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Cantabria, una región de tres climas

Cantabria, una región de tres climas

El mar y la montaña dibujan un mosaico de rincones lluviosos, llanuras sedientas de agua y un vergel mediterráneo a la sombra de los Picos

Álvaro San Miguel

Santander

Domingo, 17 de diciembre 2017, 11:20

Apenas 40 kilómetros separan el lugar más lluvioso de Cantabria del más árido. El techo de las montañas pasiegas, el Castro Valnera, absorbe tal cantidad de agua al año (una media de 2.400 litros por metro cuadrado) que de sus laderas nacen dos de los grandes ríos del norte, el Pas y el Miera. Pero a solo 40 kilómetros, los vecinos de Valderredible ven con preocupación cómo «algunos manantiales de toda la vida empiezan a secarse», en palabras de su alcalde, Fernando Fernández (PRC). Allí tienen que conformarse con una cuarta parte de la lluvia (580 l/m2 al año) que riega las cabeceras del Miera y el Pas. Cantabria no será infinita (literal o figuradamente), pero tiene en el mar y en sus montañas dos enormes termostatos que convierten su geografía en todo un mosaico climático. Con lo que eso supone para su agricultura, ganadería, costumbres...

Dicen los manuales que Cantabria tiene un clima oceánico, templado y húmedo, característico de las regiones occidentales de Europa. Pero esa clasificación no soporta un análisis detallado de precipitaciones y temperaturas en una región que, en la práctica, alberga tres climas en un pequeño territorio de 5.321 kilómetros cuadrados.

Mapa de precipitaciones elaborado por la Agencia Estatal de Meteorología, Aemet.

Es cierto que toda la fachada marítima, desde la costa hasta la divisoria de la cordillera Cantábrica (donde los ríos empiezan a verter al sur), forma un bloque de clima oceánico, con temperaturas suaves y lluvia todo el año, inviernos fríos y veranos frescos. Pero la influencia del mar va perdiendo fuerza a medida que surgen las primeras elevaciones montañosas, como las sierras del Dobra y el Escudo, dividiendo ese bloque climático en dos mitades: la costa y el cinturón interior, con más lluvia y temperaturas más drásticas.

El mar Cantábrico hace que sea muy difícil bajar de cero grados en la costa (4 días al año en Santander), pero un poco más al interior esa cifra se multiplica hasta llegar a 26 días (Terán) o 27 (Villacarriedo), según los datos facilitados por el jefe de la Sección de Climatología de Aemet, Juan José Rodríguez. En la costa, las temperaturas tampoco se disparan en verano. En Santander hay 34 días al año con más de 25 grados, pero en Villacarriedo (58) y Terán (59) son casi el doble. También las precipitaciones van aumentando hacia el interior a medida que se va ganando altitud hasta llegar a la divisoria, donde el clima cambia y la lluvia se reduce de forma radical.

La bahía de Santander, cubierta de nubes que amenazan lluvia. Daniel Pedriza

Miguel Ángel Revilla lleva años peleando para que los meteorólogos le quiten a Cantabria el sambenito de la nube con lluvia. Pero lo cierto es que en Santander, por ejemplo, se recoge al menos un litro por metro cuadrado 127 días al año. La culpa no es de los meteorólogos, sino de la circulación atlántica, que tiene la manía de pasar por Cantabria durante todo el año. Siempre desde el oeste. En verano, cuando el vórtice polar retrocede, las borrascas se mueven más el norte y llegan a nuestras costas con menos fuerza que en invierno, pero llegan. Y dejan lluvia. Además, detrás de cada borrasca avanza una cuña anticiclónica que atrapa parte de la humedad que le precede. Eso hace que antes de que se instale el buen tiempo tras la borrasca, el propio anticiclón deja un par de días de esa llovizna tan molesta que llamamos ‘calabobos’.

Pero no es la costa, ni de lejos, el lugar más lluvioso de Cantabria. Las borrascas entran desde el oeste y el volumen de precipitación aumenta con la altitud, pero curiosamente no son los Picos de Europa donde más llueve. Ese privilegio pertenece a las montañas pasiegas, desde el Porracolina al Puerto del Escudo.

