Cantabria recupera el cierre perimetral total tras flexibilizarlo durante las fiestas de Navidad

El cierre de la región se estableció el pasado 30 de octubre, con la intención de atajar el avance de la pandemia y en vista también de lo que estaba haciendo el resto de autonomías, especialmente las limítrofes. El cerrojazo se endureció poco después, cuando el 4 de diciembre el Gobierno regional decidió blindar todos los municipios para limitar la movilidad interior. El origen de la medida se encuentra en el jarro de agua fría que para el Ejecutivo supuso que la Justicia suspendiese la anulación de la semana de vacaciones escolares, una restricción que trató de sacar adelante sin suficiente justificación, según los jueces. Ante la imposibilidad de mantener a los alumnos en clase, se optó por prohibir los desplazamientos por el interior de la región, algo que se mantuvo hasta el 12 de diciembre.

El confinamiento perimetral, tanto en el caso de los ayuntamientos como cuando se refiere solo a los límites de la provincia, tiene como objetivo restringir los movimientos de las personas y, por tanto, del virus, que se mueve con ellas.

El toque de queda es otra de las grandes limitaciones en vigor en Cantabria. Puesto en marcha por el Gobierno central el 26 de octubre tras la declaración de un nuevo estado de alarma, se dejó cierto margen de maniobra a los gobiernos autónomos para que fijasen la hora de inicio: se estableció en toda España entre las 23.00 y las 06.00, pero las regiones pueden adelantarlo o atrasarlo una hora. Cantabria, en un primer momento, optó por retrasarlo, de modo que la obligación de la población de estar encerrada en casa comenzaba a la medianoche. El 14 de noviembre, con la intención de mejorar la situación para la Navidad, se adelantó a las 22.00 horas.

El toque de queda es la medida que se ha mostrado más eficaz, al reducir las horas de exposición a las relaciones sociales: en realidad es un confinamiento en el domicilio durante la tercera parte del día.

La otra gran medida restrictiva es la que afecta a la hostelería, con tremendas consecuencias económicas y gran coste social. Limitar su actividad reduce, sin duda, el contacto de la gente, aunque los empresarios del sector consideran que son los paganos de la crisis sanitaria.

En Cantabria, además, el trabajo de bares y restaurantes se limita a la atención de clientes en las terrazas -también pueden preparar comida para llevar, pero no suele ser su actividad principal-, cuando en otras comunidades vecinas, incluso con peor situación sanitaria, está permitido el uso de los interiores con aforos reducidos, algo que les podría ayudar a cuadrar un poco más sus cuentas.