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El estudio elaborado por la Universidad de Cantabria estima que, en un escenario intermedio, la economía regional caerá este año alrededor de un 11%. El dato incluye los meses de crecimiento previos a la llegada del coronavirus, la parálisis de los momentos más duros ... del estado de alarma -incluidas las dos semanas de hibernación total-, la actual fase de 'desescalada' y lo que reste de 2020 con un panorama de gran incertidumbre. Son proyecciones. La foto fija de hoy, en plena fase dos y con la comunidad autónoma -si nada falla- a un mes de alcanzar la «nueva normalidad», muestra que el 25% de la actividad aún está paralizada, según los datos que maneja la CEOE. Menos producción, más paro y con una parte importante de los ERTE que se pusieron en marcha aún activos.
«Una cosa es que hayan recuperado la actividad y otra con qué intensidad están trabajando. El nivel de negocio», apunta Enrique Conde, presidente de los empresarios cántabros, que señala las grandes diferencias que hay en cada uno de los sectores. Pese a su difícil coyuntura, la industria funciona ya al 95%. Junto a la construcción es uno de los menos afectados. En el lado contrario se encuentra la hostelería.
Industria Gran parte de la producción se ha recuperado. Está al 95% de su actividad, aunque siguen los ERTE.
Bares y restaurantes Con márgenes mínimos o números rojos, funcionan el 30%. Muchos abren «por salud mental».
Hoteles Sólo el 8% de los alojamientos turísticos da servicio, una cifra que ha permanecido estable desde marzo.
Comercio Casi el 100% ha vuelto al trabajo, pero no con todos los empleados y con caídas del 20% de ventas en mayo.
Construcción Pese a que están a un 80% de volumen de trabajo, el sector afirma que ha recuperado la «normalidad».
Concesionarios Otro de los principales perjudicados. En abril sólo hubo 4 ventas y en mayo la mejoría es mínima.
Puerto Sin viajeros, la caída de pasajeros en abril fue del 96,8% y el tráfico de mercancías descendió cerca del 25%.
Aeropuerto En las últimas semanas la actividad comercial ha sido nula, así que la sangría de viajeros fue del 100%.
Ganadería La caída del sector es de cerca del 10%. Se mantiene la demanda de vacuno y leche, pero no de carne noble.
Pesca El empleo se ha mantenido, pero la caída de precios y la menor actividad han reducido un 40% las ganancias.
Los autónomos están integrados en todos esos sectores y seis de cada diez ya han regresado a la actividad. Esa es la media, pero de nuevo el comportamiento no es homogéneo. Ana Cabrero, presidenta de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), destaca la ilusión con la que han vuelto a levantar la persiana, pero también las dudas sobre la evolución de la pandemia. «El proceso de recuperación será lento, más que la propia 'desescalada' y lamentablemente algunos no podrán continuar. La incertidumbre se ha instalado en un colectivo que necesita justamente lo contrario, pero resistimos por ahora sin darnos de baja», cuenta. Pone el acento en la inversión que han tenido que realizar para adaptar los negocios a las nuevas exigencias sanitarias, en un momento en el que la liquidez es escasa y están a la espera de que los préstamos solicitados.
En el comercio, por ejemplo, casi todos los establecimientos están abiertos. Gonzalo Cayón, de la federación Coercán, apunta que puede haber, como mucho, un 5% de rezagados y que en los locales medianos y grandes no todos los empleados se han incorporado aún. Tras el primer momento de euforia, el nivel de ventas es «diferente». Diferente para mal (-20%), dejando a un lado la alimentación. Entienden que las compras cogerán más fuerza cuando abra toda la hostelería y creen que los números rojos se salvarán si el turismo se recupera durante el verano. Cruzan los dedos. Cayón cree que el cliente todavía se está acostumbrando a las nuevas medidas de protección y destaca que ahora es más efectivo: compra un mayor porcentaje de los que entran. Donde las ventas siguen siendo mínimas es en los concesionarios, el principal perjudicado en contextos de incertidumbre.
Precisamente, una parte importante de los autónomos trabajan en la hostelería. A día de hoy, es el sector que más lejos está de los niveles habituales. En el caso de los hoteles, apenas han variado las cifras desde el inicio del estado de alarma. En la comunidad autónoma están disponibles el 8%, los que prestan servicios esenciales, algún apartahotel y camas que habitualmente ocupan los transportistas. Los bares, restaurantes y cafeterías, que desde la fase uno pueden abrir sus terrazas con restricciones y ahora también el interior con limitación de aforo, funcionan ya en un 30% de los casos. «Muchos empresarios han abierto porque están hartos de estar en casa, o incluso porque los empleados lo estaban pidiendo. Casi por salud mental, porque el negocio está muy por debajo de lo que debería», detalla Ángel Cuevas, portavoz de esta patronal.
