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Las playas son una de las grandes señas de identidad de Cantabria y también una de las claves de su principal motor económico, el turismo. Por ello, su pérdida supondría un revés difícilmente cuantificable para el futuro medioambiental y social de una comunidad con un ... marcado carácter costero. Es en ese punto en el que incide el informe 'Crisis a Toda Costa 2024. Análisis de la situación del litoral ante los riesgos de la emergencia climática', presentado este martes por la asociación ecologista Greenpeace, cuyas perspectivas no son nada optimistas.
En este documento, la entidad alerta del peligro de que todo el litoral cántabro se vea gravemente afectado a partir del año 2030 por el aumento del nivel del mar. Un impacto que, señalan, será general, pero que será especialmente grave en veinte localizaciones concretas del territorio cántabro. Las causas de este fenómeno, resalta la entidad, son la erosión y la subida del nivel del mar provocada por el calentamiento global, y las localizaciones que citan como en mayor peligro en Cantabria son la ría de Tina Menor, San Vicente de la Barquera, Punta Escubiles, Punta Candelaria, ría de Oyambre, Suances, Liencres, Santander, Astillero, Somo -como ya advirtiró recientemente IHCantabria en relación al futuro del Puntal-, Noja, El Joyel, Santoña, Escalante, Montehano, Cicero, Laredo y Castro Urdiales.
En el caso de litoral de Cantabria y en general de la costa norte española, Greenpeace alerta de que «el cambio climático conlleva un agua más caliente, que se evapora más, lo provoca la formación de DANAs y ciclones más potentes y peligrosos, aumentando los daños por inundaciones». En el caso de Cantabria, explican, se trata de un territorio que «tiene el 10% de sus viviendas en zonas inundables y en el caso de Santoña, el 70% de las calles están en zona de riesgo de inundación».
El análisis del informe ahonda en las causas que intervienen en la transformación que experimentará el litoral cántabro, y apunta a la escasa protección con que cuenta la zona costera en esta comunidad: «Los 284 kilómetros de la costa cántabra tienen poco más de un 10% protegido, lo que la posiciona entre las últimas de España», resalta el informe, un dato que contrasta con «el porcentaje de costa urbanizada, que supone un 40% del total». Todo ello redunda en que el riesgo de erosión que presenta la costa cántabra sea «bastante significativo debido a la pérdida de cubierta vegetal y la deforestación, que también disminuye la capacidad de conservación de especies».
El peso del turismo en el actual modelo económico cántabro y sus consecuencias sociales y medioambientales es otro de los aspectos que Greenpeace señala como determinantes para comprender el riesgo que corren muchos arenales de la región. En ese sentido, destacan que «la masificación del turismo en el área mediterránea está desplazando la presión urbanizadora y turística hacia la costa cantábrica», un modelo que según critican «ha arrasado el litoral en tantos puntos de sur y este peninsular al norte».
El informe va más allá, y apunta al caso de «la construcción de un gran complejo turístico de 350 viviendas vinculadas a un nuevo campo de golf, en terrenos calificados según el Plan de Ordenación del Litoral como zona de Protección Litoral y zona de Ordenación Ecológica Forestal entre Langre y Loredo». Una situación que también afecta a otros puntos del litoral, entre los que destacan Liencres, donde denuncian que «hay una auténtica invasión de autocaravanas en el Parque Natural en los festivos y la época estival«, y Noja, «la localidad española con más alojamientos turísticos, pasa de 2.700 habitantes en invierno a 80.000 en verano».
En materia de contaminación del medio ambiente, el informe 'Crisis a Toda Costa 2024' pone el foco en Solvay y su actividad. La entidad ecologista afirma que «de la planta situada en Torrelavega sale un colector de ocho kilómetros que desemboca en la playa de Usgo a través de un emisario submarino». Esta actividad, critican, supone que «los residuos procedentes de la fabricación de carbonato sódico, bicarbonato sódico, cloro, sosa cáustica o lejía acaban en el mar y sus efectos se extienden a lo largo de 12 kilómetros de costa». Desde Greenpeace destacan que dependiendo de las corriente de aire y de los flujos marinos estos residuos se extienden hacia el este hasta playas como las de El Sardinero, Liencres o Covachos y hacia el oeste hasta los renales de Suances y La Tablía, llegando hasta el cabo de Punta Ballota.
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