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Se reparten roles, repasan argumentos a favor y en contra, revisan preguntas y ocupan posiciones en dos mesas enfrentadas. Con diligencia y en apenas dos ... minutos, los integrantes de los Oradores cántabros se organizan para reproducir en la sede de El Diario Montañés uno de esos debates universitarios que llevan protagonizando desde hace meses. Protagonizando y, de hecho, ganando la mayoría de las veces, porque el equipo es el campeón de la liga de debate de la Universidad de Cantabria (UC), y ahora representará a la institución académica en el campeonato nacional del Grupo 9 (G-9) de Universidades. Será en Santander dentro de una semana aproximadamente, cuando se enfrentarán a un puñado de equipos de media España y donde, además, ejercerán de anfitriones. «Queremos llegar lo más lejos posible, pero, sobre todo, queremos disfrutar. Si te lo pasas bien en los debates es que lo estás haciendo bien», dice Darío Encinas.
Alumno de Derecho de la UC, Encinas es el capitán del grupo, pero estos oradores entienden los éxitos y los fracasos, la redacción de los argumentos, las búsquedas de artículos, las «lluvias de ideas» y hasta las experiencias previas –en el teatro, en cursos de oratoria– como una cuestión de equipo; un equipo que completan Amanda Delgado Lobeto (Estudios Hispánicos), Moisés Poó García (Física) y Alejandro Román Pérez e Íñigo González Yabar, ambos estudiantes de Historia. Todos son de primer curso, los más jóvenes de la competición.
La variedad de titulaciones enriquece su preparación y el hecho de ser buenos amigos también es un incentivo: como grupo, les permite hacer autocrítica sin ambages. «Ponemos mucha atención en detectar los fallos de cada uno. Cada argumento que suelta uno de nosotros es cuestionado por el otro para intentar mejorar», señala Encinas. «Somos un grupo de amigos y eso nos permite criticarnos. Estamos constantemente discutiendo las cosas. Es importante hablar entre nosotros», apoya González.
De hecho, todos se declaran conversadores entusiastas. Y hablar en un debate es clave, pero no puede hacerse de cualquier modo. En las ligas universitarias hay normas muy concretas que delimitan la duración de las fases –introducción, refutación, conclusión–, el peso de los argumentos, los movimientos en el estrado, las fórmulas para interpelarse –siempre se tratan de usted–, la vestimenta... Se penalizan los aspavientos, las muecas desagradables dirigidas a los compañeros o el hecho de darles la espalda. Y, aunque de inicio les costó, ya tienen «interiorizadas las formalidades», indica Delgado.
Ahora tienen ante sí la liga del G-9. Mirando atrás, Román percibe que el equipo ha tenido «muy buena progresión». «Ha habido un progreso monumental», coincide Delgado. Además de esa sana autocrítica que practican, la búsqueda del equilibrio también ha sido importante. «Cada debate pide una cosa diferente. La organización es importante, pero también lo es buscar el equilibrio con la improvisación. De nada te sirve ser un robot al exponer: a veces el otro equipo demanda una respuesta que no tienes preparada, pero tienes que saber salir de esa situación», explica Román.
Hablando de robots, en la fase nacional tendrán que volver a debatir sobre la misma cuestión que en la local: ¿La inteligencia artificial dejará obsoleto al profesorado? Quizá renovar el asunto les hubiera procurado una motivación extra, pero no por ello han descuidado la preparación. Quizá puedan sorprender en el exordio –la parte más creativa de la introducción–, quizá introduzcan argumentos nuevos.... «Ahora que hemos pasado a la fase del G-9 vemos que estamos en un nivel superior y estamos tratando de prepararnos con mucha seriedad, pero, ante todo, lo estamos disfrutando, como hemos hecho en todo momento», tercia Delgado. Además, en el certamen del G-9, Román se presenta candidato en la categoría de Mejor Discurso, aunque el premio, precisa, se repartirá entre todos. «Si he llegado hasta aquí es por ellos también».
Sabrán si defienden la postura a favor o en contra apenas cuatro minutos antes de empezar a debatir. A partir de ahí, comenzarán con la exposición, las preguntas y las conclusiones. Desde luego, no tienen por qué estar personalmente de acuerdo con la postura que defienden pero debatir, confrontar y escuchar «te moldea un poco el pensamiento», apunta Poó.
Como equipo cohesionado, su definición de la palabra debate también es coral. Es «intercambio de ideas», es la confrontación de «diferentes puntos de vista», es «conocimiento», es una «competencia transversal» que merecería más presencia en la escuela, van apuntando. «Significa respeto, se basa en el respeto», cierra Delgado, y por eso no creen asistir a verdaderos debates entre los políticos del país. No están a la altura, vienen a decir, y eso confunde. «La gente ve el debate como un partido de fútbol, pero no se trata de eso sino de convencer», concluye Poó.
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