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Hugo acaba de cumplir 13 años y desde hace un par ya desliza en casa la posibilidad de tener móvil, como lo tienen muchos de sus compañeros. «De momento, le he dicho que no porque no tiene necesidad», cuenta su madre, Eva López, no ... sin antes haber constatado que puede comunicarse con su hijo preadolescente en cada tramo del día. Si en el colegio o en el entrenamiento le ocurre o necesita algo, los profesores le darán aviso, y a la hora de jugar, Hugo lo hace en las calles de una urbanización muy tranquila, por lo que su madre solo tiene que desplazarse unos metros para avisarle de que la merienda o la cena están listas. Además, Eva se comunica por teléfono con los padres de los amigos de su hijo, o con los chavales directamente si es que quieren quedar para montar en bici o jugar al fútbol. Así que el móvil de Hugo tendrá que esperar. «Todos los amigos lo tienen y yo acabaré cediendo, pero lo haré cuando considere que mi hijo lo necesita y creo que todavía no es el momento», concluye Eva.
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El debate sobre el uso del móvil se ha reabierto en Cantabria a cuenta de las instrucciones de inicio de curso de la Consejería de Educación, FP y Universidades, que han incluido por vez primera recomendaciones para prohibirlo en los centros y evitar así que un «mal uso» merme la concentración del alumnado y deteriore la convivencia. Además, el Ministerio de Educación acaba de anunciar ahora su intención de restringirlos en Primaria y Secundaria y ha convocado a las autonomías a una reunión en enero «para buscar una solución consensuada y adecuada».
El uso del móvil se ha generalizado en la adolescencia, y es, incluso, un regalo de comunión bastante frecuente. Según la 'Encuesta sobre equipamiento y uso de tecnologías de información y comunicación en los hogares' del INE, el 85,7% de los menores de 13 años tenía móvil en 2022, un porcentaje que se eleva al 96,3% a los 15 años. ¿Pero hay una edad idónea para empezar a usar este u otros dispositivos? «En etapas de desarrollo, cuanto más tarde mejor», dice de entrada la psicóloga y psicoterapeuta Mónica Ruiz. «Es importante la edad de comienzo de uso de la tecnología y, de hecho, se está empezando a usar demasiado pronto. Un tanto por ciento muy elevado la usa con 2 años, y es sabido que tiene consecuencias para el desarrollo del cerebro», añade.
Cantabria ha abierto el debate desde el ámbito educativo, es decir, desde la posibilidad de convertir colegios e institutos en espacios libres de notificaciones; y ha hecho especial hincapié en la «sobreexposición a las pantallas» a edades tempranas. «No se trata tanto de prohibir como de limitar el móvil para fines estrictamente educativos. Las instrucciones de inicio de curso han comenzado a generar debate y tenemos que empezar a ser conscientes de lo que implica su uso y de cómo podemos protegernos», apunta aquí José Andrés Echevarría, profesor de Tecnología en Secundaria y director del Centro de Innovación en Tecnologías de la Educación adscrito a la Consejería. Echevarría es optimista y cree que se avanzará en el buen uso de los dispositivos, y eso que, en las Jornadas de Sensibilización que condujo a mediados de noviembre en el Palacio de Festivales, en Santander, pudo constatar que «muy pocas» familias tenían activado el control parental en el móvil de sus hijos. «Menos del 10% y eso es muy llamativo».
«Los alumnos ven que pueden estar sin móvil y para los profesores es un elemento menos al que dedicar tanta energía»
«Lo ideal es que todos los padres y educadores fuésemos a una, y que, además, hubiera una legislación al respecto»
«No se trata tantode prohibir como de limitar el móvil a fines educativos. Estamos generando debate»
La clave, incide Echevarría, «son las familias, pero, a veces, es difícil llegar a ellas por horarios, por mil razones». Familias como la de Eva, partidaria de posponer la entrega del móvil a su hijo, y como la de María Pérez, que optó por regalar un dispositivo a su hija en las Navidades en las que la niña tenía 9 años. ¿Por qué en ese momento? Porque «es una niña obediente, responsable y pensamos que era buena idea para poder comunicarnos directamente con ella» en esos fines de semana que María y su pareja tienen que trabajar, responde. De inicio, la niña se mostró reacia -«no quería ser tan mayor»-, pero sus padres le explicaron las ventajas que reportaría a la familia. «Ahora -la niña ya ha cumplido 12 años- se siente segura, lo usa como un ordenador para hacer sus deberes, y no abusa. Yo creo que al darle libertad, se hizo más responsable».
