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Si se atiende a las cifras netas, la calidad del aire en Cantabria mejoró sensiblemente el año pasado. Así se desprende del informe 'Calidad del aire en el Estado español 2021', publicado por Ecologistas en Acción (EA) atendiendo a los registros realizados por las 11 ... estaciones de medición existentes que conforman la red de vigilancia del Gobierno regional. Por zonas, el arco de la bahía y la comarca del Besaya, donde se concentran la actividad industrial y el tráfico, fueron las más afectadas por estos valores.
En cuanto a las sustancias más nocivas, entre las que destacan el dióxido de nitrógeno (NO2), el dióxido de carbono (CO2), dióxido de azufre (SO2) o el ozono, en todos los casos sus presencia se redujo en el aire respirado por la población cántabra, si bien las variaciones fueron dispares. Mientras el NO2, tradicionalmente asociado a la actividad industrial –especialmente la siderúrgica y metalúrgica–, cayó un 37%, la presencia de partículas PM10 y PM 2,5 tan solo retrocedió un 9%. Los mejores datos fueron los registrados por el ozono troposférico y por el SO2: si en el primer caso Cantabria registró uno de los índices más bajos de España, en el segundo destaca la práctica desaparición de sus valores, tradicionalmente asociados a la industria del Besaya y en el que el cierre de Sniace y de las factorías Celltech y Viscocel ha tenido un impacto directo.
Sin embargo, a la hora de valorar la evolución de la calidad de aire que respiran los ciudadanos cántabros es importante distinguir entre los límites marcados por la legislación nacional y aquellos establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que reciente actualizó sus baremos estableciendo unos ratios más exigentes. Así, el balance del análisis realizado por EA varía dependiendo de qué referencias se tomen. Si es la legislación, dicho balance es francamente positivo, pero si se atiende a las recomendaciones de la OMS, sus bondades se reducen bastante. Desde la organización ecologista destacan como resumen del informe que «los cántabros siguen respirando aire contaminado pese a la reducción de emisiones provocadas por el covid».
En su análisis regional, EA destaca como zonas con peor calidad de aire el arco de la bahía y la zona de Torrelavega, y en el caso de la capital cántabra destaca el impacto de la actividad del Puerto de Santander en los índices registrados. En esta zona se suman también la actividad del aeropuerto Seve Ballesteros, la de la Ciudad del Transporte y el intenso tráfico que registra habitualmente este entorno.
Emilio Carrera, miembro de Ecologistas en Acción en Cantabria, valora la evolución positiva pero incide en la existencia de valores que superan las recomendaciones de la OMS. Carrera incide en esa disparidad de métricas como reflejo de la falta de compromiso de las instituciones con una materia tan sensible como la de la calidad del aire: «Faltan planes más exigentes y estrictos de medición en todos los ámbitos, tanto en el urbano, que es el que habitualmente arroja peores datos, como en aquellos lugares donde se detecte contaminación atmosférica». En ese sentido, destaca la necesidad de que «el Gobierno regional adopte medidas y se responsabilice» en una materia con un impacto directo en la calidad de vida y la salud de sus ciudadanos. Carrera pone como ejemplo el reducido número de estaciones de medición de calidad del aire en Cantabria, «una limitación evidente que refleja que las instituciones deben ser más exigentes y estrictas en la adopción de nuevas medidas que mejoren los índices actuales».
Estaciones de medición en Cantabria 11 del Gobierno regional y una del Puerto de Santander.
Partículas PM10 y PM 2,5 -9%
Dióxido de nitrógeno (NO2) -37%
Dióxido de azufre (SO2) Presencia prácticamente nula
Ozono troposférico Disminución notable
Otros de los puntos que el miembro de EA en Cantabria resalta son «un mayor control y seguimiento del impacto de la actividad industrial, que se traduzca en medidas más restrictivas», y «potenciar un transporte público que sea más sistemático y accesible».
A modo de conclusión, Emilio Carrera resalta la disparidad entre los límites de contaminación establecidos en la legislación y los recomendados por la OMS. A su juicio, dicha diferencia refleja «lo alejado que está el plano legislativo de la realidad diaria de las personas», así como lo «laxas que son las instituciones en esta materia». Por todo ello, y atendiendo a los datos de los últimos años, Carrera cree que «tienen que ser un aviso y una advertencia para adoptar las actitudes oportunas y corregir cuanto antes los niveles de emisiones». «Queda mucho camino por recorrer», concluye.
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