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El 12 de marzo Educación anunció la inminente suspensión de las clases presenciales en Cantabria. Ese día el curso escolar se rompió en dos. Al poco, colegios e institutos se vaciaron; 94.000 alumnos volvieron a casa y convirtieron dormitorios y salones en aulas ... improvisadas; los profesores readaptaron su docencia a marchas forzadas; la educación se desplazó del aula a la pantalla. La suspensión, inicialmente por 15 días, acabó prolongándose tres meses, hasta que el curso se ha cerrado.
El covid lo ha cambiado casi todo, hasta las graduaciones, pospuestas o reconvertidas en celebraciones virtuales. Y condicionará la vuelta a las aulas en septiembre. ¿Cómo? La comunidad educativa trata de responder a esa pregunta. No será fácil.
«Han sido dos cursos en uno», resume Norberto García, portavoz de la Comisión Permanente de Directores de Secundaria. Hasta mediados de marzo, colegios e institutos tenían por delante rutinas, metas y problemas conocidos. El cierre les llevó a terreno incierto. «Hay un curso hasta el 13 de marzo, que transcurría dentro de la normalidad, y después todo cambió», incide. Cambiaron abruptamente las formas de enseñar y evaluar. Las directrices fueron a veces confusas, se transformaban al paso que lo hacía el covid. «Nos tuvimos que adaptar como pudimos. Ha sido un curso complicado. Pero el balance, en ese contexto, es positivo. Lo hemos acabado con dignidad», valora el director. La cooperación, añade, ha sido clave: profesores, alumnos y familias trataron de encajar todas las piezas a distancia.
María José Rioseco, Portavoz de directores de Infantil y Primaria
En la Comisión Permanente de Directores de Infantil y Primaria, coinciden en que ha sido un curso atípico, pero «si hemos de hacer una valoración de este último trimestre, ha de ser positiva. Las familias, el alumnado y el profesorado hemos trabajado al unísono. La colaboración en la distancia ha sido intensa, el contacto prácticamente diario y hemos desarrollado estrategias y vías de comunicación nunca antes puestas en práctica», subraya María José Rioseco, su portavoz. Todas, pero sobre todo las etapas de Infantil y Primaria, requieren del contacto estrecho entre profesor y alumno. El tercer trimestre, por tanto, ha sido arduo. «Sustituir la enseñanza presencial por una a distancia es muy difícil y más si no estamos preparados para ella».
«La docencia presencial es insustituible». Chema Torre insiste en esta consigna de FAPA-Cantabria. Habla en nombre de muchas familias cuando cuenta cómo los padres se han convertido en figuras de apoyo educativo a base de tutoriales y manuales. Es una de las fortalezas que ha revelado la pandemia: «Todo el mundo ha arrimado el hombro para sacar el curso adelante», reflexiona Torre. Iratxe Galbán, madre de dos alumnas de Infantil y Primaria, es un ejemplo: «Hemos tenido que reinventarnos, estrujarnos el cerebro, imaginar. Ha sido un reto».
Chema Torre, Secretario de FAPA-Cantabria
Han aflorado también las debilidades: «Sabemos que hay alumnado cuyo curso terminó en marzo», apunta Torre en referencia a la brecha social evidenciada, más si cabe, estos meses. Pide reducirla al máximo y unificar las plataformas digitales. «Hay que aprender de esto. Todo lo que ha pasado hasta ahora es entendible, pero no podemos vivir otra situación así». El balance, para FAPA, queda en suspenso: «Es difícil valorar el curso. Las consecuencias, si se ha salvado o no, se verán en los cursos siguientes».
Le quedan pocos flecos a este año escolar inédito. Se han resuelto ya las evaluaciones extraordinarias de Secundaria -excepto en 2º de Bachillerato, que son en septiembre-. Ahora toca mirar atrás para preparar el futuro. Norberto García tiene claras dos ideas: cada centro ha de elegir y trabajar con una plataforma digital -y no solo para salvar futuros confinamientos, sino para apoyar la educación presencial-; y el aumento «razonable» de los cupos docentes. «Se nos presenta un septiembre incierto, con grandes retos [...]. Se requieren más recursos materiales y personales para generar espacios seguros y estables que transmitan confianza a la comunidad educativa», plantea Rioseco. Sin perder de vista que la educación presencial es irremplazable, apuestan por anticiparse a un eventual regreso a la enseñanza a distancia y reforzar la competencia digital.
«Hay que tener un plan», opina Galbán, que adaptó casa y rutinas para apoyar la educación de sus hijas, «aprendamos de esto».
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