 1554, recientemente remozado y que está rodeado, como manda la tradición, de un profundo foso con agua, hasta la catedral y el ayuntamiento, situados en las inmediaciones. Pasear por sus calles supone adentrarte en un viaje sin retorno en el tiempo, un tránsito al que ayuda también tomarte un trago (o varios) en la taberna más antigua del mundo, Al Brindisi, cuyas primeras referencias datan de 1435 y que hasta hoy nunca ha cerrado sus puertas. Los libros de historia recogen que el astrónomo Copérnico era uno de sus clientes habituales. Pero allí sólo se sirve vino o agua, como bien advierten sus camareros. «Y el agua no merece la pena», añaden irónicos.
También la inconmensurable Florencia y su seductora Toscana están a menos de una hora de viaje en tren. Y hasta Venecia y Milán están a una distancia más que razonable para viajar desde Bolonia, el pórtico que abre a los cántabros el corazón del norte de Italia.
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