Cantabria, una región con poca historia sísmica

«Cantabria es una zona bastante segura a efectos de terremotos. En general, son muy pequeñitos y sin daños reseñables». Así de contundente se muestra Resurrección Antón, sismóloga del Instituto Geográfico Nacional, al explicar las condiciones sísmicas que tiene la región. Tanto es así que el último seísmo registrado este pasado viernes en Castro Urdiales de magnitud 1,6 pasó desapercibido. «Un terremoto así de pequeño puede pasar en cualquier lugar de España, nuestros equipos lo notan porque son muy sensibles, pero su efecto es casi imperceptible para la ciudadanía».

En un repaso por la historia de los terremotos ocurridos en Cantabria no son muchos los que han tenido grandes consecuencias para la población, pero hay dos que sobresalen por encima del resto: Arredondo, en 1938, con una magnitud de 4,9; y Reocín, en 1965, con magnitud de 4,1.

Del primer seísmo no se tiene mucha información debido a la situación en la que se encontraba el país, en plena Guerra Civil, pero sí se recogió en diferentes medios las consecuencias de los temblores. Las edificaciones viejas del valle de Ruesga se vieron afectadas, y también en la capital cántabra, sobre todo, las casas de ladrillo con rotura de cristales por toda la ciudad. Las localizaciones más afectadas fueron el Sardinero, Peñacastillo y zonas altas del centro. El temblor se produjo durante la madrugada y numerosos habitantes se echaron a la calle ante las réplicas.

Aunque si hubo uno que generó gran impacto a nivel nacional fue el ocurrido el 7 de enero de 1965 en Reocín. El hundimiento de cuatro de las galerías provocó el segundo terremoto más fuerte registrado en Cantabria. El seísmo destruyó una veintena de casas, arruinó otras treinta y dañó medio centenar más. Hubo una docena de heridos, pero el suceso se saldó sin víctimas. Aunque más tarde se reconstruyeron las casas y parte de los 700 evacuados pudieron regresar, Reocín ya no volvió a ser lo que era. El 'ABC' se hizo eco de la catástrofe y llevó la foto que ilustra esta noticia a la portada su edición. Además, en Torrelavega se produjeron daños en viviendas como grietas y problemas con el mobiliario.

Por su situación geográfica, Cantabria tiene cerca una gran falla al norte de los Pirineos que se sitúa en medio de la placa europea y africana. Entre medias se encuentra la placa ibérica, que tiene una entidad menor y la mayor zona de fricción se ubica en el sur de la península, en Andalucía, donde el empuje tectónico es más significativo que en la zona norte de España, aunque no hay que olvidar la propia formación de los Pirineos.

Si algo caracteriza a Cantabria son los pocos movimientos de tierra en comparación con la zona sur de la península. «El terremoto de Castro no afectan para nada a estructuras ni edificios, para que veamos consecuencias tienen que superar la magnitud 5. Si de repente hubiera muchos, aunque fueran pequeños, podría ser más preocupante, pero un terremoto aislado y tan pequeño no tiene ninguna importancia», recalca la sismóloga del Instituto Geográfico Nacional.

En la misma línea se pronuncia el profesor de Geodinámica Externa de la Universidad de Cantabria, Juan Remondo, sobre el riesgo de terremotos en Cantabria: «Es muy bajo». Remondo puntualiza que son pequeños reajustes a través de las fallas. «La región está catalogada como una zona de riesgo muy bajo, porque en una comparativa con el resto de España podemos ver cómo se registran todos los días muchísimos terremotos pequeños como este», añade.

Con respecto a la vigilancia de temblores, el profesor de la Universidad de Cantabria señala la «gran eficacia» que tienen los sismógrafos en todo el país. «Se recapitulan muy bien los datos. Es un riesgo natural que no se puede predecir bien, pero, sin embargo, se registra muy bien la información. Y en el caso de la Península Ibérica, pues evidentemente Cantabria se sitúa en una zona de baja peligrosidad y es muy efectivo llevar un registro de los eventos», subraya.

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