Los meteorólogos siguen debatiendo las causas, pero la explicación más aceptada es la siguiente:por un lado, están más cerca del final del golfo de Vizcaya que los Picos de Europa. Como el mar en esa zona es mucho menos profundo que al oeste, la temperatura del agua es más alta y su capacidad de evaporación es mayor. Así que cerca de esa zona las nubes se recargan de humedad con facilidad. Por otro lado, las corrientes de aire que llegan desde el oeste a los Pirineos encuentran una barrera que no pueden franquear, así que la tienen que rodear. El viento termina descendiendo hacia el valle del Ebro por las montañas pasiegas en torno al Castro Valnera, que son la puerta natural de descenso hacia el Ebro (desde allí hacia el oeste las altitudes de la cordillera Cantábrica son mayores y más difíciles de superar). Además, los valles del Pas y del Miera están orientados hacia el noroeste, de donde viene todo el flujo húmedo del mar, que entra hasta el fondo del valle sin apenas oposición.

«Por eso aquí no hay agricultura. Con tanta lluvia es más productivo el pasto y el ganado», reconoce el alcalde de Vega de Pas, Juan Carlos García. «Estamos acostumbrados a convivir con la lluvia, a salir de casa con el paraguas colgado en el hombro. Es parte de nuestra cultura».

«El paraguas es parte de nuestra cultura»

Juan Carlos García, alcalde de vega de Pas

La lluvia durante todo el año es una característica del gran bloque climático de la fachada marítima, pero hay dos comarcas de Cantabria que tienen sus propios climas: Liébana y Campoo-Los Valles. Ambos tienen en común la escasez de lluvia en verano, pero su parecido acaba ahí.

El mediterráneo cántabro

Liébana es una comarca irrepetible: un profundo valle que apenas se eleva 300 metros sobre el nivel del mar (Potes está a 291), arropado por montañas en todas direcciones (Picos de Europa al oeste, la sierra de Peña Sagra al este y Peña Prieta y el resto de la cordillera Cantábrica al sur) y a menos de 30 kilómetros del mar. La combinación de esos tres factores convierten a Liébana en el mediterráneo cántabro, un lugar donde prosperan los viñedos y los bosques de alcornoques.

La temperatura no es extrema porque le llega cierta influencia marítima que atempera el termómetro. Pero además las montañas que rodean la comarca propician un curioso efecto atmosférico que eleva las temperaturas y acaba con la humedad: la subsidencia. El aire frío que consigue superar las montañas desciende rápidamente hacia las zonas bajas del valle, calentándose a medida que pierde altitud. Ese calentamiento del aire disipa la humedad y reduce la nubosidad. En Liébana hay un salto de altitud muy grande, pasando en pocos kilómetros de distancia de picos de más de 2.000 metros a un valle de 200-300 metros de altitud. Eso potencia el efecto de la subsidencia en las zonas bajas de la comarca. Todo esto favorece que las temperaturas sean más altas y las precipitaciones más escasas.

Eso sí, no todos los pueblos de la comarca comparten la misma genética climática. Los niveles de precipitaciones son muy distintos en Potes y en Tresviso, ya que el primero está a 291 metros de altitud y el segundo, a 637. El clima de Liébana es oceánico de tipo mediterráneo porque en todos los casos hay una cierta sequía en verano, pero en Tresviso llueve mucho más y hay menos días de heladas que en el valle: 39 días en Tama por 27 en Tresviso. Además, en Tama hay 75 días al año con más de 25 grados, mientras que en Tresviso sólo se llega 13 días al año. En los Picos de Europa se superan los 2.000 litros por metro cuadrado de lluvia al año, mientras que en el fondo del valle apenas se recogen 700.

Los viñedos de Liébana, estampa mediterránea en pleno invierno cántabro. Pedro Álvarez

La principal diferencia entre Liébana y Campoo-Los Valles es el comportamiento de los termómetros. La temperatura es más suave en Liébana gracias a la cercanía del mar, mientras que en el extremo sur de Cantabria las diferencias entre las máximas y las mínimas (la oscilación térmica) es más brusca. En un mismo día se pueden alcanzar temperaturas nocturnas bajo cero y de más de 20 grados por el día. También la configuración del terreno es muy diferente: mientras en Liébana las diferencias de altitud multiplican las diferencias climáticas, Campoo-Los Valles es muy uniforme, con la excepción de Valderredible.

