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La pérdida de la Semana Santa fue para el sector turístico el primer varapalo de los muchos que sufriría a lo largo de todo el 2020. Un año que prefieren olvidar y para el que no escatiman en adjetivos negativos a la hora de hacer ... balance general: «desastroso» o «dramático» son las primeras palabras pronunciadas por algunos de los representantes del sector turístico cántabro para resumir el año tras el impacto de la pandemia en sus negocios.
Cantabria perdió en 2020 hasta 800.573 viajeros en comparación con el 2019. Un descenso que deja huella en la ocupación de los hoteles de la región, donde solo se llenaron el 37,5% de las plazas. Estas cifras son el resultado de un cúmulo de «jarros de agua fría» que recibió el sector tras perder una larga lista de fechas claves en 2020.
Los puentes del 1 de mayo, San Isidro, el Pilar, el 1 de noviembre, la Inmaculada o las dos semanas de Navidad son algunos de los picos de ocupación que se desvanecieron y dejaron de media en las cuentas de los hoteles de la región hasta un 50% menos de facturación que el año anterior.
Con este descenso, si se toman como referencia los más de 254 millones de euros que desembolsaron los turistas—internacionales y nacionales— en Cantabria en el 2019, la pandemia ha dejado un agujero de hasta 127 millones de euros en las cajas de los alojamientos turísticos.
Y así lo reflejan los datos de ocupación de hoteles y alojamientos turísticos al realizar un balance de los doce meses . En total, Cantabria perdió más de un millón y medio de pernoctaciones en el año de la pandemia, muy afectado por meses como abril, cuando no recibió ninguna visita debido al confinamiento docimiliario de todo el país.
También se ha perdido todo el desembolso que suponen esas visitas. Así, el turismo internacional dejó en gasto en alojamiento en la comunidad algo más de 61 millones de euros en el año 2019, mientras que en el caso del nacional, el desembolso en hospedaje alcanza casi los 193 millones de euros. (192.999.078).
El turista internacional que visitaba la región en 2019 gastaba de medio casi 900 euros. En el caso de los españoles que se acercaron a pasar unos días a Cantabria, el desembolso medio por persona se situaba en ese mismo año en los 184,2 euros. Con estos datos sobre la mesa, al sector no le dan los números: «Si hacemos balance del año, es imposible ser optimistas, con las limitaciones interprovinciales y las restricciones de otros sectores, hemos estado cuatro o cinco meses prácticamente cerrados», cuenta Emérito Astuy, al frente del Hotel Astuy en Isla.
Así lo reflejan los datos de meses como junio, en el que el número de turistas comienza habitualmente a aumentar. Tras no recibir ningún viajero en abril y con tan solo 866 visitantes en mayo, junio acababa con 23.428. Una cifra que contrasta con los 165.015 que recibió la región en el mismo mes de 2019.
Una caída de ocupación y facturación que deja a muchos alojamientos en una situación «muy preocupante», pero que a pesar de las importantes pérdidas, sitúa a Cantabria como la segunda región que mejor aguanta el impacto de la pandemia.
Cantabria y Asturias cierran así el año con descensos en ventas y facturación del 50%, pero la demanda de estos destinos como unos de los favoritos para las escapadas de verano del turista nacional, dan como resultado un balance final en el que resisten mejor que el resto de comunidades del país. Otros lugares como Baleares, Canarias y las costas mediterráneas, donde el turismo extranjero representa el grueso del total, experimentaron una caída en ventas superior al 70% el año pasado.
Ángel Cuevas, presidente de la Asociación Empresarial de Hostelería de Cantabria tiene clara cuál ha sido la única parte beneficiosa de esta pandemia: «Mucha gente que habitualmente optaba por destinos como Lanzarote, Ibiza o Benidorm, nos eligió en verano como opción no masificada porque Cantabria suena a naturaleza, tranquilidad, aire fresco y paraíso, y tras estar encerrado, el turista nacional era lo que buscaba», explica.
Está seguro de que el sector cántabro ha realizado, sin pretenderlo, una campaña de marketing de la región : «Hemos echado redes y recogeremos peces en los próximos años, cuando vuelvan muchos de los que han descubierto Cantabria gracias a la pandemia».
