¿Qué hace Valdecilla con sus residuos peligrosos? El volumen de desechos biosanitarios creció un 30% en la pandemia: guantes, EPI, mascarillas o batas salen del hospital en dos mil contenedores a la semana
En la planta -2 del Hospital Valdecilla, los pasillos de hormigón tienen el frío de los lugares en sombra, abiertos al cañón de aire que entra por la calle del subsuelo de las Tres Torres. En un lateral está la zona de almacenamiento de residuos ... , pero al entrar no huele a nada. Al entrar hay un orden geométrico de contenedores y colores que forman polígonos de plástico, cada uno con su pegatina de identificación. En un lateral hay sesenta cubos negros: apilados a lo largo y ancho, forman un fortín de más de dos metros de alto. En una pegatina grande se lee en cada uno de ellos 'Materias infecciosas', con un símbolo que evoca la noción de lo tóxico. Pero a su lado, otra pegatina matiza la precaución en mayúsculas: 'COVID'. ¿Aquí dentro hay residuos contaminados por covid? «Sí», responde Ignacio Díez, responsable de Operaciones de Smart Hospital Cantabria (SHC), empresa encargada del servicio de Limpieza y en Gestión de Residuos; ¿debería de sentir miedo por estar tan cerca? «Probablemente este sea uno de los sitios más seguros del hospital». Y justo cuando empieza a explicar el sellado hermético tras el que a diario desaparecen del hospital cántabro los residuos generados por la actividad sanitaria de la pandemia, se escucha el motor del camión que se llevará los residuos contaminados hasta Burgos para destruirlos.
¿Qué ha cambiado en la gestión de la 'basura hospitalaria' la pandemia? ¿Cómo se hace frente a un incremento de un 30% de los residuos que se generan desde que llegó el coronavirus? «El covid ha dado lugar a residuos con mucho volumen, aunque con menor peso por contenedor individual. Este servicio ya está habituado a trabajar con protocolos para residuos hospitalarios potencialmente peligrosos, de manera que en esta ocasión lo que han hecho es reforzar ese conocimiento, adaptándolo a las características del coronavirus», dice Miguel Ángel Ruiz Arranz, coordinador de Servicios no clínicos de SHC (empresa de Cantabria y cuyos accionistas son Ferrovial Servicios y SIEC).
El camino para eliminar el rastro del covid empieza arriba, desde la misma cama del paciente, en las plantas, las habitaciones, los laboratorios, la UCI, en cualquier espacio donde exista actividad hospitalaria vinculada a la lucha y defensa contra el virus. Tal y como estipula el protocolo, en cada estancia hay un contenedor negro donde se deposita el material contaminado, ya sean guantes, mascarillas, batas de papel, los EPI, pero también las bandejas desechables con que se sirve la comida a los pacientes con covid. «En cada habitación por protocolo hay un cubo», explica Ignacio Díez, en una visita guiada desde el principio del proceso, que arranca en una planta libre de covid donde hacen un simulacro para mostrar el comportamiento en zona covid (dado que por motivos de seguridad no está permitido el acceso).
El personal de limpieza es el encargado en primer lugar de cerrar los depósitos herméticamente y trasladarlos a un «cuarto intermedio» separado del resto de estancias. Esta mañana, Sonia Viaña se encarga de cerrarlo y llevarlo hasta dicho cuarto, donde también están los contenedores para residuos específicos sin riesgo, para agujas, los contenedores verdes grandes, cubos para las sábanas sucias, una máquina para esterilizar bacinillas. Viaña lleva más de 30 años trabajando en Valdecilla, y en los últimos meses ha incorporado a su labor la nueva realidad del covid: «No es la primera vez que nos toca tratar con situaciones peligrosas, esto es un hospital», dice, y menciona las palabras sida o ébola, sin dejar de recordar que al principio de la pandemia fueron situaciones «muy difíciles». «Asegurarse de la correcta limpieza, recogida y eliminación de los residuos covid está siendo una parte importante de la lucha contra la pandemia», explica el coordinador Ruiz Arranz, que «destaca la gran respuesta de todos los profesionales, tanto de limpieza como de gestión de residuos, a la hora de iniciar, mantener y terminar toda la cadena de seguridad en la manipulación de contenedores, con la presión de trabajar en un entorno covid como el resto del personal sanitario».
