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Para reflejar la calidad del aire, el Centro de Investigación del Medio Ambiente (CIMA-Cantabria) salpica el mapa de la comunidad con puntos ... de colores. Esta mañana de febrero, tras unos inusuales días de calor y viento sur, los puntos son amarillos en la costa y en el interior -a excepción del naranja que luce Guarnizo-, y ese color significa que la calidad del aire que se respira es buena. El amarillo y el resto de tonos que categorizan el 'aire cántabro' son fruto de un índice que se construye con los datos que se filtran y computan en el centro, ubicado junto al cauce del Besaya. El CIMA articula la recogida y análisis de información en torno a la Red de Control y Vigilancia de la Calidad del Aire, su línea de trabajo estrella. Esta mañana, un técnico vigila el correcto volcado de información, lee los datos y calibra gráficas.
«La calidad del aire en Cantabria es buena», incide Agustín Ibáñez, director del CIMA desde agosto, «puede haber picos puntuales en zonas concretas, pero es buena». José Ramón Lomba, jefe de servicio de Gestión Ambiental, contextualiza esta afirmación: «Teniendo en cuenta la escala de población, la actividad que se desarrolla en Cantabria, y una climatología relativamente favorable, la calidad es buena. Por supuesto, se puede mejorar, pero, en términos generales, no hay incumplimientos normativos». Ambos añade que no se espera que los haya. «La situación de los últimos años no ha supuesto ninguna superación de los límites establecidos por la legislación en nuestra comunidad autónoma, y se espera que la situación se mantenga. Sin embargo esto no hace que se pueda bajar la guardia», apostillan desde el CIMA.
Los picos que refiere Ibáñez tienen que ver, en ocasiones, con el tiempo atmosférico. La pasada semana, en Cantabria se registraron temperaturas por encima de los 26 grados. Sopló el viento sur; se prendieron incendios en varios puntos de la comunidad; el ambiente se cargó; se dispararon las partículas en suspensión, uno de los parámetros que mide el CIMA. «Hoy [por el pasado lunes] se han detectado niveles superiores a 100 microgramos por metro cúbico de aire. Algo muy por encima de los 50 que se supone que se establece como tope», declaraba a este periódico Luis Cuena, de Ecologistas en Acción. «Sin duda, para la calidad del aire eso es algo malo», apunta Lomba, y explica que es casi imposible que el aire se renueve si confluyen, como ocurrió la pasada semana, un anticiclón, intensas suradas, intrusiones saharianas, incendios. «El material particulado fue bastante alto», añade, y las partículas en suspensión (PM10) «fue el parámetro que más se disparó». El martes, con la lluvia, la calidad mejoró.
11
estaciones de medición tiene en funcionamiento el CIMA, repartidas en cuatro zonas de Cantabria.
Situaciones tan concretas como esta dejan poco margen a la anticipación. Ibáñez, con prudencia, relaciona estos episodios y cambios abruptos con las consecuencias del cambio climático. Es optimista: a más conciencia, dice, más capacidad de acción y adaptación. Su idea es que el CIMA, órgano autónomo de la Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca, Alimentación y Medio Ambiente, logre más penetración social, y sensibilice a través de la información en que genera en tiempo real. Ibáñez anima a consultar el índice de calidad del aire -de modo quinceminutal, diario o mensual- en 'airecantabria.com'.
El tráfico rodado es la principal causa de contaminación atmosférica junto con la actividad de la industria, en Cantabria y en su entorno. Ciudades y algunas áreas industriales son, por tanto, las zonas donde la calidad más se resiente. La Red verifica esa calidad gracias a los datos que proporcionan las 11 estaciones distribuidas en la Bahía de Santander, la Comarca de Torrelavega, la zona litoral (Castro Urdiales), y la interior (Reinosa y Los Tojos). Principalmente, miden contaminantes -las partículas PM10, dióxido de azufre, sulfuro de hidrógeno, monóxido de carbono, ozono o 'BTX' (benceno, tolueno y xilenos), entre otros-, y parte están dotadas para medir además parámetros meteorológicos.
La meta, incide Ibáñez, pasaría por controlar las emisiones del tráfico, las de la industria, las de la ganadería..., los emisores de más peso, pero también apunta a la responsabilidad individual: «Al final, todos somos emisores. También el turismo también genera impacto. Nuestro ritmo de vida conlleva un gasto de recursos. Somos parte del problema, pero también de la solución». Cantabria, recuerda, declaró la emergencia climática antes incluso que el Gobierno nacional. «Es preciso garantizar la calidad ambiental. Si Cantabria es infinita, también tiene que serlo en el plano ambiental».
Mortalidad
En enero, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en una entrevista radiofónica, rechazó que la contaminación atmosférica causara muertes. El comentario fue tachado, como poco, de ligero. «Fue una declaración lamentable. Muchas voces autorizadas la corrigieron y lo desmontaron con argumentos. Hay evidencia científica de que la contaminación puede causar muertes», valora ahora Ibáñez. De hecho, según la OMS, causa más de 10.000 muertes anuales en España. Los datos del CIMA, indica su director, también los reclaman organismos como la Consejería de Sanidad para validar sus estudios. «La coordinación conSanidad es buena».
Ley de Cambio Climatico
La futura Ley de Cambio Climático del Gobierno central incluye una medida concreta: los municipios de más de 50.000 habitantes tendrán que establecer una zona de bajas emisiones. En Cantabria, Santander y Torrelavega estarían obligadas a delimitar estos entornos limpios. «Son medidas con las que siempre se va a mejorar la calidad. No hay incumplimientos normativos en Santander o Torrelavega, pero con estas leyes se mejorarán la situación y la calidad de vida; se reducirán las emisiones», indica Ibáñez. «Estamos a la expectativa. Si se aprueba, habrá que aplicarla». El CIMA, añade, se presta a colaborar en las estrategias.
Servicios
El CIMA ha licitado un contrato de 1,1 millones para el servicio de mantenimiento de la Red de Calidad del Aire, la línea de trabajo «estrella» del Centro. La cantidad cubrirá un periodo de dos años. Agustín Ibáñez contextualiza el contrato: «Se trata de un material de una gran especificidad, funciona en condiciones muy específicas. Además, con el fin de garantizar la calidad de las mediciones, el instrumental de medida se encuentra sometido a un programa continuo de verificaciones y calibraciones». En los próximos años, a Ibáñez le gustaría que el CIMA pudiera seguir modernizando la red de paneles informativos o parte de sus equipos informáticos.
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