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Rosa Ayesa (Laredo, 1972) vive con pasión tanto su lado científico, como su lado creativo o de amor y respeto a la naturaleza. Es una ... de las investigadoras más relevantes de Europa. Actualmente es responsable del Grupo de Investigación en Enfermedades Mentales en Idival, coinvestigadora principal del Grupo 26 de Cibersam, además de liderar un proyecto europeo en el que están involucrados otros seis países, cuyo objetivo es el estudio de niños de hasta cinco años cuyas madres hayan sido infectadas con el covid durante el embarazo y comprobar si existe un desarrollo de enfermedades mentales en los menores. Sus jornadas duran doce horas, de lunes a domingo. «Intento descansar al menos, un día a la semana. Pero no me supone un grandísimo esfuerzo. Es una forma de vida. También es verdad que no tengo hijos ni pareja», confiesa.
Lejos de parecer un bicho raro de laboratorio, es abierta y rápidamente provoca empatía. Su tiempo de desconexión lo dedica a leer, al cine (lleva dieciséis años en un taller de escritura), participa en concursos literarios y está en la Asociación La Llave azul, que proyecta películas y organiza ciclos de cine-documental. Además, «hago rutas en bici de montaña. Soy furgonetera (risas). Me gusta viajar con mi furgoneta. Trabajo mucho, pero vivo muy intensamente mi tiempo libre», zanja.
–De estudiar aparejador, pasando por la consulta de un dentista a ser la responsable del Grupo de Investigación en Psiquiatría del Idival. ¿Cómo es el proceso?
–Me matriculé en Aparejador, sin saber por qué. Siempre se me había dado bien estudiar y el dibujo técnico. Pero a los dos años de estar en Burgos, con solo una asignatura aprobada por año, decidí volver a Laredo. Me ofrecieron trabajar en una consulta de un dentista (donde estuve catorce años) y a la vez comencé a estudiar Psicología a través de la UNED. Durante la segunda parte de mi doctorado llegué al equipo de investigación de Primeros Datos de Psicosis, en Valdecilla, en 2006. ¡Y aquí sigo! Una neuropsicóloga se despidió y tuve la oportunidad de entrar en 2007. En 2010 defendí mi tesis doctoral. Mi grupo actual de investigación está compuesto por más de 40 clínicos investigadores.
–¿Cómo se llega a una carrera de investigación?
–En mi caso de puro azar. En el caso de otras investigadoras que conozco, ninguna tenía inicialmente esa idea en la cabeza. En el itinerario de educación Secundaria nadie te explica que tienes esta oportunidad. La mayoría hemos llegado a la investigación al hacer el doctorado. Veo muy positiva la iniciativa, extendida por toda España y también en Cantabria, de acudir a los colegios e institutos a explicar a las chicas lo que son las carreras Sten (ciencia, matemáticas, tecnología, ingeniería) que da visibilidad a la ciencia y la investigación. También es importante la celebración de la Semana de La Mujer y la Ciencia y poner de relieve lo agradecidas que estamos a las investigadoras del pasado.
–«Ahora estamos en una buena trayectoria para la mujer en la ciencia». Son palabras suyas. ¿En qué se basa?
–Primero, por iniciativas como la Semana de la Niña en la Ciencia, que en los últimos cinco años ha cobrado mucha relevancia, con visitas a colegios e institutos. Además, está el trabajo que hicieron las investigadoras del pasado. Y espero que las investigadoras del futuro lo tengan mejor que nosotras, gracias a nuestro trabajo. Estamos en una buena trayectoria, pero sigue habiendo una brecha, no solo salarial. Pero no es porque nos paguen menos que a los hombres, sino por la distribución de cargos. Solo el 13% están ocupados por mujeres. Esto supone que coticemos menos a la Seguridad Social y percibamos pensiones más bajas. La brecha está en el acceso a mejores sueldos y puestos.
«Hay mucho por hacer en el tema de la conciliación en la ciencia, como en otras áreas. Se debería de poder dejar de trabajar o disminuir las horas cuando se es madre, de manera temporal, pero después poder incorporarte a tu puesto, sin ninguna penalización y que sea bien recibida. Es un problema no solo político, también de la ciudadanía. Si alguien tiene que contratar a una embarazada, se lo va a pensar mucho. ¡Eso se soluciona con pasta!»
–El covid ha supuesto un nuevo campo de investigación: su afección en el neurodesarrollo de las personas. ¿Nos puede contar alguna conclusión a la que hayan llegado?
–El estudio está aún en marcha. Cuando empieza la pandemia, vemos que tenemos una oportunidad única en la historia para estudiar una hipótesis que relaciona el haber tenido una infección durante el embarazo con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades mentales en el niño, en la edad adulta. Hay literatura abundante sobre el tema. Por ejemplo, tras la gripe de 1919, aumentaron los casos de esquizofrenia. Esta vez podemos estudiarlo si filiamos los casos de las madres que durante el embarazo han tenido covid y podemos seguir a esos niños durante su desarrollo, podremos ver si hay relación o no. Desde luego, haremos un seguimiento muy exhaustivo de esa cohorte, con objetivos preventivos. Ya hemos evaluado a 58 gestantes, 28 casos y 32 controles. Seis semanas después del parto hemos evaluado a 30 recién nacidos. El proyecto es de dos años, pero en 2023 nos presentaremos a la convocatoria Horizont Europe, en el que colaboramos seis países, que hemos creado un consorcio. A través de este proyecto analizaremos a niños de dos a cinco años. Los seis países del consorcio son España, Finlandia, Alemania, Rumanía, Irlanda y Turquía. Todo el proyecto estará coordinado por mi, con el apoyo del Idival.
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