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A los partidos políticos que se presentan mañana a las elecciones se les ha quedado corta la campaña. Han ido de menos a más. También, en el tono. Al principio, cordial; como de buenos rivales antes de un derbi de fútbol. Luego, a medida ... que los sondeos y encuestas iban desmadejando el embrollo, se ha vuelto más bronco, con más patadas. La aritmética de los pactos ha acelerado notablemente el pulso, ha hecho sonar la campana como en el ring de un combate de boxeo. Había que rascar votos de donde fuese. Por eso, se han esmerado con las promesas finales, han regado todo de infografías y han aprobado a todo correr planes y proyectos. Unos, por si no pueden volver al despacho; y otros, para mostrar al electorado que han estado a pie de obra hasta el último momento.
Sobre el papel, 15 días de campaña eran suficientes; pero, no. Y eso que ahora la frontera con la precampaña es más difusa. Tradicionalmente, en otras legislaturas, la mayoría de partidos utilizaban el último día para exhibir músculo en un gran acto central. Ayer, no. Revilla (PRC), Zuloaga (PSOE) y Buruaga (PP), por ejemplo, mantuvieron la agenda de un día normal. El PRC, incluso, se desdobló. Por la mañana, balance; por la tarde, mitin final.
Los responsables de este cambio han sido los sondeos, que han sepultado a unos y aupado a otros. El del CIS decía que el PP ganaría las elecciones, que el PSOE adelantaría al PRC, que se llevaría un batacazo con prácticamente la mitad de escaños. También, que Vox avanzaría y Unidas Podemos-IU regresaría al Parlamento. El de este periódico, en cambio, publicado unos días después, especificaba más: el PP recuperaría el mando y acariciaría la mayoría con Vox a costa de un PRC en retroceso, y el PSOE se colocaría a solo un punto de distancia de su compañero de Gobierno. La entrada o no de Podemos-IU al Parlamento condicionará el próximo Ejecutivo. Si se queda fuera, al bloque de la derecha le daría para la mayoría.
Bajo este panorama, el terreno de juego se embarró en un intento por noquear al rival y robarle votos. Ahí los invitados nacionales en los mítines de las diferentes formaciones han jugado su baza. También la publicidad, como la que ayer, por ejemplo, usaron el PRC y el PP. El primero apostó por una pizarra de un restaurante donde se leía: «Dos primeros a elegir: Revilla o Ensaladilla de Buruaga a la Vox». Al lado, la carta con todos los primeros, segundos y postres, a modo de los logros de un partido y otro. Pero el PP de Sáenz de Buruaga no se quedó atrás y publicó una carta de ruptura con su máximo rival electoral: «Miguel Ángel (por Revilla), esto se ha terminado. Es lo que hay (...) lo mejor es dejarlo aquí. Con todo mi cariño, Cantabria».
El PSOE de Pablo Zuloaga, en cambio, que ha presenciado el intercambio de golpes desde la distancia con la percha y sonrisa con la que atiende un jefe de tienda en una gran superficie comercial, ha optado por salir a la rueda de prensa posterior al último Consejo de Gobierno de la legislatura para relatar la larga lista de acuerdos. El bipartito aprobó sobre la bocina el contrato para el último tramo de la unión entre la S-10 y la S-30, los planes de sostenibilidad turística de seis municipios, los estatutos de la Fundación de la Investigación y la Transferencia de Cantabria o el acuerdo con el comité de empresa del Servicio Cántabro de Salud (SCS), por citar algunos. Y un día antes, viaje relámpago a Madrid para anunciar el acuerdo con el promotor de la escuela deportiva de la Universidad Pontificia de Comillas, que prevé 60 millones de inversión para rehabilitarla.
En Santander, el debate también ha subido de tono: todos contra la alcaldesa, y la alcaldesa contra todos. Ese es el resumen. Incluso Santiago Díaz, presidente del Grupo Sadisa -hasta hace poco empresa concesionaria del servicio de basuras- se sumó al intercambio de golpes con una tribuna en este periódico. Dijo que Igual «buscó un chivo expiatorio, se lavó las manos y señaló a un inocente».
Por cierto, esta semana ha habido ración doble de Junta de Gobierno Local: el lunes y ayer para aprobar una retahíla de asuntos pendientes. Entre ellos, la licitación de las obras de la sede asociada del Reina Sofía.
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