Con siete nuevas infraestructuras públicas y privadas que se están construyendo, la región tendrá en la oferta cultural un eje crucial para su desarrollo económico que va desde Santander a Torrelavega o Puente Viesgo
Domingo, 28 de agosto 2022, 07:41
Entre las grúas del Paseo Pereda, se intuye la antigua fachada del Banco Santander tras la zona de obra perimetrada con cuadros pintados entre los que avanzan los peatones. Es fácil acostumbrarse a las obras, a los cambios de dirección en el tráfico; es fácil acostumbrarse a que un edificio de Renzo Piano forme parte de las fotos que se hacen estos días los turistas en Santander. Los cambios son tan progresivos que cuesta recordar ese tiempo en el que no había pasarelas desde las que hacerse fotos con vistas a Pedreña, terrazas sobre azulejos de cerámica blanca desde las que se ve el Banco de España, majestuoso e inaccesible hasta que abra sus puertas en 2025 convertido en sede asociada del Museo Reina Sofía. Para ese entonces, quizá también haya abierto el Espacio Pereda y sus cuadros se vean expuestos y no en la lona de mil metros cuadrados que cubre la fachada, y el tráfico habrá recuperado su inercia y la capital cántabra habrá ganado dos lugares de peregrinación para los devotos del arte, para los curiosos, para la ciudad, para los turistas que vendrán atraídos por alguna de esas propuestas que les empuje, quién sabe, a ver la siguiente. ¿Y cuál es la siguiente? ¿Dónde termina ese juego de tablero por el que la oferta cultural lanza sus dados desde el Museo Marítimo del Cantábrico hasta la calle Rubio, en Santander, donde el MASy la Biblioteca Menéndez Pelayo cierran la jugada estratégica de una partida que no se juega en la capital sino en todo Cantabria?
La proyección por fin del Mupac en Puertochico, que previsiblemente empezará sus obras a final de este año, se alza sobre un mapa mental en el que el arte rupestre y el patrimonio prehistórico de la región empieza a desplegarse con la contundencia que merecen sus fondos, y desde ese icono monumental que será el museo diseñado por el estudio Mendoza Partida, la oferta cultural de la región saltará hacia Puente Viesgo, donde ya es visible el futuro Centro de Interpretación del Arte Rupestre a los pies del Monte Castillo, donde dormitan cuatro cuevas Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, todas ellas a los ojos de los vecinos, nietos y bisnietos de quienes trabajaron en su descubrimiento y que ven cómo su patrimonio es algo más que un lugar de peregrinaje para 90.000 visitantes al año, que esperan proyectar desde su Centro hacia la red de cuevas de la región. Desde la 'Montaña sagrada', el mapa cultural se despliega hacia Santillana del Mar, donde se acaba de firmar la construcción de único Centro Internacional de Arte Rupestre de la UNESCO en las Casas del Águila y la Parra, bien cerca del Museo Nacional de Altamira, de donde cuelga el apelativo de la Capilla Sixtina del arte rupestre. ¿Es posible al fin que la riqueza prehistórica esté alcanzando el nivel que se merece, como hacen los vecinos burgaleses con el yacimiento de Atapuerca y su Museo de la Evolución Humana, o los franceses de la región de Dordoña, cuyas cuevas son una fuerza económica incontestable y un modelo de explotación basado en la conservación y a la vez en la imagen de marca que ha transformado y fijado población de sus pueblos?
¿Se puede traducir la cultura en cifras?
El Ministerio de Cultura elabora cada año el Anuario de Estadísticas Culturales en un afán por traducir la riqueza cultural en variables como su aportación al PIB del país, su capacidad de retornar riqueza por cada euro empleado o el efecto en el turismo. La capitalización de la cultura se ha vuelto un argumento para justificar partidas que ponen en pie infraestructuras como las aquí citadas, y apelando al pragmatismo, hace falta mirar el tejido laboral de la cultura para hablar de inversión y no de gasto: según el último Anuario, en 2019 había 1.243 empresas vinculadas al arte, los libros, la edición, la enseñanza, la creación audiovisual, el diseño, la fotografía o la publicidad.