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La temporada de verano llegó como un soplo de aire fresco para los hoteleros, que consiguieron sacar adelante una campaña «muy buena»: «Pudimos resurgir y la mayoría llenamos en julio, agosto e incluso hicimos un septiembre mejor que años anteriores», cuenta Emérito Astuy.
Pero esa buena racha duró poco. Los noventa días del verano no consiguieron en ningún caso paliar los efectos de otros meses como mayo, en el que la comunidad solo recibió 866 viajeros. «El cierre total durante el confinamiento domiciliario y los malos datos de los últimos meses no se pueden compensar por muy buen verano que hayamos hecho», cuenta Astuy.
El sector tilda la situación actual de «dramática», tras un último trimestre «nefasto», con ocupaciones muy por debajo de otros años. Las limitaciones de movilidad impuestas en octubre se convirtieron en «la puntilla» para dar por perdido un año que el sector comenzaba, incluso, con mejores cifras que en 2019. Enero daba el pistoletazo de salida al año con 106.935 pernoctaciones en hoteles y alojamiento rural, un aumento significativo respecto al año anterior, cuando se alcanzaban las 84.996.
La frase «lo importante no es como se empieza, sino como se acaba» se convirtió en una dura realidad para los hoteleros cuando vieron cómo las reservas se desplomaban en noviembre: «Fue un desastre, la ocupación fue testimonial, por debajo incluso del 5%», cuenta Astuy.
Y así lo reflejan los datos con solo 9.129 viajeros en todo el mes, ocho veces menos que los 77.224 que recibió Cantabria en noviembre de 2019. Los últimos tres meses siempre han sido tradicionalmente malos para el sector, con ocupaciones que suelen rondar entre el 20-25%, pero en 2020 apenas recibieron clientes: «De lunes a viernes nada y el fin de semana teníamos cinco o seis reservas de algún cántabro que se escapaba. Nosotros estábamos abiertos por el bar y el restaurante, pero si fuera por el hotel, yo tendría que haber cerrado hace meses», detalla Astuy.
Ángel Cuevas dirige junto a algunos familiares el Hotel Cuevas y el Casa del Marqués en Santillana del Mar, el Miera en Liérganes y los apartamentos y el Hotel Costa Esmeralda en Suances, donde ha podido constatar el hundimiento del sector:«En noviembre y diciembre hemos estado por debajo del cinco por ciento de ocupación. La región es muy pequeña y los cántabros visitan puntos concretos como Picos de Europa o Liébana, pero no podemos sostenernos con eso, la situación es verdaderamente dramática», detalla.
Los hoteles cerraron diciembre con un 81% de pernoctaciones menos que el año anterior y el futuro a corto plazo no se presenta de manera muy esperanzadora: «No es que el último trimestre haya sido malo, es que ha sido la gota que colma el vaso», apunta Astuy.
Un mal trimestre que también queda reflejado en los datos de ocupación de alojamientos rurales con solo 1.501 viajeros en diciembre, mientras que ese mismo mes en 2019 ascendía hasta superar los 13.000.
Un año después del comienzo de «esta pesadilla», la Semana Santa queda «en el aire» y los profesionales no confían en mejorar tras los últimos datos de la pandemia. De hecho, el Gobierno ha advertido de que «es difícil que pueda haber una movilidad normalizada durante ese periodo» y que las previsiones les hacen ser «extraordinariamente prudentes». Un panorama que hace temblar a un sector «muy dañado»: «Dicen que estamos abiertos pero es mentira, si no dejan que entre el turista es como cerrarnos. En marzo confiábamos en el verano, pero la herida ya es demasiado grande y profunda, esto no se aguanta», apunta Cuevas.
Según la Alianza para la Excelencia Turística (Exceltur), la contribución del turismo a la economía española se ha reducido al 4,3%, desde el 12,4% anterior y una Semana Santa con los establecimientos paralizados podría ser el cierre para miles de empresas del sector.
El sector augura que muchos de los establecimientos entrarán «en quiebra» y ahorael sector pone la vista en la vacuna:«No es lo mismo que esté inmunizada el 70% de la población en junio que en septiembre, el verano dura 90 días y como la mayoría no la reciba para finales de primavera, perderemos la temporada entera, nos lo jugamos todo», concluye Cuevas.
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