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Salía demasiado vapor por una sima, y los pastores de Ruesga que pasaban por allí con su ganado intuían cierto eco. Hasta que los espeleólogos entraron. Era finales de 2016, y Cantabria se convirtió entonces en noticia internacional al descubrir el pozo más largo, ... no sólo del país, sino el segundo del mundo: la Torca del Porrón. Mide 435 metros de largo, una extensión que muestra su verdadera envergadura al compararlo con la Torre Eiffel, de 300 metros. ¿Cómo hacer visible su majestuosidad si está bajo tierra, accesible sólo con arneses y linternas? ¿Qué más hay bajo el suelo que pisamos?
El patrimonio subterráneo de Cantabria es uno de los más ricos: de las más de 6.500 cavidades que hay en la región, 1.500 están inventariadas, 70 de ellas tienen arte rupestre y diez han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad, pero si uno despeja esa incógnita de la ecuación, es decir, si esta vez sólo nos quedamos con el paisaje geológico sin nada que ver con la arqueología o la prehistoria, el resultado son palacios de piedra en la oscuridad. Manuel González Morales, catedrático de Prehistoria en la Universidad de Cantabria y presidente de la Federación Cántabra de Espeleología, usa otra imagen para describir lo que tenemos bajo los pies. Él lo llama un «Himalaya subterráneo». Esas 1.500 cavidades, dice, son «bocas de cuevas de todo tipo; en su mayoría son de corto recorrido, pero también hay grandes sistemas como cuevas interconectadas entre sí que forman redes de grandes dimensiones». Para hacernos una idea, dice Morales, tres de esos sistemas son los más extensos de toda Europa Occidental, «sólo Austria tiene alguno mayor». Habla del Alto del Tejuelo (160 kilómetros explorados y topografiados), Mortillano (143 km) o el sistema del Gándara, que supera los 120 kilómetros, todos ellos en el Alto Asón y Alto Miera. Estas cifras justifican el adjetivo que acompaña a Cantabria cuando se habla de su patrimonio subterráneo: «Es privilegiado para la práctica de la espeleología deportiva, y esa actividad de exploración de grupos debidamente autorizados de distintas federaciones de Espeleología de España y del extranjero incrementa continuamente nuestro conocimiento del medio subterráneo regional, con nuevos hallazgos cada fin de semana, prácticamente», dice Morales. Con estos paisajes, ¿hasta qué punto se puede convertir este patrimonio en un filón turístico?
El Gobierno de Cantabria se hizo la pregunta, y la Universidad de Cantabria ha dado respuesta a través de un reciente estudio que pone nombre y cifras a la explotación turística y su potencial como imagen de marca; el marketing y la ingeniería promocional harían el resto, pero ¿hasta dónde puede llegar la región? Según los geólogos que han colaborado con el Grupo de I+D+i de Inteligencia de Marketing de la UC para elaborar el Plan de Cantabria como destino de Turismo Espeleológico, hay en la actualidad 41 cuevas con potencial para recibir turismo espeleológico. Hasta la fecha sólo se explotan diez, y según la época y las empresas operativas, han llegado a ser doce: «Cantabria tiene un liderazgo clave en España y Europa por la cantidad, longitud, accesibilidad y morfología de las cuevas, como consecuencia de la estructura geológica de las mismas», dice el profesor de la UC y artífice del Plan, Ángel Herrero: «Tenemos las condiciones naturales óptimas para constituir un destino de referencia internacional en el ámbito del turismo espeleológico».
1.500
cuevas hay inventariadas y 70 de ellas cuentan con arte rupestre.
Pero hay más, ya que la región cuenta «con otras ventajas competitivas relevantes como el hecho de que muchas cavidades están ya cartografiadas y topografiadas, por lo que se dispone de una base excelente para el desarrollo de productos concretos, o la existencia de un sector emergente de empresas de turismo activo con una buena formación técnica». Entonces, ¿dónde radica el reto? «En la actualidad hay actividad de empresas de turismo activo en doce cuevas de Cantabria, cuya característica común es que ofrecen travesías atractivas para la práctica del turismo espeleológico tanto por su longitud como por su dificultad técnica», dice Ángel Herrero. «Las empresas que operan en estas cavidades ofrecen visitas con guía dirigidas a turistas de deporte activo, que busca experiencias específicas y tiene un nivel técnico y físico medio medio alto, pero no un elevado conocimiento espeleológico».
