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Javier Palomera del Barrio | Presidente de la Asociación de Constructores de Cantabria
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Javier Palomera del Barrio | Presidente de la Asociación de Constructores de Cantabria
«En Cantabria faltan 3.000 viviendas nuevas al año para responder a la demanda que hay»Gerente de la empresa familiar Palomera Obras desde 2015, el santanderino Javier Palomera asumió el relevo en la presidencia de la Asociación de Constructores de ... Cantabria hace dos años, en plena zozobra de un sector adaptándose a la nueva coyuntura de precios al alza que dejaron la pandemia y la guerra en Ucrania «y que han venido para quedarse». Hoy, le preocupa recuperar la visibilidad del sector «en positivo» y atraer jóvenes empleables, porque la edad media está en los 45 años. Palomera da voz a más de 70 pymes y unos 16.000 empleos en la región (entre el 8/10% del PIB).
–¿Cuál sería la radiografía del sector en Cantabria en la actualidad?
–El Gobierno sigue sin gastar el presupuesto para obra pública, que es importante. Aunque la obra privada va en ascenso, el peso de la pública... El año pasado fue electoral y registramos una liquidación bastante mala, se gastó en torno al 60% de lo presupuestado en Obras Públicas. Esto lo asumimos: va ligado al ciclo político y digamos que cada cuatro años sabemos que hay seis meses que se quedan colgando. Lo malo es que creemos que este año tampoco se cubrirá el presupuesto al 100%. Estamos apretando al consejero, porque mantener la inversión y mejorar las infaestructuras es bueno para la región. En vivienda privada habría recorrido, porque en 2023 solo se iniciaron 1.350, la mayoría en Santander, Bezana, Laredo y Castro Urdiales.
–Las inmobiliarias de la región se lamentan de que hay poca vivienda nueva a la venta y, la que hay, de precio elevado. ¿Que tiene que pasar para que bajen los precios? ¿Hay que poner más pisos en el mercado?
–La estadística dice que todos los años se crean en España 200.000 nuevos hogares y solo se construyen 80.000 viviendas nuevas, lo que no da para cubrir las necesidades de la inmigración, los divorcios, los jóvenes que se independizan… En Cantabria están faltando 3.000 viviendas al año y esto es así desde hace años, por lo que cada ejercicio se acumula déficit. Pero el tema de los precios es muy complicado porque influyen muchos factores. Hay que contar con el suelo, los materiales y salarios y, luego, la gestión administrativa, que es larguísima. Dura más meses la tramitación que la construcción en sí. Al punto de que hay veces que, aunque te regalen el suelo, no compensa hacer pisos, porque no salen baratos. De hecho, todos los indicadores apuntan a que los precios van a seguir subiendo.
–¿En la asociación son conscientes de esa especie de alerta de que se quiere construir en exceso en Cantabria debido a la presión desde el resto del país hacia el Norte? Parece que con el cambio climático se multiplica su atractivo.
–Que hay una tendencia de tirar para el Norte lo notamos desde antes de la pandemia y no creo que sea preocupante: hay que verlo como un reto. ¿Debe inquietar que vengan gente, negocios, industria, inversiones...? En este contexto, la vivienda debería ser un final, no un inicio. Es decir, la construcción de pisos debería ser el resultado de que se están haciendo bien las cosas.
–No ve, pues, razonable ese temor de algunos sobre los proyectos conocidos últimamente para San Vicente, Comillas, Loredo...
–Es que hay unas normas tan marcadas... Con los planes generales está muy tabulado dónde se puede intervenir, qué se puede hacer y qué no. Lo de Benidorm ya no se puede reproducir en ninguna parte, ya es de otra época. Entonces, ¿de qué me están alertando? Si los proyectos cumplen la normativa vigente y las construcciones, además, tienen demanda... En Cantabria llevamos 25 años sin hacer viviendas. El año pasado, en Santander, se empezaron 260 pisos, una cifra muy por debajo de lo que necesita la ciudad para consumo interno, para que los propios jóvenes santanderinos se puedan independizar. Por eso, el supuesto problema habría que verlo en perspectiva. Cantabria debería ser capaz de admitir más viviendas, lógicamente bien reguladas, sin atentados ecológicos... En Loredo, mientras esté todo bien planificado, nadie debería tener nada que objetar. Si alguien viniese a montar una fábrica no veríamos este revuelo en contra, salvo que el emplazamiento tuviera unos condicionantes determinados. Este proyecto traerá actividades secundarias, IBIS para los ayuntamientos, consumos para los negocios locales. Generará vida.
–¿Tampoco le provocan malestar las leyes del suelo (la nacional y la regional)? ¿Qué pediría si pudiera?
–A nivel nacional, la cuestión que se planteaba no deja de ser una modernización: está bien contar con unas reglas del juego claras y actualizadas, así que no tenemos nada en contra. Hay que pensar que en Santander se funciona con el PGOU del 97 y, en Piélagos, con el del 93. Y ser conscientes de que las ciudades que se planearon en aquella época no tienen nada que ver con las de hoy, ni en cómo las vivimos, ni cómo las queremos. En cuanto a la ley del suelo regional: se permitirán viviendas unifamiliares en entornos rurales cumpliendo unas distancias y unas premisas. Creemos que no será una masificación. O sea, que alarma, ninguna. Es volver a lo que había. A veces nos quejamos de la despoblación de ciertas zonas rurales y luego penalizamos que se afiancen allí las nuevas generaciones. Por eso, las ciudades siguen absorbiendo la población de los pueblos.
