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La vida profesional de Héctor Moreno (Madrid, 1956), jefe superior de Policía Nacional en Cantabria desde abril de 2017, llega a su fin el próximo ... viernes, 17 de septiembre; después de 35 años, 11 meses y 3 días de servicio. «Estoy ilusionado. Tengo planes para estar realmente ocupado en la jubilación», advierte. Sereno y con la certeza de haber hecho «las cosas lo mejor que he sabido», dice adiós a esta última etapa laboral con la lucidez de quien ha aprendido a relativizar las cosas. Cantabria habría sido un retiro tranquilo para alguien que en plena transición democrática estuvo destinado en Madrid, Barcelona y País Vasco; que ha dirigido las divisiones nacionales de Europol, Interpol y Frontex, y que ha culminado misiones internacionales cuyas crónicas recuerdan a las mejores ficciones de espías. Pero apareció el covid. «De la gestión de esta pandemia hemos aprendido mucho», afirma con tal energía que parece que le quedaran varios años en el cargo.
–Queda menos de una semana para su retiro. ¿Cómo se siente?
–Tengo un cóctel de emociones. Primero, la sensación de orgullo de haber llegado a ser jefe superior de Policía;por otro, la nostalgia de que esto se acabó. Recuerdo todos estos años de carrera y todo lo que he vivido, la gente que he conocido, y me acerco a este cambio radical de vida que por otro lado creo que me va a venir bien. Necesito esta transición a una fase de mayor tranquilidad en la que pienso estar bastante ocupado.
–¿Qué balance hace al final del camino en Cantabria?
–No creo que me corresponda a mí hacer esta valoración;pero lo cierto es que creo que todo ha funcionado. Los compañeros me hicieron sentir muy integrado desde el primer día y hemos modernizado la Jefatura. Se han cumplido objetivos en la lucha contra la delincuencia y se ha avanzado en muchas líneas importantes de investigación.
–Su llegada a Cantabria, en abril de 2017, fue muy discutida. Usted estuvo condenado por torturas por la Audiencia Provincial de Madrid;aunque luego un informe del Tribunal Supremo recomendó su indulto, que materializó el Gobierno. Por aquel entonces le llovieron las críticas.
–A lo largo de mi carrera he trabajado en condiciones muy penosas. Estoy acostumbrado a escenarios de todo tipo. En este caso procuré dar siempre la cara y todas las explicaciones que eran precisas. Con el tiempo esa situación de tensión se fue diluyendo. Ahora, con la perspectiva del tiempo, lo veo como un aprendizaje de vida. Además, entiendo que en mi nómina van incluidas ciertas críticas que hay que saber gestionar porque tengo un trabajo en el que estoy expuesto.
–Ha tenido cuatro jefes en Cantabria, cuatro delegados de Gobierno:Samuel Ruiz (PP), Eduardo Echevarría (PSOE), Pablo Zuloaga (PSOE) y la actual responsable, Ainoa Quiñones (PSOE). ¿Con quién ha tenido mejor relación?
–He tenido la suerte de que he tenido una excelente relación con todos ellos.
–En el homenaje sorpresa que le organizaron como despedida este verano en la Delegación de Gobierno Ainoa Quiñones se emocionó.
–Ahora la relación con la actual delegada es muy estrecha. Quizá porque lo que hemos sufrido con la pandemia ha estrechado muchos lazos porque hemos trabajado con una intensidad que une.
–Fueron meses muy duros, para el ciudadano y también para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
–Lo mejor que pudimos hacer fue centralizar la comunicación a través del Centro de Coordinación Operativa (Cecor). Nos reuníamos, compartíamos información y nos repartíamos el trabajo. Luego, creo que aprendimos a hacer mucha pedagogía. A trabajar con la presencia policial, pero comprendiendo el momento de incertidumbre que vivía el ciudadano. Creo que hemos aprendido mucho de esta pandemia y ha sido para bien.
–¿No hubo un momento en que pensaran que se les iba de las manos?
–Lo que más trabajo nos costó fue el control de los confinamientos selectivos. Recuerdo cuando tuvimos que vigilar el cierre del edificio de Nicolás Salmerón, donde hubo un brote. O cuando le tocó el turno a todo el barrio torrelaveguense de La Inmobiliaria. Teníamos que ser eficaces, pero sin asfixiar en exceso la vida vecinal, para que no hubiera conflictos, y ahí sí que fue muy complicado encontrar ese término medio.
–Esos momentos de tensión fueron numerosos a lo largo de la pandemia.
–Yo he asumido siempre todas las actuaciones de mi gente y hay que entender que se trabaja en condiciones de estrés e incertidumbre que a veces nos impiden tener el control de la situación al 100%. Ha habido errores, sí;pero hemos procurado hacer las cosas lo mejor posible, y el resultado creo que nos da la razón cuando decimos que lo hemos hecho bien. Sobre todo, insisto, encontrando ese término medio de contundencia y comprensión.
–Y aún así siempre habrá quien les critique por exceso de una u otra.
