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Rafael Puyol (Gijón, 1945) hace más de 25 años que visita de manera asidua Cantabria. «La descubrí gracias a los diferentes cursos de la UIMP», ... desvela. Habla de forma cristalina, casi se ven sus palabras salir de su boca. Con una dicción que da envidia. Desde su casa de Comillas amanece cada mañana viendo el mar. No es cocinitas, «por desgracia», pero es el encargado de los desayunos: «Me gustan largos, con periódico incluido», expresa. Con un grupo de amigos ha montado una peña excursionista con la que descubre Cantabria, lugar «al que siempre deseo volver». Doctor en Geografía, vicepresidente de la Fundación Instituto de Empresa, exrector de la Universidad Complutense, doctor 'honoris causa' por distintas instituciones académicas de América Latina y actual presidente de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), disfruta leyendo, sobre todo «novela negra de escritores mediterráneos».
–Si económicamente fuera posible, ¿qué opina de que todos los alumnos, antes de empezar la universidad, tuvieran que coger un año sabático para explorar el mundo y a sí mismos?
–No es mala idea, aunque para la mayoría no es fácil de realizar. Durante ese año podrían hacer un curso cero de lo que van a estudiar, adquirir capacidades y competencias imprescindibles y conocer otros países y culturas. De esta manera, iniciarían su carrera con más conocimientos, más experiencia y más madurez.
–Durante la pandemia, buena parte del sufrimiento de los universitarios de todo el mundo fue la falta de interacción con sus compañeros, entre otras cosas. ¿Cómo hacen para que la UNIR sea atractiva con estas carencias?
–Entiendo que haya sido así en las universidades presenciales, con alumnos mayoritariamente jóvenes. En UNIR, la edad media de los estudiantes es de 35 años. La mayoría son personas con obligaciones familiares o laborales que encuentran en la enseñanza on line la solución para hacer un grado o un posgrado. A nosotros la pandemia no nos causó ningún problema especial. Mantuvimos la actividad y creció la demanda.
–En su toma de posesión, en septiembre de 2019, dijo que no olvida la investigación. ¿Por qué en España cuesta tanto aprender de los errores y se sigue dando la espalda a la investigación. ¿Cómo lo potencian ustedes?
–En el mundo universitario sabemos que sin investigación no hay universidad y que debemos tener un buen sistema de transferencia de esa investigación al tejido empresarial e institucional. Pero no hay buena investigación sin la financiación necesaria. Necesitamos que la Administración y las empresas aporten muchos más recursos a las universidades.
–Algo se debe de estar haciendo muy mal cuando faltan tantos empleados cualificados en diferentes sectores y, sin embargo, hay una altísima tasa de paro entre los jóvenes. ¿Qué pasa con la relación empresa-universidad?
–Tenemos que estar más atentos a lo que nos dicen las empresas y preparar mejor a los profesionales. La formación en competencias y la educación continua son cada vez más necesarias.
–Ustedes defienden que, en un futuro, los títulos universitarios pueden ponerse en cuestión, ganando terreno la educación basada en cualidades. Mientras esto no ocurra, ¿qué aconsejaría a los estudiantes?
–Que adquieran competencias digitales, herramientas blandas, formación humanística, valores éticos. Nada de eso debe faltar en la formación de un universitario.
–Considera la demografía como una de las grandes disciplinas del siglo XXI, una ciencia social imprescindible. ¿En qué se basa?
–Sí, lo es por la temática que aborda. Cuestiones como el descenso de la natalidad, las migraciones o el envejecimiento definirán el futuro de la humanidad. Yo situaría las cuestiones demográficas en el mismo orden de magnitud que los retos que plantean la digitalización o el cambio climático.
–¿Cuál es el gran enemigo de la demografía?
–Ignorar que sus consecuencias son de luces largas. El cortoplacismo con el que actúan los políticos y las administraciones no ayuda a resolver los problemas demográficos.
–En una tierra como Cantabria, los pueblos se van vaciando de gente joven por falta de colegios, centros médicos, falta de cobertura de internet… Si los gobiernos apostaran de verdad por frenar la despoblación, ¿no se debería de poner remedio a estos problemas o no es esta la solución?
–En Cantabria, como en el resto de España, necesitamos una política demográfica integral que aborde el despoblamiento, pero que también se ocupe de ofrecer soluciones al fuerte descenso de los nacimientos, al éxodo del talento o a los retos de la longevidad o el envejecimiento.
–¿Qué zona de Cantabria elegiría usted para apostar por ella demográficamente, aparte de las grandes urbes?
–Toda Cantabria necesita acciones que mejoren la situación demográfica. Pero por el nivel de deterioro al que han llegado, no cabe la menor duda que son las áreas rurales interiores, las montañosas y las que se articulan en torno a los valles, las más necesitadas. Pero hay que ser muy conscientes de que las soluciones milagro no existen.
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