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Ocurrió en Valencia. Un conductor llama a su aseguradora. Comunica que ha sufrido una salida de calzada en una carretera de montaña. Su coche, sorprendentemente, ha quedado abollado por los cuatro costados. El relato infunde sospechas a la compañía, que se incrementan cuando el ... asegurado insiste sobremanera en reparar su vehículo en un determinado taller.
El parte acaba en manos de un perito, que descubre cómo la póliza se había suscrito apenas seis semanas antes. Y lo más extraño: la grúa había recogido el automóvil un domingo cuando la llamada del conductor se produjo un jueves. El automovilista, además, le envía un presupuesto de 22.000 euros para la reparación, pero cuando el perito habla con el dueño del taller, éste no puede justificar con facturas las piezas del arreglo. La aseguradora lo pone en conocimiento de la Guardia Civil. Los agentes, al final, descubren una trama de siete personas que habían simulado hasta once veces el accidente de tráfico para estafar a media docena de compañías.
Montajes como éste constituyen la segunda causa de fraude a las aseguradoras en España y ahí Cantabria sí destacó hace dos años como la segunda comunidad con mayor número de mafias en relación a su volumen de habitantes, según el barómetro anual de Línea Directa, uno de los estudios que se manejan dentro del sector para evaluar el grado de engaño. Sin embargo, no es una comunidad de las más fraudulentas del país, donde ocupa un puesto intermedio: no hay muchos engaños, como en Almería, ni tan pocos como en Soria. Se encuentra a la par de Asturias o el País Vasco.
De hecho, una investigación de la Cooperativa entre Entidades Aseguradoras (ICEA) que suscribe la patronal Unespa calcula que en Cantabria se producen más de 2.500 intentos de fraude de los 176.000 estimados en el conjunto nacional. Es decir, el 1,43%. Son engaños que los peritos terminan detectando en algún momento ya que «es imposible saber los que sí se 'cuelan'», aunque estadísticas como las de Línea Directa apuntan a que seis de cada cien accidentes de circulación declarados son falsos.
En realidad, la carretera da para muchas salidas de calzada. El 62% de los fraudes están vinculados al automóvil, bien sea por siniestros simulados o por engordar la lista o la gravedad de los daños sufridos. Que existan tantos expedientes obedece simplemente a la «elevada presencia» de pólizas de vehículos. «No en vano, es obligatorio que circulen con seguro».
El segundo grupo de timos (30,3%) afecta a los seguros de hogar, comercio, pymes y comunidades de propietarios. Lo habitual es incrementar el número de desperfectos debido a un escape de agua o el valor de los objetos en caso de un robo. Mientras tanto, otro 5,8% guardan relación con los seguros de vida, accidentes personales y de salud.
Aparte de «acrecentar los daños» de un percance o simular lesiones, Unespa reconoce que inflar los presupuestos de una reparación es una práctica bastante habitual entre quienes quieren engañar a su compañía, además de la denuncia de falsos hurtos. Y en este terreno, las compañías creen que han ganado protagonismo «las falsas declaraciones de robo de móvil, posiblemente debido al incremento de precio de los terminales. Hay quien así intenta recabar algún dinero de su póliza para cambiar de teléfono».
Un indicio que apunta en este sentido es la «estabilización» de las reclamaciones por importe inferior a 500 euros, que en los últimos años ronda el 32,6% de los intentos de engaño. El resto superan esa cuantía, a veces «de manera generosa».
«El fraude al seguro es un delito, no picaresca, y afecta al conjunto de la población. Un seguro es una mutualidad de asegurados, de modo que cuando alguien encarece una factura de siniestralidad con el ánimo de enriquecerse ilícitamente fingiendo un accidente o un robo, se lo está pagando el resto de ciudadanos. Debería haber cierta censura social», sostienen fuentes de la patronal, que cifran el coste medio de una investigación por dolo en 247,90 euros.
De este tipo de indagaciones, las compañías catalogan tres perfiles de defraudador: las bandas, «normalmente formadas por tres individuos que ejercen los roles de conductor, peatón y testigo»; el reincidente, «a quien le ha salido bien una vez y repite», y el oportunista, «el tipo de persona que se ve en una circunstancia de la que puede sacar provecho y lo hace. Le roban dos cosas y él declara siete».
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