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El año 2017, que hoy concluye, se cierra con un pobre balance para Cantabria. Nada nuevo, si tenemos en cuenta que las tres últimas décadas ... han sido negativas, desde el punto de vista de la economía, para nuestra comunidad. Los datos sobre crecimiento del PIB, empleo, demografía etc. de 2017 confirman que seguimos en la senda del declive y que Cantabria no logra situarse entre las comunidades punteras. Un año más de empobrecimiento.
Para realizar un análisis de la marcha de nuestra comunidad es esencial enmarcar bien los datos. Es lógico que, para evaluar la evolución regional se utilice como regla para medir, la media de la economía de España. Cuando la crisis ofrecía datos negativos era preciso ver si Cantabria lograba mejorar respecto a la media nacional o si, por el contrario empeoraba. Ahora, en una etapa de crecimiento generalizado, también se debe utilizar esa fórmula. Y ahí es donde vemos que nuestra región marcha rezagada, con una tendencia continuada a crecer menos que la media española y con una debilidad cada día más evidente.
Los ejemplos abundan... En Cantabria no se han construido parques eólicos y así somos una de la comunidades más atrasadas en ese aspecto. Los proyectos para generar electricidad se abortaron en dos ocasiones por diversas razones: oposición de grupos ecologistas, errónea tramitación administrativa, carencia de empuje de la sociedad civil, la apatía secular…, de esa manera se perdieron inversiones importantes y Cantabria ha quedado fuera de la revolución eléctrica.
La ganadería, que a lo largo de décadas ha sido uno de los puntales de la formación del PIB regional, ha cedido protagonismo y, con el precio de la leche bajo mínimos, ha dejado de ser un sector creador de empleo para pasar generar parados o jubilados anticipados. La pesca sigue estancada, aunque la amenaza sobre el agotamiento del bocarte –que produjo una alarma de máximo nivel– se ha desvanecido y la pesca de esa especie prosigue y sirve de materia prima para la industria conservera.
Solamente el sector turístico ha ofrecido un rostro alegre, con un importante crecimiento. El problema del turismo, la estacionalidad, sigue enquistado y sin visos de solución. La industria languidece aunque la reapertura de Sniace supone un soplo de optimismo. Cantabria necesita industrias que ofrezcan trabajo para las nuevas generaciones. Bien está aspirar a que se asienten en nuestro territorio empresas con alto valor tecnológico… pero no estamos en condiciones de elegir mucho, y parece conveniente atraer a todo tipo de proyectos.
Un dato definitivo es el de la evolución del PIB. En los últimos treinta años el Producto Interior Bruto creció en España un 93,5% mientras que Cantabria tan sólo alcanzó el 56,4% . Así, esta comunidad ha crecido la mitad que la media española y en ese tercio de siglo el desarrollo se ha desplazado hacia el arco mediterráneo.
Una muestra del declive de nuestra tierra se puede comprobar no solamente en las frías estadísticas, sino en todos los aspectos de la vida cotidiana. De las posiciones de cabeza hace treinta años en el nivel de renta per cápita, Cantabria ha caído hasta la mitad de la tabla. La población decrece en lugar de aumentar. Y como ejemplo paradigmático tenemos el deporte: El Racing –el equipo representativo de esta tierra– ha pasado de años y años en Primera división, con alguna caída a Segunda, a competir en Tercera –el eufemismo de Segunda B es digno de mejor causa– y sin ser el ‘gallo’ de la categoría. Cantabria tuvo un equipo de balonmano de los mejores de España, que compitió a nivel europeo. En el remo hemos pasado de estar en la élite a ver como desaparecen los clubes y se extinguen los remeros…
Es más, en el ámbito deportivo, el Racing es casi un espejo que refleja la situación regional. Tras una profunda crisis, los socios tomaron el mando de la nave y pusieron en marcha un proyecto para que el club no estuviera en manos de ningún aventurero (Piterman o el pakistaní Alí Syed por no hablar de Pernía) y que fueran los aficionados los dueños. El proyecto fracasó, porque no hubo suficiente apoyo por parte de los socios. Un síntoma de una sociedad débil, poco emprendedora y que prefiere dejar el rumbo de su propia vida en manos de otros.
Es evidente que hace falta un revulsivo para afrontar el futuro. Un cambio de rumbo y de mentalidad para volver a ser una comunidad creadora de empresas, de puestos de trabajo y de riqueza. No se trata de los errores de una formación política. No se debe culpar a este a aquel gobierno regional, porque por Puertochico han pasado en estos últimos veinte años las tres grandes formaciones (PP, PRC y PSOE) y nada ha cambiado.
Cantabria necesita modificar su planteamiento esencial que no es otro sino el dejar más libertad a las personas para que emprendan. Desregular esta maraña normativa que atenaza a cualquiera que quiera iniciar una empresa y reducir al mínimo la carga fiscal. En suma, disminuir el poder del gobierno y de su pesada estructura y dejar más dinero y más libertad a los cántabros para que resuelvan su futuro. Y los habitantes de esta tierra estrecha debemos, todos, asumir que el destino está en nuestras manos. Dejemos de buscar culpables en el Gobierno de España o en el de Cantabria. En nuestras manos residen las soluciones.
Confiemos en que 2018 sea el año de reducción de impuestos, de menos normativas absurdas y podamos respirar con más libertad.
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