–¿Cómo va la reivindicación de la simplificación de los procesos administrativos mil veces reclamada?
–Nosotros, y también la CEOE, seguimos diciendo al Gobierno y a los ayuntamientos que no se están viendo resultados. Está bien que se haya puesto el debate sobre la mesa, pero parece que no es tan sencillo, porque hay unos contrapesos y normativas a respetar. Nos quejamos de la opacidad de la gestión: una vez que la empresa mete un proyecto por registro, no se vuelve a saber en qué punto está. No hay forma de hacer seguimiento y de subsanar los problemas hasta que te lo aceptan o rechazan. Hemos hecho propuestas concretas para agilizar y se creó una oficina auxiliar con los colegios de aparejadores y de arquitectos para que la Administración solo tuviera que controlar que todo estuviera correcto... Y nada, no es palpable ningún avance. Que conste que no ponemos el foco en los funcionarios, sino en el sistema.
–Vayamos al empleo, que al parecer andan sobrados de puestos sin cubrir.
–Ahora mismo nos vamos a tragar la tasa de sustitución. No conseguimos incorporar perfiles para reponer a la gente que se jubila. La experiencia se está perdiendo y, como no hay trabajadores que se estén formando desde jóvenes, hay puestos que van a ser muy difíciles de ocupar. Este es un sector que tradicionalmente ejerció mucho la formación interna: se empezaba de peón y se acababa como encargado o capataz de obra.
–La hostelería hizo recientemente un llamamiento a 7.500 parados y solo se interesaron 70 personas. ¿Aquí el desinterés es tan agudo?
–Nosotros sabemos que, a nivel nacional, para cumplir con todas las inversiones de los fondos europeos que van a la construcción harían falta 700.000 empleos para acometer los proyectos en tiempo y plazo. En Cantabria se nota el desinterés pese a que tenemos un buen convenio, que incluye buenas condiciones y un plan de pensiones. Sin embargo, no estamos siendo capaces de transmitirlo y tenemos problemas para captar veinteañeros. Ahora no hay jóvenes de menos de 30 años en las obras. En dos décadas se nos ha invertido la pirámide de edad. Es como una distopía, porque luego ves los datos de paro... Y, además, el estar continuamente diciendo que necesitamos gente, inflaciona las plantillas: los salarios no paran de aumentar.
–¿El grueso del empleo está en manos de los extranjeros?
–En Cantabria no. En el conjunto de España, los extranjeros representarán un 20% y aquí está por debajo. Estamos trabajando a nivel nacional en incluir la Construcción entre las actividades de difícil reposición para traer gente de fuera con contrato. Hay proyectos piloto con Latinoaméric a ver si logramos que vengan trabajadores formados y con todas las condiciones en regla.
–¿Están interesados en emplear a mujeres?
–Sí. Ahora son el 10% de las plantillas, pero están en puestos administrativos o son mandos, y lo que queremos es que opten a todo tipo de trabajos. Hay muchos que serían atractivos: pintores, carpinteros, conductores de camión, de excavadora, fontaneros... Son empleos de cercanía, con buenos horarios, que permiten conciliar... Esto ya no es el trabajo intensivo de los años 70. Muchos gremios hacen horario continuo. Así que la idea es pedir a la gente que, por lo menos, venga a ver.
–¿Cómo lleva la Construcción la Agenda 2030 que tanta polémica genera?
–Yo veo cero polémica. En ningún momento ha habido un punto y aparte, sino que las exigencias han sido una evolución que hemos vivido como lógica, sin traumas. Nuestro sector es peculiar porque somos una industria y nuestra fábrica es completamente móvil y nueva en cada sitio en el que empezamos y en el que tienes que adaptar los procesos. En materiales se ha evolucionado muchísimo y el asunto de la sostenibilidad es algo que llevamos ya todos dentro. Se trata de ser más respetuosos con el medio ambiente, con las personas, con los entornos... Hace años que tenemos presente todo lo que tiene que ver con la economía circular, las emisiones, el uso de materiales de cercanía...
–¿Es una impresión o es un hecho objetivo que esta asociación, que en los tiempos de Fidel González-Cuevas y Justo Cobo ejercía de altavoz empresarial, ha mantenido un perfil público bastante bajo en los últimos años?
–Es así. En los años 2000 el empresariado tenía mucha visibilidad porque el sector era realmente potente. Su contribución al PIB nacional era muy relevante. Ahora, también fue el que se llevó todos los palos en la crisis de 2008: hubo crisis financiera, de deudas... Y prácticamente solo se estigmatizó a la construcción. De aquellos años es verdad que al sector le quedó una mala imagen. Ahora queremos remontar todo esto. Fue un poco injusto que todas las acusaciones de entonces llovieran sobre este sector. Es algo que se habla a menudo en las reuniones nacionales.
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Ana del Castillo
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