Cantabria, paraíso terrenal
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Leyendas de aquí ·
Una publicación de los ochenta sitúa el Jardín del Edén en Peña Sagra y el origen de los continentes en los Picos de EuropaAl principio se crearon la Marina y la Montaña. y la Montaña estaba desordenada y vacía, si acaso alguna cara labrada en el Dobra. Y las tinieblas rondaban la Marina; probablemente hubiera Nordeste.Y de pronto salió la luz por los Picos de Europa y se separó de las tinieblas. Y los montañesucos llamaron a la luz día y tiniebla a la noche. Y el firmamento separó las aguas; las de debajo y las de encima. Y al firmamento se le llamó cielo para que pudieron lanzar fuegos artificiales el día de Santiago en el Sardinero. Y a lo seco se le llamó tierra, aunque muy seco no esté nunca. Y aparecieron dos lumbreras: la mayor para iluminar el día, aunque sea difícil verla la mayor parte del año, y la segunda para orientar en la noche a la Vijanera.
Permítase la licencia, pero bien podía haber comenzado así el pasaje bíblico a tenor de la teoría según la cual la cuna de la humanidad, tiene su origen en Cantabria. Más en concreto en los Picos de Europa. Y por precisar aún más, en Peña Sagra. Vamos, que Adán y Eva se podían haber llamado perfectamente Laro y Amaya.Otro asunto es con quién se podría identificar a Caín y Abel.
Porque la teoría o leyenda, como se prefiera, sostiene que Cantabria fue en cierto modo el paraíso terrenal; el lugar donde se gestó la humanidad entendida desde el relato creacionista, aunque sin descabalgar a Darwin en una llamativo salto mortal convertida en pirueta si se compara con el hecho de localizar el Jardín del Edén junto a La Hermida.
No es que haya tenido mucho predicamento, pero esa es la tesis la humanidad nació en Peña Sagra, donde se gestaron no solo la especie, sino los continentes e infinidad de lugares citados en la Biblia y textos prerromanos. Sostiene que todos los grandes mitos de la humanidad nacieron en Cantabria o, como muy lejos, en el oriente de Asturias, enclavados en los Picos de Europa y con Liébana como eje de gravedad.
Por muy disparatada que parezca. Por muy disparatada que sea, en realidad, esta es la teoría que sostiene un libro que pasó más o menos inadvertido en los ochenta, salvo para quieres se aventuraron a leer los dos tomos de 'Cantabria. Cuna de la Humanidad', de Jorge María Rivero San José, publicado por Ediciones de Cámara en 1985. Ya está descatalogado, pero se puede localizar de segunda mano en portales especializados para quien quiera asomarse a dos ingentes tomos que reducen la historia del mundo a poco más que el macizo montañés.
El País esbozaba el perfil del autor como el de un polígrafo que tras ser profesor en la universidad Libre de Bruselas y asesor cultural de Pío Cabanillas se había trasladado a una aldea para vivir dedicado por entero al estudio. A sus estudios.
¿Y de dónde viene ese curioso relato, aventurada, por utilizar con generosidad el lenguaje? De la toponimia. Según la teoría de Rivero, entre la Cantabria occidental y el este de Asturias se pueden encontrar vestigios de prácticamente cualquier mito fundacional, accidente geográfico o ciudad protagonista del nacimiento de la religión y la civilización.
Asia habría estado originalmente en Cabezón de Liébana, África al norte de Peña Sagra, Europa al oeste y América, al este. No aclara si Oceanía quedaría aislada entre las aguas del Deva. Y así, tirando de toponimia, el parque Natural de Somiedo, ya en Asturias, sería Sodoma. Porque los asturianos también tienen su parte: el Trieves sería el Tigris.
Los dos tomos hacen más hallazgo, cuando menos, sorprendentes, como la primitiva localización de la Atlántida en España y de nuevo en Liébana. Como otras muchas hipótesis que basándose el testimonio que las palabras dejan en la toponimia se plantean en una rocambolesca pareidolia verbal.
Puestos a imaginar, quizá convenga comenzar a explicar la historia de la quesada prohibida, esa que cocían junto al castaño del bien y del mal, y cómo Esaú vendió a Jacob –todos ellos cántabros, por supuesto, con lo que a saber si aquellos eran sus verdaderos nombres– por un plato de marmita.
Quién le iba a decir a Miguel ÁngelRevilla que cuando ya en el cambio de siglo apadrinó en Puertochico aquella campaña institucional de 'Cantabria Infinita' tenía más razón que un santo.Que un santo montañés, por supuesto, porque también el pueblo judío tendrá el mismo origen cántabro –de ahí lo de hebreo, 'delEbro'. Paralelamente, enAsturias sacaron aquello de 'Paraíso natural'. Pero a tenor de las tesis de Rivero, bien podrían desde Santander pedir los royalties. Aunque, bueno, Cantabria debía ser, más bien, paraíso terrenal.
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