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En la televisión, en los diarios nacionales y en internet Cantabria ocupaba el lunes los titulares en las secciones de sucesos con el rescate a tres espeleólogas en Arredondo. Sin embargo, entre el revuelo mediático y algunos tuits desde la presidencia de Cantabria deslizando una ... posible negligencia y por tanto un coste de dinero público, cabe preguntarse hasta qué punto lo que ha pasado en Cueto-Coventosa es un incidente puntual o es algo más. «La espeleología es una de las actividades más seguras que hay por la formación y preparación de quienes lo practican», asegura el presidente de la Federación Cántabra, Manuel González Morales. ¿En qué se basa? «En datos», dice. Y empieza a enumerar argumentos para arrojar luz sobre un deporte que este fin de semana ha recibido demasiados focos.
«En 2018, desde el punto de vista de la siniestralidad y en relación al número de federados (400 en la actualidad), Cantabria ha tenido el porcentaje más bajo de accidentalidad de las doce federaciones que componen la Confederación de Espeleología y Cañones del país. Eso lo dice todo», subraya. Y añade: «El año pasado hubo 55 rescates de montaña, más de veinte en acantilados y ninguno en espeleología; en lo que va de año ha habido 29 rescates de montaña y sólo este de espeleología, y en los últimos cinco años no ha habido ni un rescate con heridos. De hecho, hay que remontarse a 2014 y fue durante unas prácticas de socorro de la Unidad Militar de Emergencias». Con estas cifras, el también catedrático de Historia de la UC afirma que «la accidentalidad es bajísima, prácticamente no hay rescates, de hecho no ha habido ninguno estos últimos dos años».
Según Morales, esa «accidentalidad tan baja» (contabilizan una víctima mortal en 2007) se debe a que, quienes lo practican, «están formados y tienen conocimientos necesarios», pero lo dice sin negar el peligro a una práctica con la que se descubre el patrimonio natural que hay bajo nuestros pies, en algunos casos, único en el mundo por su longitud como el pozo de Ruesga. Esos hallazgos se logran gracias a la espeleología y ahí es donde está el peligro, en la llamada exploración de punta: «Ahí es donde más riesgos hay, en las zonas que son totalmente desconocidas, pero en esas zonas sólo entran deportistas altamente cualificados», dice Morales. De hecho, «cuando se produce cualquier incidente en esos grupos, ellos mismos están capacitados para 'autorrescatarse y sacar a los accidentados, salvo en casos muy complejos».
En este momento, «en los grandes sistemas de Cantabria, como el Alto del Tejuelo, hay grupos de espeleología venidos de España y Europa que están haciendo exploración de punta», explica Morales, ya que el verano, con el buen tiempo y sin lluvia, es la época de afluencia más alta» para hacer este tipo de investigación.
¿Puede entrar cualquiera a las cuevas? Obviamente, la formación y la equipación son el control inicial, junto al sentido común, pero ¿hasta qué punto hay que controlar los accesos a las cavidades? En Cantabria, con la Ley de Patrimonio, se estableció que el permiso lo diera la Consejería de Cultura pensando en la protección arqueológica, pero después de publicar una Resolución en 2017, no es necesario hacerlo en 31 cavidades.
Lo que sí hace la Federación es, como entidad deportiva, «certificar que quien solicita el permiso es un deportista federado y por tanto tiene un seguro obligatorio que cubre, en caso necesario, la siniestralidad y los rescates». Es decir, la Federación no da los permisos para entrar; de hecho, el acceso es libre: «Lo que siempre se recomienda (y así lo establece la Resolución que establece la relación de cuevas de acceso libre) es llamar al 112 cuando se va a entrar a la cueva. Decir: somos este grupo, calculamos salir a esta hora y cuando se acabe, avisar de nuevo al 112 de que todo está bien».
Normalmente, estas visitas suelen ser de travesía, es decir, «entrar por una puerta y salir por la siguiente», pero no existe un mapa con la dificultad de cada cueva, sino que son «los propios clubes y federaciones quienes disponen esa información para los interesados». Por ejemplo, en la web de la Federación, «los propios deportistas son los que comparten las descripciones y cartografías, el mapa, los cálculos de horario y las dificultades de la travesía», explica Morales en alusión a estos datos y experiencias de las que luego se sirven otros deportistas que llegan a la región, «y son muchos». ¿Cuántos? «Al no necesitarse permiso, es difícil saberlo, pero entre la gente que viene a hacer espeleología y los que mueven las empresas de turismo activo, hablamos de centenares de personas cada fin de semana».
Esto conlleva otro debate ya que el éxito obliga a repensar la seguridad no sólo de los usuario sino también de las cuevas, es decir, su conservación: ¿Es necesario hacer algún control en los accesos o es como poner puertas al campo? «El control es un tema que se empieza a plantear en otras comunidades autónomas», explica el historiador. De hecho, dice, «en Picos de Europa está estrictamente regulado, y aparte del informe favorable de la Federación, hay que pedir un permiso específico al Parque, con una limitación de las actividades, porque para ese tipo de exploraciones se requieren periodos hasta de quince días para poder bajar hasta las profundidades de exploración de puntas, y por tanto hay que establecer un campamento fuera», dice.
«No fuera malo que en Cantabria, en el futuro, cuando se desarrolle plenamente la declaración de las zonas naturales de especial protección -en tramitación actualmente- se piense en esos aspectos de protección del medio natural porque, en algunos casos, estas visitas masivas a muchas cuevas está generando problemas de conservación de elementos naturales», señala.
¿Cuál es el precio que paga Cantabria al generar esta atención por el rescate? «Un alto precio, es una publicidad negativa. Sobre todo cuando se dice eso de que hay que cobrar el rescate, cuando está publicado en el BOC que el Gobierno regional tiene tasado el coste de cada hora de rescate y a los deportistas con licencia el seguro cubre el coste de los rescates. Ahí no hay dinero público que se pierda», dice. ¿Y para los ayuntamientos del valle del Asón donde se concentra la mayor parte de las cuevas? «Contentos ya te puedo decir que no están».
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