
Secciones
Servicios
Destacamos
Ángela casado
Miércoles, 4 de julio 2018, 07:17
«No voy a cobrar las bolsas porque forman parte de mi publicidad», asegura Raquel Oruña, dueña de la zapatería Barros&Graham. El negocio funciona desde la década de los cuarenta y se distingue por ofrecer un producto de calidad. También lo son sus bolsas. «Cada una me cuesta cerca de dos euros y cobrarlas me ahorraría muchos costes, pero no me parece lógico que los clientes salgan de aquí con los zapatos en una bolsa del supermercado después de haberse gastado un dinero». Con las letras en dorado, llaman la atención de los viandantes. Algunas señoras le han llegado a pedir varias porque son «bonitas y resistentes».
El 18 de mayo el Gobierno aprobó el decreto que pone fin a las bolsas de plástico que se entregaban, hasta el sábado pasado, de manera gratuita en la mayoría de comercios, normativa que desde el pasado domingo obliga a cobrar las bolsas de plástico. El objetivo principal que marca el documento es «terminar con estos envases tan dañinos, desde el punto de vista medioambiental».
No se puede negar que la bolsa de plástico es un reclamo publicitario importante para las marcas. Los logos impresos recorren las calles desde las manos de sus compradores y se cruzan con cientos de personas, dando lugar a una gran cantidad de clientes potenciales. No es la única pega que encuentran los pequeños comercios a la nueva normativa. Algunos aseguran que darlas gratis los distingue de las grandes superficies. «Los clientes valoran esos pequeños detalles. Hay grandes multinacionales rodeando mi negocio y regalar las bolsas es una de las pocas cosas que puedo hacer para que sigan eligiéndome», comenta el tendero de un pequeño ultramarinos. Las multinacionales, a pesar de generar ingresos «millonarios», llevan años cobrándolas «y ahí es donde gano frente a ellas», concluye.
Bolsas de plástico muy ligeras. Tienen un espesor de menos de 15 micras y suelen utilizarse para productos a granel. Son gratis.
Bolsas de plástico ligeras. Tienen un espesor inferior a 50 micras. Su precio con la nueva normativa es de 5 céntimos.
Bolsas de plástico fragmentables. Contienen aditivos que favorecen la fragmentación del plástico. Se prohibirán en 2020.
Bolsas de plástico compostables. Son bolsas biodegradables que, a partir de 2021, serán las únicas permitidas en los negocios.
Por la calle siguen viéndose multitud de personas que andan de un comercio a otro con las manos llenas de bolsas. Ahora, es difícil saber si el nombre que aparece en ellas concuerda con lo que hay en su interior. La normativa recién estrenada tiene un objetivo claro: proteger al medio ambiente y terminar con el exceso de plástico que inunda las ciudades y los mares. La mayoría de clientes lo comprende. «Me parece fundamental esta medida. Los océanos están repletos de plástico, muchos animales mueren por su culpa y, mientras tanto, nuestras casas están llenas de bolsas y más bolsas de plástico», explica Mónica González, que lleva años reutilizándolas. También Alexandre Le Gall se muestra a favor de la medida. Es francés y en su país de origen la medida se estila desde hace años. «Vivir aquí me hizo descuidarme y volver a utilizarlas», reconoce. Aunque es menos cómodo, los beneficios para el planeta inclinan la balanza de la mayoría de los ciudadanos.
El cobro de cinco céntimos por cada bolsa ha llamado la atención de algunos clientes de la panadería La Crujiente, pero «al 90%» les ha parecido una buena iniciativa, indica Lidia Campo, la encargada. La semana pasada todas las personas que iban a comprar el pan y unos dulces le pedían una bolsa de plástico pero, desde que el uno de julio supieron que ya no eran gratis, ahora «la mayoría se va con la barra debajo del brazo». Una de las conclusiones más repetidas por los comerciantes es el increíble descenso en la venta de bolsas. El lunes, la mayor parte de los clientes de Ferretería Española las pagaron porque desconocían la nueva normativa. Ayer, ocurrió todo lo contrario y prácticamente todos las traían de sus casas. «Solo una mujer protestó cuando le dije que era obligatorio pagarlas, pero acabó entendiéndolo», explicaba el dependiente.