El clima campurriano

El clima propio de Campoo-Los Valles comienza en la divisoria, donde los cursos de agua ya no se dirigen a la vertiente norte, sino hacia el sur. Esa línea va desde Alto Campoo, siguiendo la dirección marcada hacia el este por la sierra del Cordel hasta el puerto del Escudo. Esa divisoria, que sigue aproximadamente los límites más al norte de los municipios de Campoo de Suso, Campoo de Enmedio y Campoo de Yuso, deja al sur toda una zona climática distinta a la del resto de Cantabria.

En verano, cuando las borrascas son más débiles y no son capaces de atravesar la cordillera Cantábrica, al sur de la divisoria se despiden de la lluvia durante unos meses. A lo largo del año, apenas caen allí 580 litros de agua por metro cuadrado. Además, la distancia al mar y un fenómeno llamado inversión térmica polarizan los termómetros más que en cualquier otro lugar de Cantabria. En Mataporquera, por ejemplo, hay 88 días al año con termómetros por debajo de los cero grados y 66 con temperaturas por encima de los 25.

Estas características climáticas se acentúan en el extremo sur de Cantabria, en Valderredible, que está encajado en el fondo del valle del Ebro y al abrigo del páramo de la Lora. Allí llueve menos que en cualquier otro lugar de Cantabria y el invierno es más extremo que en la vecina Campoo. Además es una zona donde se produce inversión térmica, lo que deja heladas muy potentes. Al tratarse de una depresión, el viento va descendiendo hacia el fondo del valle y al comprimirse en ese descenso se va calentando. Esto hace que las zonas más bajas sean por lo general las más cálidas, pero al mismo tiempo, en las noches sin nubes de invierno (que en el sur de Cantabria son muchas) es imposible retener el calor junto al suelo (al contrario que en las noches nubosas).

A pesar de la borrasca ‘Ana’, Campoo sigue amenazado por la sequía que propicia su clima de veranos secos. Javier Cotera

Así que el calor acumulado durante el día se escapa rápidamente del suelo, siempre hacia arriba, y va dejando temperaturas más bajas cuanto menor es la altitud. Es decir, se produce una inversión térmica que provoca que en una noche despejada de invierno Valderredible amanezca varios grados bajo cero y, a mil metros más de altitud, en las montañas de Alto Campoo, los termómetros estén por encima de los cero grados. Un fenómeno que también explica, en parte, las diferencias climáticas entre las localidades lebaniegas de Potes y Tresviso.

El alcalde de Valderredible, Fernando Fernández, explica que ese clima de extremos permite contar en el valle con «la mejor hierba» y sus famosas patatas. Aunque ahora mismo el clima se ha convertido en una amenaza. «La sequía tiene a la gente acojonada. Algunos manantiales que siempre han echado agua, incluso en los peores momentos, han empezado a secarse. Tiene pinta de que esto se va a convertir en algo cotidiano», advierte Fernández.

«La sequía tiene a la gente acojonada»

Fernando Fernández, alcalde de Valderredible

Desde Campoo llega otro de los fenómenos que condiciona la meteorología cántabra: el viento Sur. Cuando llueve en Castilla y llega a Cantabria viento desde allí, ese aire húmedo va descargando agua en Campoo y los alrededores hasta secarse. Esa corriente deshidratada empieza a descender por las laderas de las montañas en dirección a la costa. A medida que va perdiendo altitud va ganando velocidad, se va comprimiendo y calentándose, disparando las temperaturas y eliminando la lluvia en cualquier momento del año. Las suradas son grandes aliadas de Revilla en su cruzada meteorológica, aunque según los datos de las estaciones meteorológicas de Aemet, eso de que «en Cantabria no llueve tanto» sólo se puede aplicar a Liébana y Campoo.

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