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2020 cerró con varias alertas meteorológicas activas de forma simultánea: por oleaje, por lluvia, por viento. En la costa, los paraguas desbaratados acabaron en las papeleras, y la nieve, una fina capa blanca, cubría municipios y carreteras en el interior. La circulación se interrumpió parcialmente ... en vías pequeñas, o grandes como la A-67.
La borrasca atlántica Bella pasó por agua el tramo final del año. Semanas antes habían hecho algo parecido Dora y Ernest, convirtiendo este diciembre en el segundo más lluvioso de las últimas seis décadas. Las intensas precipitaciones provocaron incidencias, como la gran balsa de agua con la que amanecieron los vecinos de Nueva Montaña (Santander) a principios de mes. 2020, por tanto, se despidió con frío, agua y menos horas de sol de lo esperado. Puro invierno.
Además de por un diciembre extremadamente húmedo, 2020 ha sido diferente por otro motivo. Lo señala José Luis Arteche, delegado de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en Cantabria: «Ha sido un año muy especial en temperaturas. Posiblemente, sea el año más cálido desde que hay registros en Cantabria».
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El análisis por estaciones confirma este balance anual: el invierno, el verano y el otoño de 2020 fueron periodos cálidos o muy cálidos. ¿Qué significa esto? ¿Qué quiere decir la Aemet, por ejemplo, al calificar de ese modo los meses invernales? Significa que, aunque sea un periodo frío en valores absolutos, sus temperaturas, comparadas con las registradas en series históricas de treinta años de duración, se salen de lo normal. «2020 ha sido el año más cálido no solo porque haga calor en verano, sino porque cuando tenía que hacer frío, no lo ha hecho tanto», trata de resumir Arteche.
Precisamente en febrero, entre los días 2 y 3, se registraron en Cabuérniga hasta 28,5 grados, «un valor nunca observado» hasta el momento, detrás del cual están el viento sur o alguna situación anticiclónica. «Sol, calor y chapuzones en el cuarto día de febrero más caluroso de los últimos 65 años», tituló este periódico por entonces. Febrero, el mes central del invierno, fue por esta y otra circunstancia un tramo del año seco y con muchas horas de sol. Solo el pasado octubre, indica Arteche, queda reflejado como un mes frío.
Un poquito más allá fue la primavera de 2020, «extremadamente cálida», revela el director de la Aemet, «y yendo a lo más concreto, el mes de mayo fue el más caluroso desde que hay registro». Abril también lo fue, y marzo, sin embargo, fue normal.
La temperatura máxima del año, por encima de los 40 grados, se registró en Terán a finales de julio. Ahora que Filomena planea sobre Cantabria, hace frío, el cielo está cubierto; ahora que es invierno, el verano parece lejano y exótico. Pero en las semanas centrales del periodo estival se sucedieron los titulares aludiendo a las altas temperaturas y los avisos. A finales de julio, Cantabria vivió una ola de calor. Los cántabros buscaron la sombra y batieron el aire con abanicos. En las playas de Santander el aforo permitido en el verano pandémico se alcanzó pronto por la mañana. La mascarilla pesó un poco más. Puro verano y un poco más allá.
En agosto se registraron otros capítulos sofocantes: «El calor mantiene en alerta al sur de Cantabria y Polientes llega a los 38,4º». Titular del 7 de agosto. «El litoral de Cantabria ha estado este miércoles en riesgo -nivel amarillo- por altas temperaturas. Las revisiones hablaban de máximas de 35 grados, y se han superado», contó El Diario doce días después.
Entre las predicciones que realiza Aemet está la de tipo estacional, una visión a más largo plazo que trata de perfilar una descripción del tiempo a tres meses vista. Las de 2020 han sido ajustadas a la realidad. ¿Y qué puede ocurrir este invierno que apenas ha cumplido unas semanas? Dados los escenarios y perfiles donde se concentran las probabilidades, la predicción estacional de la Aemet apunta a que sea más bien «cálido» y más bien «seco».
¿Y qué esperar de Filomena, la borrasca que tantas incidencias está dejando en el interior del país? ¿Qué efectos puede tener sobre Cantabria? El viernes, algunos puntos del sur de la autonomía exhibían un espeso manto blanco. La plaza de San Pedro del Romeral amaneció con más de un metro de nieve. El Gobierno activó también el viernes el Plan Territorial de Emergencias de Protección Civil (Platercant) en fase de preemergencia ante la previsión de fenómenos adversos, es decir, la nieve y las bajas temperaturas que identifican a Filomena. Los avisos que lanza la Aemet -naranja para ayer y hoy, con posibilidad de ampliarse- son claves para poner en marcha los planes. «Siempre mantenemos un contacto estrecho», dice Arteche.
La semana próxima el tiempo tiende a estabilizarse, pero las heladas pueden ser traicioneras. Precaución, indica Arteche.
El sábado 14 de marzo de 2020 fue un día muy primaveral en Cantabria: cielos casi casi despejados, viento débil, entre 6 y 16 grados de temperatura en lugares como Santander o Torrelavega. Ese día España se confinó para contener la pandemia de covid-19. La Aemet, como tantos y tantos servicios, tuvo que dar entonces un volantazo y reconfigurarse para seguir ofreciendo una prestación pública que es esencial. Las observaciones meteorológicas lo son, «son obligadas, es un compromiso internacional», recuerda José Luis Arteche. Los modelos tienen que alimentarse a diario, «hay que tomar la temperatura a la Tierra en todos los sitios posibles, y cada país contribuye con tomas en tierra, en el mar...».
Aemet ha mantenido sus servicios en pandemia, los que funcionan automáticamente y los manuales: las tomas en el aeropuerto, la suelta de globos sonda, reparaciones en los observatorios, el mantenimiento del radar compartido con Asturias... La Agencia también hizo un «esfuerzo» para articular el trabajo en remoto en todas sus facetas. «Meteorología ha estado ahí, sin dejar de prestar servicio, y haciéndolo con el menor riesgo para los trabajadores», incide Arteche.
Una vez superado un 2020 extraño, ¿qué lectura hace Arteche de su balance meteorológico? «Desde que hay registros meteorológicos hay oscilaciones», reflexiona, pero «es raro ya el año del que no decimos que es el más cálido, lo estamos repitiendo mucho». El jefe de la Aemet apunta entonces a la valoración del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático):«Los extremos meteorológicos se van a suceder y a alternar» –inundaciones intensas, por ejemplo, frente a sequías–. En 2021 se publicará su nuevo informe. Habrá que actuar en consecuencia. «Para eso no hay vacuna».
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