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«Soporta y resiste: ese esfuerzo te será muy útil un día», aconsejaba el poeta romano Ovidio. Si María José Sáenz de Buruaga se agarró a un pensamiento tan positivo cuando alcanzó la presidencia del PP cántabro rozando el larguero, a día de hoy debe ... estar preguntándose cuándo llegará la utilidad de tanto soportar y resistir. Porque si algo ha tenido que hacer la líder popular en estos 21 meses al frente de la organización ha sido aguantar y encajar, prácticamente en todos los frentes, en el empeño de encarrilar un partido a la que un congreso de resultado imposible dejó partido por la mitad.
Buruaga no ha conocido tregua en este tiempo. Ha sofocado un fuego tras otro, algo que ha intentado hacer dando imagen de solidez e intentando no perder la sonrisa de cara a la galería y eso que, como ella misma ha contado, ha tolerado «insultos, injurias, calumnias» le han amenzado en las redes sociales con pegarle «dos tiros» y «me han difamado, me han llamado ladrona, hija de puta, miserable o robacongresos, entre otras cosas. Han grabado conversaciones privadas en mi despacho y, después de manipularlas, las han difundido en medios sensacionalistas cosa que he denunciado», contó ella en alguna ocasión.
Así que este tiempo como presidenta del PP «ha sido agotador», señala alguien que la conoce de sobra. «Nada ha sido fácil», añade otra persona cercana. La propia Buruaga lo ha admitido en público repetidamente: el proceso de casi guerra civil que se vivió en el PP hasta el congreso fue muy «doloroso», también en lo personal, pero no ha sido menos duro el trabajo de intentar recomponer hilo a hilo las relaciones y los cauces de diálogo interno, algo que ha exigido «muchas horas, muchos viajes, mucho hablar y mucha pedagogía», explica una colaboradora.
Y es que el precio que ha pagado por llegar al despacho más preciado de Joaquín Costa -por primera vez una mujer al frente del PP regional- ha sido para pensárselo dos veces: ni en el plano político, ni en el judicial ni en el social le han dejado de perseguir los problemas. Uno de los más importantes, por lo público y lo difícil de encauzar, fue el enfrentamiento con su grupo parlamentario, que enseguida se le rebeló pese a las llamadas a la serenidad y la reconciliación que ella hizo desde el minuto uno. Con escaso éxito, porque la mayoría de los diputados a los que se supone que tenía que gobernar se han mantenido lejos de su dirección y no lo han ocultado.
María José González Revuelta Secretaria general del PP. Mano derecha de Buruaga, González Revuelta fue concejala en Santander y tesorera del PP antes de llegar, en el último congreso, a la secretaría general.
Íñigo Fernández Portavoz del PP. El periodista lleva tiempo como diputado siendo la voz de Sáenz de Buruaga para algunos de los temas más delicados a la hora de ejercer la oposición.
Isabel Urrutia Presidenta del Comité Electoral. Urrutia es diputada. En la anterior legislatura trabajó codo a codo con Buruaga desde el Instituto Cántabro de Servicios Sociales (ICASS).
Roberto Media Vicesecretario de de Acción Electoral. El actual vicesecretario de Participación y Acción Electoral del PP ocupó en la anterior legislatura el cargo de director general de Cantur.
A esto hay que añadir que los insurrectos se contaron por cientos tras el Congreso y existió un movimiento organizado para ponerle las cosas difíciles por muchas invocaciones a la concordia que ella lanzara para mirar todos hacia adelante y en la misma dirección. Uno de los objetivos era invalidar los resultados de la cita congresual, algo que se quiso conseguir por la vía judicial, lo que le ha traído desvelos de sobra. De un lado, significados militantes como Carlos Bedia (hoy en día en Vox), Joaquín Solanas (ahora en Ciudadanos) y Miguel Ángel Serna se querellaron contra ella y parte de su equipo acusándola de haber cometido un delito electoral y otro de prevaricación.
Sin embargo, el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria (TSJC) ni siquiera abrió una investigación al entender que los hechos denunciados no eran constitutivos de delito. Y tras otro rosario de reclamaciones, la dirección del PP llegó a ser juzgada por la legalidad del XII Congreso Regional. Buruaga y el partido salieron indemnes de las dos demandas que se plantearon por presuntas irregularidades de la cita ya que los tribunales establecieron que no había motivos para declarar la nulidad del Congreso. Esto permitió a Sáenz de Buruaga reafirmarse en que el congreso fue «legal, moral y limpio». La alegría de saber que el caso estaba cerrado, sin embargo, no le ahorró los 15 meses «de acoso personal, político y judicial sin precedentes, denuncias ante todas las instancias y el cuestionamiento y el desprestigio público».
Entre medias se desarrolló, además, el diálogo con los alcaldes afines a Ignacio Diego -que eran numerosos y que seguían apoyando al expresidente- y con las juntas locales, la base del partido, a las que la nueva presidenta conocía bien como secretaria general y a las que tuvo que volver como líder después de la enorme campaña que los perdedores del congreso armaron contra ella. A día de hoy, ha conseguido recuperar para su causa - «la causa popular» a la mayoría, «salvo a tres o cuatro». Desde el partido recuerdan que se debe a su gestión, también, el incremento de afiliación en 600 personas (un dato del que Buruaga alardeó en la última cena de Navidad del PP).
Como cuando llegó a la presidencia quedaban dos años para las elecciones, todos estos obstáculos los ha ido saltando sin perder de vista su obligación de hacer oposición a un bipartito que se estaba frotando las manos con la debilidad interna en la que había quedado, algo que el resto de siglas ha aprovechado en el Parlamento siempre que ha habido ocasión. Ella ha respondido señalando a su vez las debacles de los demás (el PSOE, Podemos, Ciudadanos...), subrayando de continuo el «anecdótico» papel de Revilla en el Ejecutivo, destapando la intención del Gobierno PRC-PSOE de subir los impuestos a los cántabros y, sobre todo, con la denuncia a las contrataciones realizadas por el Servicio Cántabro de Salud, un terreno que conoce a fondo por su pasado como consejera de Sanidad en el Gobierno de Ignacio Diego (2011-2015).
Podría parecer desde fuera que el esfuerzo había sido ingente y que llegaría la recompensa en forma de candidatura a la presidencia de Cantabria. Pero este verano llegó el momento de elegir nuevo presidente nacional del partido y Buruaga apostó por Soraya Sáenz de Santamaría -en cuya candidatura trabajó el exministro Íñigo de la Serna, aliado suyo en Cantabria-. Y Santamaría perdió frente a un Pablo Casado que designará candidata a Ruth Beitia, sin tener en cuenta que Buruaga se había ofrecido sabiendo que quizá el PP no saque unos resultados brillantes. Y no solo por su situación interna en Cantabria, sino también por un panorama general «más fragmentado que nunca» con la irrupción de Vox (un pepito grillo para los populares más conservadores) o la supuesta fortaleza de un PRC monolítico en torno a su líder. Después de todo lo pasado, Buruaga anoche confirmó que seguirá al frente del partido. Soportar, esfuerzo, cantaba Ovidio. Sáenz de Buruaga vuelve a inclinarse por resistir.
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