Este inventario, dice el profesor, «hasta donde sabemos, es el primero que se realiza en España con un enfoque específico en el potencial de las cavidades para el desarrollo de actividades de turismo activo, dirigidas a diferentes segmentos de usuarios». Para ello, es necesaria «una estrategia a largo plazo en la que colaboren tanto las administraciones regionales y locales, como el sector privado» y propone abordar «la regulación de las empresas de turismo activo y espeleológico, la revisión de los trámites de solicitud de acceso a algunas cavidades, el desarrollo de productos específicos para los diferentes segmentos de clientes».
Del otro lado, el riesgo, y en ese sentido, González Morales advierte: «Hay cavidades que utilizan empresas del llamado 'turismo de aventura', con paseos espeleológicos de mayor o menor dificultad para un público general. El problema de esta clase de actividades es que requiere un control de la cualificación técnica de quienes llevan turistas a las cuevas que actualmente no existe en la práctica. Es un tema muy delicado, y no vale cualquiera sin cualificación para llevar grupos de personas a cuevas no habilitadas específicamente para la visita, por conocidas que sean y la masificación de este tipo de visitas acaba terminando en accidentes que pueden crear una imagen negativa», dice. De ahí que subraye la importancia de la preparación: «Es una actividad que requiere grupos bien capacitados técnicamente y entrenados; a diferencia de la montaña, no hay mapas que guíen la ruta, y ahí no hay helicópteros que puedan rescatarnos».
La posibilidad de combinar la especialización con lo amateur es un reto; el otro, la legislación, tal y como apunta el Informe, desigual según comunidades. «La Ley de Patrimonio Cultural de Cantabria de 1999 y su Reglamento de aplicación de 2002, consagrando una situación anómala anterior, limitaron el libre acceso a las cuevas, al requerir expresamente un permiso de la Administración regional para entrar en cualquier cueva, con la finalidad de proteger el patrimonio arqueológico. Esta normativa se ha suavizado en los últimos años por la 'liberalización' del acceso a las cuevas más frecuentadas y con menor riesgo patrimonial», dice Morales. El Plan plantea una estrategia de marketing general para Cantabria como destino de turismo espeleológico, pero anticipar los resultados es difícil ya que, en la actualidad, «apenas existen datos fiables sobre el número de practicantes de este tipo de actividades».
Informe Turismo Activo España Cantabria es la sexta región con más empresas de turismo activo; había 159 registradas en 2015
Laberintos subterráneos Hay tres sistemas de más de 140 km de largo, varias cuevas de entre 40 y 140 km de extensión
Deporte en cifras La Federación cántabra de Espeleología cuenta con veinte clubs y unos 400 deportistas federados
Basta con fijarse en la joya de la corona en este tipo de turismo, como es El Soplao, para ver el alcance: acceden al año unas 235.000 personas, según Turismo. Mientras los expertos piden adecuar normativas, distintas por cierto entre comunidades, en Cantabria actualmente los permisos para acceder a la explotación de las cuevas los concede Cultura.
El estudio lo encargó la pasada legislatura el Gobierno de Cantabria con el fin de «valorar el potencial de ese nicho de mercado, conocer las características de este tipo de turismo y actuar conforme a esas características», dibujar un panorama de mapas y territorios en los que divide por niveles el tipo de cueva que hay, las inversiones necesarias para su explotación, así como el grado de dificultad (ver mapa adjunto).
El documento, por tanto, no tiene una finalidad ejecutiva sino medir la viabilidad de «posicionar a Cantabria como un destino líder en turismo espeleológico, con experiencias turísticas de alto valor añadido, tanto por la calidad del patrimonio de cavidades como por la alta cualificación y experiencia de las empresas y profesionales del sector». Según Herrero, el desarrollo de este turismo «diversificaría la oferta de experiencias para los clientes actuales y se atraerían nuevos segmentos de clientes». Además, añade, «la propia naturaleza de las cavidades hace que la práctica del turismo espeleológico dependa menos del tiempo y, por tanto, podría contribuir a reducir la estacionalidad», uno de los 'males' a los que se enfrenta la región como destino.
El patrimonio natural para lograrlo está ahí, pero ¿está el tejido empresarial preparado? ¿Es seguro explotar una actividad que requiere de inversión y sobre todo de cualificación? La Federación Cántabra de Espeleología cuenta a día de hoy con veinte clubs y cerca de 400 deportistas federados. Del otro lado, Cantabria es la sexta región con más empresas de este sector, muy por delante de otras comunidades autónomas con un tamaño y población claramente superior como por ejemplo el País Vasco. Según el informe sobre Turismo Activo en España, en Cantabria había 159 empresas de turismo activo inscritas en 2015 en registros autonómicos de la región.
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