–Evidentemente, eso siempre lo hay.
–Por ejemplo, con el botellón. Parece que todo el mundo coincide en que la situación está descontrolándose. Los jóvenes muchas veces incluyen la confrontación con la Policía como parte del juego. Se le ha perdido el respeto al Cuerpo.
–La solución a ese problema no debe pasar por una mayor dureza por nuestra parte. Creo que es preciso trabajar mucho en educación y concienciación y luego, evidentemente, hace falta un marco normativo claro que tipifique mejor esto.
–¿Se refiere a una norma nacional?
–Puede ser nacional para que luego cada comunidad y ayuntamiento pueda adaptarla;pero me refiero a que nosotros no podemos ser siempre los malos de la película. Nuestra acción contundente tiene que ser el último recurso. Porque además cuando alguien me dice eso le recuerdo que mañana puede ser su hijo el que esté bebiendo en la playa. ¿Le gustaría a usted que mandásemos a agentes antidisturbios a disolver a su hijo en una playa?
–Muchas veces tampoco están en condiciones de hacerlo. El déficit de efectivos es un mal que acucia a todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad.
–Durante estos cuatro años he trabajado al máximo por mejorar esa situación en Cantabria. He potenciado la promoción interna del personal, y su regreso a la región tras su destino en otras comunidades. Ahora tenemos un equipo directivo muy joven y motivado que estoy seguro de que va a trabajar muy bien de cara a los próximos años. Estamos con una ocupación de algo más del 90% de las plazas, y eso, comparado con otras regiones, está muy bien. Ahora bien, ya en la intimidad (entre risas) le digo que siempre pediré más agentes. Pero a día de hoy creo que estamos muy bien preparados para encarar el futuro.
–Hay casos que están archivados a la espera de que alguien encuentre alguna pista nueva.
–Tenemos varios. Los más conocidos, la famosa dama del Camello;pero en ese caso se trata sólo de resolver una identificación. Estoy convencido de que lo conseguiremos porque están mejorando mucho los métodos de análisis de ADNy las bases de datos son cada vez más internacionales. Otro caso es el del crimen de Reina Victoria, sobre el que también se continúa trabajando.
–Ya se conoce el nombre de su sucesora, la comisaria Carmen Martínez. ¿Le ofrecerá algún consejo?
–Que le preste atención a las cosas pequeñas. Me explico. Aquí hablamos de la percepción que hay de la seguridad. Existe una parte subjetiva, que es la que trasladan los medios, y que tiene que ver con las preocupaciones del día a día de la gente;y otra que es más objetiva, que habla de la que supone para nosotros una amenaza más importante. Si en un barrio hay en una misma semana cinco robos en viviendas, la seguridad subjetiva de ese vecindario va a ser muy baja;mientras que para nuestras estadísticas globales será sólo una anécdota. Pues bien, hay que prestarle atención a esos delitos de barrio porque son esas pequeñas cosas las que definen la sensación de seguridad de una ciudad y una región.
–En su retiro tiene pensado continuar viviendo en Cantabria.
–Me tomo esta nueva etapa con la ilusión de un joven estudiante que se emancipa. Tengo a mi mujer, a mi hija, a mi hermana y a mi madre en Madrid;pero yo no puedo, a día de hoy, regresar a Madrid.
–En este tiempo en la región ha sufrido un episodio personal muy doloroso del que ya ha hablado públicamente.
–La muerte de mi hijo me generó un dolor que no se va;pero he comprobado que me sienta muy bien hablarlo, desahogarlo. Si me lo trago, se enquista y no lo saco. Cantabria tiene algo que no sé qué es. Quizá el lugar, o la gente, el trabajo o no lo sé, pero me está ayudando a pasarlo mejor. Tengo que confesar que en todo este tiempo he tenido línea directa con todas las instituciones y eso es algo que quiero agradecer públicamente. Cada vez que descolgaba el teléfono, todo el mundo tenía tiempo para atenderme. Y no lo valoro sólo desde el punto de vista personal, sino desde la perspectiva de la atención que se le presta al Cuerpo. Aunque bien es cierto que tampoco me ha faltado nunca un hombro sobre el que apoyarme para llorar la muerte de mi hijo. Ya digo, me quedo en Cantabria, al menos por ahora. De momento voy a probar porque además tengo planes.
–Dice que aún no conoce esta región.
–Tengo la sensación de que he vivido de acá para allá demasiado aprisa, que no me ha dado tiempo a disfrutarla de verdad, a vivirla. Por eso quiero coger la bicicleta y la moto para perderme por toda ella. Quiero hacer todas las rutas, visitar todos los pueblos, comer en todos los restaurantes buenos e ir a todas las playas.
–Suena bien. ¿Pero realmente se desvinculará completamente de la Policía?
–No va a ser complicado que me convenzan para hablar de todo lo que ha sido mi experiencia vital y profesional en estos años de carrera. Creo que el conocimiento que hemos atesorado las viejas glorias podría tener interés para los que están aprendiendo. Al menos algunas cosas (entre risas).
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