Más que edificios
Solo el tiempo y una buena inversión que vaya más allá de levantar contenedores dará una respuesta a la realidad que entre la iniciativa pública y privada vive hoy en día la región. Porque detrás de la construcción de las siete infraestructuras culturales que están en marcha o a punto de iniciar sus obras, hay una apuesta por la cultura como eje estratégico de desarrollo de una región que podría lograr la ansiada diversificación del turismo durante todo el año, entrar en el circuito internacional, además de afianzar otro tipo de turista, el cultural, que según el Instituto de Estudios Turísticos lidera el ranking de gasto con un gasto medio diario de 95,8 euros. Según Funcas, Cantabria recibió 219.000 viajeros en 2018 por motivos culturales, una cifra que se eleva a 308.000 en 2019. Con el frenazo que ha supuesto la pandemia (en 2020, la cultura movilizó más de 8 millones de viajes con un gasto total asociado de más de 5.000 millones de euros, casi la mitad al año previo a la pandemia; en Cantabria solo llegaron 112.800 viajeros), cabe preguntarse hasta dónde puede llegar este vector económico capaz de desestacionalizar la oferta turística y, a la vez –y sobre todo– servir de pulmón y seña de identidad de una comunidad de medio millón de habitantes.
Según el último Anuario de Estadísticas Culturales de 2021, las industrias culturales españolas representan el 2,4% total del Producto Interior Bruto. Este porcentaje se traduce en una producción anual de 30.171 millones de euros. Con la alargada sombra del Guggenheim proyectando su milagro desde la ría de Bilbao, hay cierta mirada oportunista sobre las construcciones, como si solo con inaugurarlas hubiera un toque de varita que transformara el tejido social y económico de las regiones que lo acogen, pero en esa convivencia de lo público y lo privado, bastará un impulso unánime para que del continente se haga contenido, tal y como sucede en la Fundación Enaire, antiguo tinglado que hoy en día empuja la renovación del espacio que lo rodea en Varadero, desde donde es posible trazar un itinerario de casillas culturales desde la renovación del Marítimo, al Palacio de Festivales, al tridente formado por el Espacio Pereda que albergará la colección del Santander (más de dos centenares de cuadros desde el siglo XVI con Sorolla, Picasso, Miró o Solana), el Centro Botín y el Archivo Lafuente en el Banco de España exhibiendo las 'vanguardias' bajo el membrete del Reina Sofía.
Más allá de la ubicación estratégica de los nuevos espacios y su cercanía, al hallazgo al fin de una ubicación fija para la Colección Norte, víctima del desorden y desapariciones de algunos cuadros en naves de dudosa seguridad, se suma el acierto de recuperar el patrimonio industrial de Torrelavega, donde el polo de atracción será La Lechera. Si el Matadero de Madrid es la prueba fehaciente de que recuperar el legado industrial es una fuente de riqueza en doble sentido, las ideas pueden perpetuarse en esa zona del Besaya donde al fin lucirá el estandarte de una infraestructura cultural que resuene con protagonismo y dialogue con lo que ofrece la ciudad, por ejemplo, una programación estable en el Teatro Concha Espina. Y de diálogos con la ciudad de Santander debe hablar el MAS, cuyo aliento debe darlo para emerger de sus cenizas como un museo capaz de inspirar a los creadores que están por llegar, pegado a la biblioteca que Menéndez Pelayo legó a la ciudad, empujando el futuro hacia horizontes que no se limiten a los contratos con los que se erigen las paredes de estas siete obras.
Potencia mundial
Arte rupestre: una estrategia llamada a despegar
Hay algo de justicia en el hecho de que tres de las siete infraestructuras culturales que están en marcha hoy en día aludan al patrimonio prehistórico de Cantabria. Los nuevos espacios proyectados (el Mupac, la sede de la Unesco en Santillana y el Centro de Interpretación de Puente Viesgo) elevan el valor de dicho patrimonio no a la altura de un mero componente expositivo sino de una alianza entre la identidad regional y su proyección internacional. En política cultural siempre hay asignaturas pendientes, pero en el caso del arte rupestre, la deuda se puede interpretar desde lo económico, lo industrial y lo turístico, porque si algo diferencial tiene Cantabria es la brutal riqueza que nos legaron nuestros antepasados. Ni cuando los fondos del Museo de Prehistoria ocupaban los bajos del edificio de Puertochico, allá por los 80 y los 90, estaba el espacio a la altura de lo que contenían. Han tenido que pasar décadas para que los restos arqueológicos encuentren acomodo en el futuro Mupac, un edificio que no solo serán vitrinas y expositores, sino que su presencia se sobreentiende de una vez por todas como la fe estratégica en el arte rupestre y el patrimonio prehistórico de la región como una seña de identidad trasversal de lo cultural a lo económico, que transformará no solo la ciudad donde se construye, sino sobre todo los pueblos que albergan cuevas, que pueden hacer de las visitas algo más que un ir y venir de visitantes.
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