Aunque los compradores, en general, comprenden las razones por las que este envase se paga desde hace tres días, otros se muestran muy disconformes. «Me parece muy incómodo cargar con bolsas cada vez que salgo de casa. Casi siempre se me olvida. Sé que al final voy a tener que pagarlas cada vez que entre a un establecimiento porque no voy a llevarlas encima», declara Carmen Cobo. Otros tienen una visión intermedia entre los detractores y los partidarios. «Aunque no me acuerde nunca de llevar bolsas cuando voy a la compra, entiendo que es una buena acción para el planeta. Si me quejase sería egoísta», razona Luis Campos.
El precio de las bolsas deben fijarlo los establecimientos, aunque la normativa cuenta con unas recomendaciones que oscilan entre los 5 y los 15 céntimos. La diferencia en el precio se debe, principalmente, a su peso y existen tres grupos. Las catalogadas como 'muy ligeras', que son las que se utilizan para productos a granel como fruta, pescado o carne, seguirán siendo gratuitas.
Las que tienen un espesor inferior a 15 micras, similares a las estándar de los supermercados, tienen un precio de 5 céntimos. A partir de 16 micras, cuestan 15 céntimos. Por último, las que tengan más de 50 micras de grosor pero contengan entre el 50% y el 70% de plástico reciclado, son cobradas a 10 céntimos.
Aunque la mayoría no lo ha puesto en práctica por el momento, los establecimientos tienen la obligación de colocar, a la vista de los consumidores, un cartel con el precio de todas las bolsas disponibles.
En enero del 2020, el decreto alcanzará un paso intermedio. En él se prohibirán las bolsas fragmentables –aquellas con aditivos que favorecen la división del plástico– y será obligatorio que las de más de 50 micras de grosor estén formadas por un mínimo del 50% de material reciclado.
Un año después, el 1 de enero de 2021, entrarán en vigor las medidas restantes de este Real Decreto 293/2018, prohibiendo la entrega de bolsas ligeras y muy ligeras, excepto si son de plástico compostable.
Bruselas acaba de declarar la guerra al plástico. Atacará en dos direcciones: en primer lugar, intentará que todos los plásticos sean reciclables para 2030 y, en segundo lugar, que se prohíban los vasos y platos de este material, los bastoncillos y las pajitas, que representan «el 70% de la basura marina», según la Unión Europea. Un objetivo difícil de alcanzar, sobre todo ahora en fechas estivales y cuando más se utiliza este tipo de menaje de un solo uso. Un reto todavía más complicado para Cantabria, que si ya va a ralentí con respecto a otras comunidades españolas en el reciclaje de envases, ahora tiene que asumir que todos y cada uno de los vasos y plásticos que vaya a utilizar en las barbacoas y fiestas de este verano tengan que ir a parar al contenedor amarillo.
Aunque lo ideal, según los expertos, sería «dejar de utilizarlo». La responsable de las instalaciones de MARE (Medio ambiente, Agua, Residuos y Energía de Cantabria), Beatriz González, explica que hay que «intentar prevenir y en caso de tener que usar esos productos de plástico depositarlos en el contenedor amarillo lo más limpios posibles». Cada cántabro deposita en ese contenedor, el amarillo, un total de 9,3 kilos de envases de plástico, latas o briks de media al año, y 17 kilos de papel y cartón. Puede parecer una cifra elevada, pero no lo es en comparación con el resto del país. Cantabria se encuentra tercera por la cola de las peores comunidades, sólo superada por Valencia y Canarias. Según el último informe de Ecoembes, el año pasado se generaron en España 111 millones de toneladas de residuos y se reciclaron el 29,7% del total de residuos sólidos urbanos.
Publicidad
Javier Bienzobas (Gráficos) y Bruno Parcero
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.