No hay hoteles porque no hay quien los ocupe. Con la promesa de que se reanude un tráfico mínimo a partir de esta semana, la actividad comercial en el aeropuerto Seve Ballesteros es nula. Aunque los trabajadores siguen en sus puestos para realizar labores de mantenimiento y atender vuelos de carácter sanitario o militar -el último mes hubo cerca de 50 operaciones extraordinarias-, hace semanas que no se ven viajeros en la terminal de Maliaño. Así, la caída en el número de pasajeros es del 100%. No hace falta sacar la calculadora para hacer la cuenta: de los 100.807 pasajeros que se registraron en abril de 2019 se ha pasado a cero. La crisis sanitaria y sus consecuencias también están lastrando las cifras globales de todo el año. En los primeros cuatro meses, el aeropuerto acumula una caída del 43,3%. A partir del 2 de junio está previsto que vuelvan tímidamente los primeros vuelos comerciales. Por ejemplo, Iberia ya ha puesto a la venta para ese día billetes de su ruta a Madrid. Y los vuelos internacionales... Pues el Gobierno central asegura que las fronteras estarán totalmente abiertas el 1 de julio para que puedan pisar suelo español los turistas extranjeros. Habrá que ver si las ganas de salir de casa pesan más que la crisis económica.
Las proporciones del descalabro en el Puerto de Santander, uno de los motores económicos de la región, son de la misma magnitud. Tomando como referencia el mismo mes y por los mismos motivos que en el Seve Ballesteros, la Autoridad Portuaria notifica una caída del número de pasajeros del 96,8%.
Se ha pasado de los más de 18.000 usuarios del ferri en abril de 2019 a los residuales 581 de este 2020. Aunque no hay restricciones específicas al tráfico de mercancías, la ralentización económica también se refleja en este apartado, donde el descenso es del 25,2%. Una cifra no muy negativa teniendo en cuenta que Brittany Ferries ha reducido de cuatro a dos las escalas semanales con el Reino Unido. La buena dinámica que presentaba la estadística hasta la irrupción del Covid-19 hace que la caída acumulada en el año sea del 14%. Se han perdido los pasajeros de las líneas regulares y también los de los cruceros. El año pasado llegaron dos en abril. El responsable del Puerto, Jaime González, recuerda que la institución ya está trabajando por recuperar parte de los cruceros que tenían previsto llegar a Santander este año y que en la mayoría de los casos cancelaron la visita hace semanas por la situación de incertidumbre general.
«Las empresas han cogido con fuerza y ganas las obras que quedaron paradas por la prohibición de actividades no esenciales durante dos semanas del estado de alarma», confirma Gervasio Pinta, de la Asociación de Constructores de Cantabria. El volumen de trabajo es del 80% respecto a lo habitual, pero la situación se acerca a la «normalidad». Los proyectos avanzan a buen ritmo, pero con los mismos trabajadores que tenían antes: no ha habido nuevas contrataciones porque tampoco se prevén nuevas actuaciones a corto y medio plazo, lo que puede abocar a una paralización de la construcción en los próximos meses. Para evitarlo, piden que se reactive la licitación oficial de obras y suelo público para edificar inmuebles en régimen de alquiler.
Quienes no han tenido que acogerse a la figura del ERTE han sido las administraciones públicas, donde de manera imprevista y sobrevenida ha tenido que introducirse el teletrabajo -Sanidad aparte-. Todos los empleados han continuado realizando, en la medida de lo posible, sus labores habituales. La mayor parte desde sus hogares y los destinados en los servicios básicos de forma presencial. En el Gobierno de Cantabria varía mucho por consejerías. De media, en este momento, alrededor de un tercio del personal ya está físicamente en sus puestos, un porcentaje que ha ido subiendo de forma lenta desde el inicio de la 'desescalada'. A partir de ahora el ritmo de reincorporación será mayor por la recuperación de los servicios de atención al público y porque a partir del 1 de junio se levanta la suspensión de los plazos administrativos.
Los plazos judiciales se activarán tres días después, pero este ámbito de la administración funciona ya al 60%. Salvo excepciones como la del primer juicio telemático celebrado en España, que tuvo lugar hace unas semanas en Santander, no está habiendo vistas, aunque ya se están retomando los señalamientos judiciales. Hasta ahora, la actividad se ha limitado a lo más esencial: servicios de guardia en violencia de género, el registro civil y actuaciones con presos y detenidos, así como el Instituto de Medicina Legal se atenderá a la naturaleza y necesidades de cada uno de ellos.
En el sector primario de Cantabria, la crisis sanitaria no se ha traducido en una pérdida de puestos de trabajo, pero sí en pérdida de rentabilidad. «Toda la flota ha ido a la mar con la gente que tenía, pero nosotros habremos perdido cerca de un 40%», explica Miguel Fernández, presidente de la Cofradía de Pescadores. El inicio de la pandemia coincidió con el de la costera del verdel, cuyos precios se redujeron a la mitad (de 1,40 a 0,70 euros) por el cierre de las pescaderías y la venta minorista. Y en el bocarte, la costera no sólo comenzó un mes después, el tiempo que se tardó en habilitar los barcos a las nuevas condiciones de seguridad, sino que también hubo una caída de precios. Se consuelan con que por lo menos no han tenido positivos de coronavirus: «Un sólo caso habría bloqueado todo el barco y cinco toda la lonja».
Impacto, pero menor, en torno al 10%, en la ganadería. Esa es la estimación que hace Gaspar Anabitarte, de UGAM. El principal problema ha venido de la mano del cierre de los restaurantes, los que se llevan las carnes nobles de la vaca y los productos del ovino y el caprino. Ahí la caída ha sido drástica, aunque el resto del vacuno, en líneas generales, ha funcionado. También han tenido caídas en las ventas los productores artesanos y en cuanto al mercado de la leche, el más importante en Cantabria, ha crecido la demanda, pero paradójicamente sigue bajando el precio.
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