¿Han tenido miedo al trabajar tan cerca con este tipo de residuos?«Miedo no, pero al principio sí mucha preocupación por un posible contagio y llevarlo a casa», cuenta Antonio Gárate, operario del servicio de gestión de residuos. Él es la segunda parte del proceso y su labor empieza donde termina la de Sonia: en la sala intermedia de la planta. Justo enfrente de dicha sala están los ascensores de servicios. Uno tiene el dibujo de una manzana verde, («es por donde sube, por ejemplo, la comida, el textil limpio, el material necesario»); en la puerta del otro ascensor, en cambio, la pegatina que se ve es la de una manzana mordida, y por ahí es por donde se transportan los residuos, agrupados en una cesta con ruedas. Antonio las empuja y aprieta el botón para deslizarse por las tripas del hospital, invisible y alejado del uso cotidiano, por el que enfilan su salida todos los desechos, tanto los ordinarios, como los biosanitarios y peligrosos, como desde hace un año los contenedores que añaden a su advertencia, la pegatina 'Covid'. Una vez abajo, en la planta -2, conduce los contenedores hasta el punto final de residuos, en este caso, la gran sala alicatada en gris, apenas a unos metros de la calle ventilada por la entra el aire y los camiones; como si ambos tuvieran el mismo propósito de arrastrar, limpiar, llevarse lo que sobra.
A la espera de que llegue el camión, Antonio apila con cuidado los contenedores y los coloca por tipos de residuos. Una vez terminada la disposición, se despide para dirigirse a otra planta y continuar el proceso de recogida de contenedores, «todos ellos herméticamente cerrados, ya que tienen un sello para que no salga ni aire aunque se apriete», dice Ignacio Díaz.
¿Cómo ha modificado las dinámicas diarias de la organización de la empresa este incremento? En el número de retiradas y el refuerzo de personal para cumplir los plazos de almacenamiento de los mismos. «Ahora tenemos que hacer más viajes, tanto en las propias plantas como en los camiones que tienen que venir a recoger lo que se genera a diario», explica Díaz. «Antes un viaje al día de un camión de unos 300 cubos era suficiente; ahora andamos en dos y a veces tres viajes al día, depende del momento de la ola en que estemos». Las estimaciones de SHC son de 2.000 contenedores a la semana. Y otro de los cambios es el peso: «El cubo tenía un peso medio de entre 7 y 8 kilos y ahora hemos bajado a unos 4 o 5 kilos, porque mucho es mascarillas, batas del propio EPI que se usa para entrar en las habitaciones o el material desechable de comidas y cenas, botellas para pacientes ingresados en áreas habilitadas con pacientes covid, lo que genera mucho volumen de residuo con muy poco peso».
Un camión se acerca por la calle, pero es el de recogida de residuo urbano (sin riesgo): «Venimos unas 16 veces», dice el operario que descarga los contenedores con rapidez. ¿16 veces al día? Y el operario asiente y cierra los portones antes de subir al vehículo y salir por el otro extremo de la calle, hacia Jerónimo Sáinz de la Maza. Al poco rato, el ruido de otro camión anticipa su entrada. El logo de Cespa (empresa encargada del transporte y gestión de los residuos biosanitarios) se lee en el dorso del vehículo. El operario abre las compuertas y dentro ya tiene contenedores negros acumulados, los que recoge antes, en Valdecilla Sur. Su destino, el Ecoparque Municipal de Burgos, la planta donde se trata este residuo mediante empleo de autoclave, para no verlo nunca más.
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