La pareja tiene activado el control parental en el teléfono de su hija -pueden ver lo que descarga y le marcan un tiempo límite de uso-, y el sistema GPS les permite conocer su ubicación cuando sale de clase. «Porque cuando entra en el instituto lo apaga, lo guarda, y solo lo enciende al salir», aclara María.
Guardar el móvil en la mochila durante las horas lectivas: ese es el caballo de batalla de muchos institutos cantabros. En torno al 70% de los institutos cántabros ya ha dado pasos dirigidos a restringir el uso del móvil en las horas lectivas. Siguiendo esta estela, el IES Ricardo Bernardo de Solares es, desde septiembre, un nuevo espacio libre de móviles. Los alumnos ya no los usan ni en las aulas -a excepción de alguna actividad didáctica que lo requieran a partir de 3º de la ESO-, ni en los pasillos, ni en el recreo. «El móvil es una ventana al mundo, pero pensamos que en el instituto ya teníamos otros medios -pizarras digitales, ordenadores, tabletas...- para mostrárselo. Y, además, no hay por qué estar todo el rato asomados a la misma ventana», apunta Charo Gutiérrez, directora del centro.
La experiencia está resultando muy positiva, las sanciones previstas «apenas se aplican» y toda esa energía que antes se invertía en pedir que se guardase el teléfono en la mochila se traduce ahora en minutos extra de clase. La medida, validada por el claustro de profesores, tiene también el visto bueno de las familias, a las que el centro pidió opinión a través de una encuesta. Las familias, de hecho, eran unas de las principales interesadas en tener un marco de referencia para actuar.
«Yo no quiero aislar a mi hija del mundo, pero lo ideal es que todos los padres y educadores fuésemos a una y que, además, hubiese legislación al respecto», opina Belén Gómez, profesora de inglés y madre de una niña de 11 años, que ahora mismo tiene un 'teléfono de tapa' sin conexión a internet que usa para avisar de que ha salido de clase y se dirige a casa. Como otras madres, Belén teme que, con un móvil en la mano, su hija quede expuesta «sin control» a contenidos violentos o pornográficos, al acoso en redes. Así, para aprender sobre ciberseguridad, acudió con ella a las jornadas de sensibilización organizadas por Educación hace un mes. «Quería que ella, además de lo que yo le diga, escuche a los profesionales», dice Belén.
Es importante que los menores se conciencien, pero también los mayores. «Este asunto a los adultos se nos puede ir de las manos, entre otras cosas, porque se está normalizando un uso muy adictivo. Los adolescentes son el reflejo de una evolución tecnológica que va tan rápido que deja poco tiempo al adulto para pensar sobre su propio uso y el que hacen los jóvenes, así que vamos por detrás», apunta Mónica Ruiz. Esta profesional recomienda fijar límites. «Hemos de poner límites, sin duda, cómo hacemos con otras cosas. Hemos de negociar también. Los límites siempre son importantes, porque dan estructura».
Ruiz asegura que «partimos de que la facilidad y comodidad que ofrecen nos puede llevar a todos a una entrega irreflexiva que no atiende a las consecuencias de uso». Y si el abuso empieza en la adolescencia o, incluso antes, en pleno proceso de maduración, hay aspectos que pueden alterarse, como la forma de encontrarnos con el otro, algunas habilidades cognitivas -«particularmente, el desarrollo de la atención mantenida»- o cuestiones ligadas a la identidad, la autoimagen o la sexualidad. «Las fotos trucadas de Instagram y otras redes no son inocuas», advierte Ruiz.
El Ministerio de Educación ha convocado a las comunidades autónomas a una reunión en enero para fijar una postura común en cuanto a la regulación del uso de móviles en los centros educativos. Cantabria acudirá al encuentro «con la mejor de las voluntades», según ha dicho ya el consejero de Educación, FP y Universidades, Sergio Silva. Su departamento ya incluyó en las instrucciones de inicio de curso recomendaciones para prohibir el uso de los móviles en horario lectivo, por lo que está de acuerdo con la necesidad de regular su restricción, pero su idea es llevar el debate más allá de los teléfonos, hasta la «sobreexposición a las pantallas» del alumnado de las etapas más tempranas. Los colegios, dice Silva –algo en lo que coincidiría la ministra, Pilar Alegría–, «no somos el problema, sino parte de la solución».
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