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Llega la Semana Santa y muchos negocios de hostelería la afrontan con las plantillas al mínimo, porque faltan camareros. Cuatro profesionales dan su opinión sobre las razones por las que este trabajo no resulta atractivo a todo el mundo. Ellos se encuentran muy a gusto.
«Hasta ahora nunca había trabajado de camarera, siempre había estado en comercio, y para mí se trata de un trabajo bastante parecido. Quizás la diferencia sea que el horario es un poco más nocturno, pero yo aquí libro dos días a la semana, que nunca los había librado en comercio, que era día y medio. El salario es parecido, incluso gano un poco más... Es un trabajo que no veo que esté tan mal», señala Carmen Labrada, que trabaja en la Pizzería Nómada de Santander.
Entonces, ¿por qué hay gente que pone tantas pegas a trabajar de camarero? «Lo que pasa es que nosotros trabajamos mientras los demás se divierten, y eso es una de las cosas que más le cuesta entender a la gente. ¿Podría ser una profesión más atractiva? Pues no sé, si das con un trabajo como el que yo tengo, donde te pagan bien y respetan tus horarios... La verdad es que aquí estoy muy a gusto». Según Carmen, no todo el mundo vale para trabajar de camarero. «Hay que tener carácter, porque aprender se aprende: yo no sabía y aprendí. Si pones ganas y tienes un buen carácter para la atención al público... Lo que hace falta es tener ganas, sobre todo».
«Calculo que el método de trabajo sea diferente en cada sitio. Aquí, cuando viene alguien nuevo, le enseñamos en qué orden se hacen las cosas, cómo se hacen, cómo se monta el comedor, cómo se atiende a las mesas, cómo se explica la carta... Aquí se está muy pendiente de la atención al cliente», destaca.
Es consciente Carmen de que, con la llegada de la Semana Santa, se avecinan unos días de mesas llenas y mucha tarea, pero para ella todo eso no supone un problema. «Sabemos que va a haber mucho trabajo, pero así se pasa mejor el tiempo. Además, siempre he pensado que, cuanto mejor vaya el negocio, mejor me va también a mí».
«Para ser un buen camarero hay que cuidar mucho la atención al cliente, y tratarle con mucho respeto, incluso en el caso de que no tenga razón; hay que estar muy pendiente de todas las cosas y, sobre todo, trabajar». Esa es la fórmula que siempre ha aplicado Paco Oceja, veterano del restaurante La Posada del Mar, en Santander, para asegurar la satisfacción de sus comensales, entre los que se cuentan presidentes y expresidentes de Gobierno y el propio rey, Felipe VI.
«A mí me parece que la gente sí que reconoce nuestro trabajo, y valora que estamos aquí metidos, trabajando, dando vueltas, y enseguida se dan cuenta de quienes valen y quiénes no. Puede haber un camarero que igual te tira la comida en la mesa, pero a otros nos gusta esta profesión y tratamos de hacerlo lo mejor posible, para que cualquiera que se siente a nuestra mesa se levante de ella contento». A él le gusta su profesión, pero entiende que haya a quien no le atraiga tanto: «Puede haber quien piensa que se trata de un trabajo que no está bien pagado y en el que se meten muchas horas. Los que llevamos muchos años en el gremio lo tenemos ya asumido, y sabemos que las cosas son así en esta profesión. Pero los que vienen muchas veces son temporeros y no son muy duchos en la materia».
«Muchas veces no es una cuestión de que te paguen mucho; posiblemente merecería la pena trabajar menos horas aunque no se cobrase tanto, porque el gran problema de la profesión es el horario: cuando todo el mundo está disfrutando, nosotros arrimamos el hombro». Es lo que Paco tendrá que hacer en estos próximos días. «Ya lo tenemos asumido: a partir del miércoles, como decía mi antiguo jefe, el padre de Tomás –Merendón, propietario de La Posada del Mar–, 'a ponerse los patines y a currar todo lo que venga'».
«¿Qué por qué faltan camareros? Quizás sea el planteamiento de los horarios, que son difíciles de compatibilizar con los de la familia, pero también creo que la gente joven de hoy en día no tiene suficientes ganas de trabajar, o de hacer algo que exija un esfuerzo». Rubén Campuzano cree que no solo han mejorado las condiciones de trabajo de los camareros en los últimos tiempos, sino que también es una profesión más reconocida. «Creo que en buena parte se debe a que salimos en los medios de comunicación. Hoy en día las jornadas tienen horarios más reducidos, debido a la presión mediática y a que los propios profesionales y empresarios hacen horarios más limitados, en parte como consecuencia de la pandemia», reflexiona Rubén desde la santanderina Cafetería Alaska donde trabaja.
Opina que cualquier profesional se da cuenta con un vistazo de quién trabaja bien o mal. «Lo que se ve es mucha gente joven sin ganas, y un buen camarero tiene que ser amable, humilde y tener muchas ganas de trabajar y aprender. Quizás no les gusta porque estás sirviendo a otras personas y puede que lo consideren humillante. Yo lo que entiendo es que estás ofreciendo un servicio muy personal y con simpatía, y cuando, como cliente, te encuentras eso lo agradeces un montón. En otros casos lo que piensas es que estarían mejor dando martillazos a una pared».
Dice que la Semana Santa no le asusta: en su negocio, que describe como «cafetería turística», están acostumbrados a los atracones de trabajo. «Dependemos mucho del tiempo: a veces puedes tener a toda la plantilla de camareros mirando y otras no das abasto. Aquí no podemos tener una previsión de personal como en una fábrica. En Santander, cuando es la temporada, todo el mundo está ahogado de trabajo, pero al final todos salimos del hoyo».
Mientras otros colegas de profesión se echan las manos a la cabeza pensando en toda la faena que se les viene encima con la Semana Santa, Anabel Pachito dice que ella lo está deseando. «Llevamos los meses de enero, febrero y marzo prácticamente sin trabajo, poquita cosa de lunes a jueves, aunque después el fin de semana ya sí que se trabaja bien. Yo estoy deseando que llegue: quiero movimiento».
Explica que en su restaurante –Bruma, en Peña Herbosa, en pleno epicentro de la hostelería de Santander– no tienen problema de falta de camareros. «En esta época tampoco hay tanto trabajo. Aquí nos llega mucho currículum, y ahora mismo no nos hace falta. Los guardamos para el verano, y si siguen sin trabajo los llamaremos». Cree Anabel que a mucha gente no le atrae el trabajo de camarero por los sueldos, los horarios, las horas que no se pagan... «Piensas que es algo mal pagado y por eso no quieren trabajar. Creo que es una profesión que no está valorada, pero por lo menos aquí se puede vivir bien de ella. Mientras te paguen tus horas, se trabaja bien». «Lo principal es tener ganas de trabajar –continúa–, porque no todo el mundo vale para lo mismo: alguna gente es muy lenta y no aguanta la presión del fin de semana. También el horario partido les cuesta un poco, y la mayor parte de los empleos en hostelería son así. Lo ideal sería una jornada de ocho horas, que no fuera partida y con un buen sueldo».
Anabel dice que no todos sirven para esta profesión. «Tiene que ser una persona espabilada, que también sea amable con los clientes –porque si eres amable el cliente vuelve, y si no está a gusto, no creo–; tiene que ser rápida, que no se confunda tampoco con las comandas, porque luego hay conflicto en la cocina... Yo creo que con eso ya vale», expone.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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